Ahora que ya se nos ha pasado la resaca del festival, aquí van dos opiniones enfrentadas sobre el Primavera Sound 2017… Una de cal y otra de arena.
Hay quien piensa que hace cierto tiempo que le vengo dando (demasiada) caña al Primavera Sound… Y, la verdad, no entiendo por qué. Hace más de un lustro que no escribo crónicas sobre lo que ocurre en el festival barcelonés y que únicamente me limito a comentar el cartel en el momento en el que la organización lo hace público. En esos comentarios, por otra parte, siempre he evitado abordar la experiencia del festival en sí, ciñéndome estrictamente a la relevancia de la programación musical al contrastarla con la actualidad del momento y con la realidad de otros festivales. Ni más, ni menos.
Y, aun así, soy consciente de que hay quien sigue pensando que (sintetizando las cosas hasta el absurdo absoluto) le tengo manía al Primavera Sound. Así que ha llegado el momento de poner los puntos sobre las íes y afirmar, básicamente, que la edición de este año del festival no solo la he vivido como una especie de reconciliación, sino que incluso voy a forzar la maquinaria un poquito más y voy a afirmar que el Primavera Sound 2017 ya consta en mi Top 3 de la historia de este festival al que hace más de 15 años que asisto religiosamente.
¿Por qué permitirme la autocomplacencia de hablar aquí y ahora de esta reconciliación? Os prometo que no iba a hacerlo. Que, evidentemente, en los días posteriores a festival y con el buen rollo en el cuerpo, estuve tentado de sentarme a escribir en más de una ocasión. Pero, teniendo en cuenta que al Primavera Sound no asisto en calidad de periodista acreditado, sino de festivalero llano, fui reprimiendo esas ganas de ponerme a escribir… Hasta que Sonia Peralta (amiga y colaboradora de Fantastic) me envió directamente una columna de opinión en la que dejaba al descubierto su visión -negativa- de la logística del festival.
Entonces ocurrieron dos cosas. Por un lado, encontré la excusa perfecta para escribir sobre mi experiencia personal (repito que «personal» nada tiene que ver con «periodística») en el Primavera, ya que este «momento reconciliación» podría ir acompañado de una especie de contrapunto que completase y contraviniese todo lo que yo pueda decir. Y, por otro lado, la opinión de Sonia me ayudó a acabar de dar forma a la mía, obligándome a admitir que, al fin y al cabo, todo se reduce a la logística. Mi actual placer y mis pasadas penurias en el Primavera: todo se reduce a la logística.
Me explico e intento ser lo más breve posible: en este Primavera Sound 2017 me he dado cuenta de que, básicamente, y tal y como suelen decir en las pelis malas, la culpa no es tuya sino mía. Como he dicho más arriba, hace más de quince años que asisto a este festival y, evidentemente, como en todo relación larga, aparecen los vicios, el anquilosamiento y el descuidar a la pareja. El Primavera Sound ha ido creciendo de forma desaforada, ampliando su recinto, su aforo y su propia experiencia de festival. Y yo, sin embargo, había seguido asistiendo al festival pretendiendo que todo fuera como cuando nos conocimos. Así es el amor (y el desamor): tu pareja evoluciona por mucho que tú quieras que todo sea como al principio, como cuando nació el amor y el deseo te quemaba en la entrepierna.
Este año, sin embargo, en las semanas anteriores al festival me hice una promesa inquebrantable: iba a hacer todo lo posible no solo para pasarlo bien en el festival, sino para exprimirlo al máximo. Basta ya de pensar que, como hace una década, podía aterrizar en el recinto confiando plenamente en dos valores básicos: 1. Mi propio conocimiento musical, que hace posible que, echando un vistazo al programa, sepa en cada momento qué me interesa y qué no, y 2. Esa confianza intrínseca (además de profundamente errada) que tenemos todos en nosotros mismos y que nos lleva a pensar que sabemos mantener la cabeza fría en un entorno de alto peligro como es un festival de estas características (tan repleto de cantos de sirena, al fin y al cabo: los colegas que te están reclamando continuamente por Whatsapp, los no tan colegas que te vas cruzando y con los que te apetece charlar un rato, la comodidad de quedarse en los palcos de la zona VIP, la necesidad de cuadrarte con los planes de tu pareja…).
En esta ocasión, entré en el Primavera Sound 2017 con un planning fortificado… y salí con una reconciliación, ya lo he dicho. Así que, gracias a opiniones como la de Sonia, he acabado por aclarar mis pensamientos y explicar lo que (me) ha ocurrido: al fin y al cabo, ante un evento como este, un evento que ha adquirido las dimensiones colosales del Primavera, ya no puedes pretender que sea el festival el que se adapte a ti, sino que ha de ser totalmente al revés si lo que quieres es obtener una experiencia satisfactoria. La logística del festival hay veces que es impracticable (sí, claro, todos hemos sufrido colas y el recinto no es cada vez más pequeño, sino todo lo contrario), pero la clave está en trazar un plan que te sirva para disfrutar a pesar de esa impracticabilidad. En resumidas cuentas: la logística es un monstruo que no se va a adaptar a ti, así que tienes que ser tú el que se lo monte de alguna forma u otra para disfrutar pese a la logística.
