Dicen que la última década realmente creativa y auténtica, a todos los niveles, fue la de los 80: el cine entretenía de verdad, la televisión educaba, las tetazas de Sabrina y Samantha Fox eran naturales y hasta la Coca-Cola sabía mejor. En ese decorado se produjeron las primeras grandes revoluciones tecnológicas que, irremediablemente, impactaron en la forma de hacer música: los sintetizadores y las cajas de ritmos hicieron entrar en crisis a los instrumentos tradicionales y parieron a toda una legión de neo-románticos pelicardados que, aún hoy, conservan los pedazos de sus corazones resquebrajados guardados en los bolsillos de sus chaquetas con hombreras. Según los mismos autores de la afirmación que abre esta reseña, la resaca que produjo tanto dramón impostado convirtió a los 90 en un páramo desmaquillado o, como mucho, en una fiesta anodina en la que los invitados no se habían aplicado la cantidad de laca suficiente; y esa desidia derivó en simple reciclaje durante la primera década del siglo XXI, periodo de eternos revivals y recuperaciones en facsímil de épocas esplendorosas pasadas.
Esta definición condensada y realizada tan a la ligera de cada una de las tres décadas mencionadas serviría para retratar la carrera de los legendarios Orchestal Manoeuvres In The Dark (OMD): éxito rotundo en sus inicios, posteriores intentos de supervivencia carentes de interés y un retorno forzado que, todo hay decirlo, está lejos de considerarse digno. Así de cruel, así de real. El único consuelo del grupo de Liverpool es que no fueron los únicos de su generación que cometieron ese error, ya fuese en forma de disco o de regreso a los escenarios: ahí están para certificarlo a-ha, Spandau Ballet, Duran Duran… ¡y Sabrina y la Fox juntas! Vamos, que al final todos los emblemas que acaparaban las portadas de la revista SuperPop y cubrían con sus caretos las carpetas de las (y los) adolescentes hace 25 años cayeron en la tentación de hacerse varios liftings para adaptarse a los nuevos tiempos. Lo malo es que esos experimentos obtuvieron los mismos resultados penosos que las operaciones estéticas a las que se sometió otro mito ochentero, Sylvester Stallone (vean la foto).
Centrándonos en OMD, sus fundadores y miembros en activo, Andy McCluskey y Paul Humphreys, habían tenido la oportunidad de parar y retirarse en lo más alto a mediados de los 80, tras una ristra de discos notabilísimos y unos cuantos singles redondos (“Enola Gay”, “Souvenir”, “Maid Of Orleans”, “Electricity”), auténticos himnos imperecederos del movimiento electro-pop primigenio. Pero no la aprovecharon, y se empeñaron en continuar hasta emborronar sus históricas siglas. Sus siguientes referencias no pasaron de ser medianías y, ya en los 90, sus álbumes rozaron la mediocridad (con Humphreys fuera del combo): todavía duele escuchar en emisoras como Kiss FM o ver en canales televisivos como Vh1 que OMD son los autores de naderías como “Walking On The Milky Way”, incluida en “Universal” (EMI, 1996), su último trabajo antes de comenzar un largo periodo de silencio (casi 15 años) roto con el disco recién salido del horno “History Of Modern” (Blue Noise / PIAS Spain, 2010), motivo por el cual se volvió a reunir la alineación original (completada por Martin Cooper y Malcolm Holmes). Este álbum trata de sustentarse (al igual que “Universal” con “Walking In The Milky Way”) en lo que debería ser su canción-bandera, la blandita “If You Want It”, adornada con los arreglos electrónico-analógicos marca de la casa y un estribillo ensalzado como si se interpretase a pleno pulmón desde la cima de una montaña para toda la humanidad. Lo curioso es que, a pesar de su languidez, el tema de marras suena a lo que debe sonar: a OMD. Algo similar sucede con “New Babys: New Toys”, cuya pulsión guitarrera haría creer que la grabaron los New Order más recientes si no fuese por el profundo teclado (sí, marca de la casa) que la refuerza. Un momento: ¿es parecerse a los últimos Bernard Sumner y Peter Hook la máxima aspiración de los McCluskey y Humphreys actuales? Las dos partes que componen “History Of Modern” podrían colarse sin desentonar en el “Get Ready” (Warner, 2001) de los mancunianos, y todos sabemos la sensación que nos dejó aquel LP: más agria que dulce.
Los seguidores acérrimos de OMD seguro que desearían que sus ídolos pasasen de imitaciones baratas y se ciñesen a su propio estilo. Tienen la posibilidad de testarlo con el synth-pop cósmico de “RFWK”, la base proto-electro de “Pulse” o el medio tiempo pseudo-new-age “Green”: es probable que se encuentren con una parodia que los liverpulianos hacen de sí mismos. De nuevo, así de cruel, así de real. Al menos, nadie puede negar los esfuerzos de estas leyendas vivas por sonar lozanos, frescos y acordes con el siglo que vivimos, como en “Sister Mary Says” o “Sometimes” (este corte es ideal para que Moby lo remezcle y se incluya en la banda sonora de la secuela de «Avatar«). Otra cosa es que acaben resultando creíbles, y no vale la excusa de que ellos nunca se dejaron llevar por las modas y siempre se mantuvieron fieles a sus principios. Quizá sea una perogrullada, pero sólo en los 80 se podía producir música de los 80 con aroma de los 80 (¿no es ese axioma el motivo que les llevó a elegir “History Of Modern” como título del LP?) Pretender lo mismo en 2010 es practicar un mero homenaje: revisen, por poner un par de ejemplos, los debuts de La Roux o Hurts (por cierto, la reaparición de OMD está siendo usada como pretexto por cierto sector de la blogosfera para poner a caldo al dúo de Manchester).
En los casos en los que la defensa lleva todas las de perder, sólo queda consolarse con algún detalle que apacigüe la derrota: en relación a “History Of Modern”, el constructivismo minimalista y el juego con las líneas rectas de la portada diseñada por Peter Saville sí que hace honor a la historia gloriosa de OMD; y con respecto al propio grupo, puede esperar a que sus coetáneos The Human League, que publicarán nuevo trabajo a principios de 2011, se peguen un batacazo mayor… La elocuente “The Future, The Past, And Forever After” muestra las pautas que deberían seguir OMD para que esas tres letritas jamás pierdan fulgor: dejar las cosas como están y perpetuar su pasado para que sus ecos permanezcan intactos en nuestros recuerdos para siempre.