Nothomb siempre es garantía de extravagancia, amenidad y acidez. En «Ordeno y Mando» nos encontramos de nuevo ante un manuscrito de lo más ligero que nos presenta una situación de lo más peculiar: Baptiste Bordave deja entrar a un desconocido a su casa para que use el teléfono. El problema surgirá cuando, tras hacer su llamada, el extraño hombre se desplome dentro de la casa de nuestro protagonista, iniciando así una reflexión en la cabeza de Baptiste que le llevará a tomar algunas decisiones no muy ortodoxas. Quizá todo hubiese transcurrido normalmente, con una llamada a la policía, de no ser porque en una cena, poco antes (unas páginas atrás), un comensal había dictaminado que si un invitado muere repentinamente en su casa, sobre todo no avise a la policía. Curioso, ¿verdad? Por lo que, en lugar de una resolución sencilla, nos enfrentaremos a una serie de decisiones de lo más extrañas que acabarán de dar forma al relato.
Tras haber leído prácticamente todo lo que se ha traducido de Nothomb (exceptuando un par de sus novelas más recientes), he de decir que nos encontramos ante un relato algo más flojo que los anteriores. Se trata de uno de estos casos en los que uno no sabe qué pensar, si la autora está perdiendo fuelle o si simplemente eres tú el que se está acostumbrando y cansando de su estilo (lo cual también, la verdad, es síntoma de que la autora no lo está haciendo del todo bien). Un caso similar es probablemente el de Chuck Palahniuk. Nothomb tiene excelentes libros, publicados también en Anagrama: «El Sabotaje Amoroso«, «Diccionario de Nombres Propios» o «Metafísica de los Tubos» son perfectos ejemplos de una Nothomb con mucha más calidad y frescura. Pero en «Ordeno y Mando» la voz del relato se torna repetitiva y algo pretenciosa.
Pero el mayor fallo de la novela es, sin duda, la sobredosis de coincidencias. Es evidente que se trata de un recurso empleado a conciencia, pero resulta chirriante y molesto. Se dio la casualidad de que esta lectura se mezcló con la de otra novela de la misma editorial, «El Loro de Flaubert«, de J. Barnes. Esta coincidencia, valga la ironía, influyó poderosamente en mi juicio sobre el sobado recurso de Nothomb. Cito un párrafo de la novela: «En cuanto a las coincidencias de los libros, me parece un recurso barato y sentimental; desde el punto de vista estético, siempre tienen aspecto de putón verbenero«. Evidentemente, no me ceñiré a las palabras de un autor de manera dogmática. Puedo soportar el uso de la casualidad. Y, a veces, es la mejor opción. Pero en «Ordeno y Mando» resulta demasiado estridente, por mucho que uno pueda alegar que la ficción permite estos deslices. No destrozaré el contenido de la novela, por lo que mejor dejo constancia de la primera gran coincidencia: durante una cena surge una charla sobre el hipotético caso de que un desconocido muera en la casa propia. El protagonista participa en la conversación. A la mañana siguiente (unas doce horas después), un desconocido muere en la casa de ese mismo protagonista. Feo, muy feo. Además el muerto coincide físicamente en muchos aspectos con el protagonista, facilitando la suplantación de identidad. Posteriormente, el mismo Baptiste se preguntará acerca de estas casualidades, pero eso sigue sin justificar su uso. Esta especie de reflexión metaliteraria (el protagonista meditando sobre aquello que rechina en la novela) no es más que otro recurso barato con el que Nothomb intenta quitarle, inútilmente, hierro al asunto.
Me imagino la siguiente situación: Nothomb ha tenido la idea base de esta novela y se la comenta a un amigo. Un diálogo tal que éste se desarrolla:
-He tenido una idea genial: un tipo muere en la casa de otro y éste último decide suplantarle.
-No sé, me parece poco creíble. ¿La gente no se dará cuenta?
-No, no. Es que el tipo muerto es de fuera, apenas tiene conocidos. Y es físicamente similar al protagonista.
-¿Y no crees que en esa situación alguien llamaría a la policía?
-Cierto… ¿Qué te parece si la noche anterior el protagonista había tenido una charla en la que un tipo le argumentó inteligentemente por qué jamás debería llamar a la policía en una situación así?
-Eh… Bueno, como veas. ¿Te vas a acabar tu plato? Tiene buena pinta.
E insisto en que omito bastantes otras coincidencias que se dan a lo largo de la corta extensión de la novela. En su defensa, sin embargo, diré que es de lectura muy ligera y que, como mínimo, entretiene durante un rato. Pese a ello, recomiendo encarecidamente leer primero otras cosas de la autora, mucho mejores. Y es que, irónicamente, nos encontramos ante una novela con un título que connota poder mientras que deviene una prueba fehaciente de que su autora más bien lo está perdiendo, dejando de ser lo que era. ¡Qué coincidencia!
[J. Quijano]