Si a alguien le sirve mi propia experiencia, aquí van algunos consejos: estructura tu jornada por zonas (si vas a los escenarios grandes, que sea como mínimo para ver dos o tres conciertos; mientras que si vas a la zona de electrónica, que sea para morir allá a las 6 de la mañana habiendo renegado de todo lo que ocurre en el resto del festival), mantente firme en varios conciertos clave del día que quieras ver sí o sí (aunque eso signifique dejar atrás algunos cadáveres de tus amigos), no pretendas que todo sean conciertos y guarda ciertos momentos para la cancaneo social puro y duro… Ah, claro, y como decía Patri en su tercera crónica del festival, hay que dormir un poco más y mantenerse hidratada, amiga. Para todo lo demás, Mastercard. (Literalmente.)
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No todo iban a ser reconciliaciones en el Primavera Sound 2017… Aquí va una opinión que pone en su sitio ciertas decisiones logísticas del festival.
Ahora que ya se nos ha pasado el resacón del Primavera Sound 2017, que hemos leído multitud de reseñas y colgado las fotos de rigor en Instagram, me permito hacer una crítica negativa de lo que es el festival más tocho de nuestro país. Nadie puede negar la cantidad / calidad del cartel o el éxito de ventas de abonos de este evento musical de referencia mundial (agotados de nuevo en esta edición y con una participación de más de 200.000 asistentes)… Pero aquí va mi opinión: los recursos que han utilizado para sorprender este año me han dejado un mosqueo considerable.
Para empezar, las barreras que se sitúan frente a los escenarios, imposibilitan de partida estar mínimamente cerca a la hora de ver a según qué bandas… A no ser que seas portador de la pulserita VIP, claro. Esto no es ninguna novedad ni me he caído de un guindo hoy, pero me parece oportuno mencionarlo porque cada vez hay más espacios con reservados y otro tipo de recompensas para los que pagan un abono más caro.
Por otro lado, el Hidden Stage: un escenario de luces de neón y aforo limitado, de programación breve y selecta que se reveló a pocos días del arranque del evento. Para acceder a este lugar, necesitabas una entrada que podías y debías conseguir (o no) si llegabas al recinto antes de las 4 de la tarde, hacías una insufrible cola bajo la solanera más despiadada y, al final, tenías la suerte de que no se agotaban antes las entradas (ni tu paciencia) antes de que llegara tu turno. Una maravilla.
Pero la idea más peregrina de todas ellas han sido las actuaciones sorpresa del Unexpected Primavera… A través de las redes, me enteraba al día siguiente (siempre tarde y mal) de las actuaciones de varios artistas no anunciados en el cartel. Uno de ellos fueron Arcade Fire el jueves a las 20.30h frente a un público reducido y privilegiado. La banda también tocaría el sábado como indicaba la programación oficial, esta vez frente a 200.000 personas (yo ni siquiera alcanzaba a ver las pantallas) pero, oye, que hubo concierto, así que quien no se consuela es porque no quiere… Otros artistas que también actuarían solo con previo aviso a través de la app y la web del festival serían Mogwai, Jarvis Cocker o Haim, posiblemente en el único concierto en nuestro país en mucho tiempo. Si no tenías la aplicación o conexión a Internet para mirar la web, dos piedras.
Parece que los organizadores del festival no consideran que los casi doscientos euros que pagas por un abono sean suficientes para ver a todos los grupos que tocan en su recinto. No me refiero a que no puedas situarte en las primeras filas porque prefieres estar de cachondeo en la barra con tus amigos: es que la misma organización discrimina sistemáticamente al que paga menos o a los mindundis que no estamos dentro del mundillo del circuito “festivalero” (al final, los que se enteran de estas cosas son siempre los mismos).
Señores del Primavera, si quieren hacer de su festival una experiencia no sé si más excitante, pero sí más gratificante, deberían facilitar más baños, más barra, o cuestionarse si programar los conciertos más importantes en la punta más alejada del festival es la mejor opción que se les ha ocurrido (no solo por la distancia, sino por la polvareda que allí se lía).
Llamadme naif pero pensaba que, al adquirir la entrada, tendría derecho a ver todo lo que ocurre en el recinto durante esos días… Y así es, solo que con algunas trabas para hacerlo todo más exclusivo y snob. Ya sabemos que el Primavera Sound es elitista (solo hay que ver los precios y al público que puede permitírselo), pero tendrían que plantearse si es ese el tipo de festival que quieren antes de que muera de éxito.
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