«Mezcla generacional» es la mejor forma de describir un O Son Do Camiño 2024 en el que, por encima de todas las cosas, brillaron Pet Shop Boys.
Sobre el festival O Son do Camiño se puede decir que es el evento musical al aire libre más grande Galicia (y del noroeste peninsular), que suele proponer un cartel tan ecléctico que resulta difícil de encontrar uno similar en otro punto de la Tierra o que tiene un efecto llamada irrebatible, ya que los abonos que salen a la venta se agotan a velocidad supersónica. Todas estas afirmaciones son ciertas, por mucho que el certamen que se celebra desde 2018 en el Monte do Gozo de Santiago de Compostela genere encendidos debates sobre sus dimensiones, su programación o su propio planteamiento.
Sin embargo, el elemento que realmente distingue a O Son do Camiño en cuanto se ponen los pies dentro de su enorme recinto es la presencia de asistentes que abarcan un rango de edad amplísimo y que crean una interesante estampa. Hace dos años, en fantasticmag denominamos esa circunstancia como ‘relevo generacional’; pero, después de haber pasado por su última edición, debemos reformular el concepto. Ahora lo llamaremos ‘mezcla generacional’, porque ninguna generación -especialmente la más joven- desplazó a otra -sobre todo la más entradita en años-, sino que convivieron en paz y armonía.
Eso sí, la disposición de los escenarios del O Son do Camiño 2024, Xacobeo y Estrella Galicia, ambos pegados frente al gran auditorio del Monte do Gozo para evitar movimientos masivos sobre el terreno, produjo un curioso fenómeno: esas generaciones antes citadas se dividían perfectamente en función del grupo o artista que se subiera a las tablas. Esa partición ya estaba perfilada cuando, a media tarde del viernes -la única jornada a la que, por diversos motivos, pudo acudir la facción galaico-australiana de esta web-, Judeline entró en acción y congregó a la muchachada ante sí en un reflejo de la progresión de la gaditana en el ámbito de los sonidos modernos patrios desde que debutara en 2022 con el EP “de la luz”.
En formato trío en vivo aunque con apoyo electrónico, Judeline abrió el abanico de su estilo entre los ritmos bailables y los tramos más pausados y sugerentes, pasando por momentos en los que su alma flamenca quedaba totalmente al descubierto, como durante la cálida versión de “¡Ay Pena, Penita, Pena!”, un dulce guiño a sus raíces andaluzas. Con otra relectura, la de “La Tortura” de Shakira (con Alejandro Sanz), Judeline hechizó a la audiencia al tiempo que esta coreaba el estribillo y se preparaba para agitarse con sus arrebatos rumberos y clubber, quizá los minutos en los que la gaditana se soltaba de verdad la melena. Bueno, también el incómodo viento tenía algo que ver, hasta el punto de obligarle a sujetar improvisadamente el vuelo de su vestido. No, para presumir no hay que sufrir…
Sí lo tuvieron que hacer las 43.000 almas que diariamente abarrotaron el Monte do Gozo ante los embates del fuerte aire del nordés. Sobre todo aquellas y aquellos valientes que se subían a la noria que presidía el paisaje del O Son do Camiño, un festival instagrameable que ha evolucionado a peculiar parque de atracciones de tres días de duración. Solo le faltaba montaña rusa, aunque en realidad sí que se levantó una invisible y emocionalmente intensa con la salida de La Oreja de Van Gogh, liderados por una exultante y poderosa Leire (obviaremos algún que otro comentario soez sobre su escote que se escuchó tras aparecer en las pantallas gigantes…).
Dado el proceso de recuperación de la discografía de la banda donostiarra y reconocida su influencia fuera del sector musical más comercial en España (los nuevos indies lo saben bien), su actuación fue más allá de un mero ejercicio de nostalgia hasta derivar en la reivindicación de su condición de referencia clave en la historia del pop nacional. Ese es el valor que se debe otorgar a La Oreja de Van Gogh, que desplegaron su selección de hits, uno detrás de otro y sin concesiones. Arrancaron con “Cuídate” y después cayeron “El Último Vals”, “Inmortal”, “Paris”, “Rosas”, “Puedes Contar Conmigo”, “La Playa”… Todas ellas piezas que han resistido muy bien el paso del tiempo y que se recibieron apoteósicamente en el Monte do Gozo.
Así como Los Planetas están conmemorando el 30 aniversario de “Super 8” recordando su juventud pasada y la de sus devotos, La Oreja de Van Gogh replicaron la estrategia transformándola en una fiesta mainstream culminada por “20 de Enero”, acompañada a pleno pulmón por su fans más apasionados. Para ellos, La Oreja de Van Gogh interpretaron las canciones más bonitas del mundo.
Love Of Lesbian iban a tener complicado igualar, como mínimo, el listón dejado por los donostiarras. En su descargo, los barceloneses juegan en una liga distinta y en ella se mantienen en cabeza gracias a su impronta en ese territorio en el que la música (supuestamente) alternativa da el salto y alcanza a un público más variado y accesible.
De ahí que, en O Son do Camiño, Love Of Lesbian tuvieran la pegada de siempre, a pesar de que eso conllevase que Santi Balmes recurriera a los trucos y discursos habituales. Nada que objetar, porque funcionaron y se metió en el bolsillo a su parroquia mientras se quitaba de encima los quince años cumplidos de “1999 (O Cómo Generar Incendios de Nieve con una Lupa Enfocando a la Luna)” mediante “Allí Donde Solíamos Gritar”, “1999” o la pegadiza (nunca dejará de serlo) “Incendios de Nieve”.
Con todo, Love Of Lesbian no solo vivieron del ayer, sino también del presente, a través de un par de novedades: “Contradicción”, su colaboración con Rigoberta Bandini, que no estaba allí en persona pero sí en la pantalla de fondo cumpliendo con su parte vocal virtualmente; y la recién publicada junto con Amaral “¿Qué Vas a Saber?”, que solo mencionaron de pasada y reservaron para otra ocasión. A estas alturas, la historia de Love Of Lesbian es bien conocida, pero seguro que ganaron algún seguidor despistado y que todavía no sabía que lo era como le sucede al protagonista de “Club de Fans de John Boy”, desenlace tan previsible como apropiado de un directo 100% made in Love Of Lesbian.
También típica fue la intervención de Myke Towers… en sentido negativo. Su show sirvió de reflejo prístino de las tendencias musicales que triunfan actualmente entre la chavalada que, en el escenario Xacobeo, ardía en deseos de perrear y de montar bulla. De hecho, incluso un niño se subió a las tablas para ayudar al puertorriqueño con unas cuantas rimas en un instante que, posiblemente, nunca olvidará.
Hasta ese punto llegó el impacto de Myke Towers, que prendió el final de la tarde con sus fraseos ágiles y calenturientos insertados entre beats de reggaetón y latin rap que soltaban chispas. Sin embargo, el hombre estaba obsesionado con las chicas y las mujeres arremolinadas a su alrededor, para él reinas, diosas, mamis, babies… Vamos, el rollo sexista acostumbrado (y jaleado, por desgracia) que causó hartazgo cuando ya lo había repetido por millonésima vez.
A unos metros de allí, en el escenario Estrella Galicia, varios padres de los que se desgañitaban con Myke Towers y otros adultos con ganas de viajar atrás en el tiempo esperaban que Pet Shop Boys, el plato fuerte del día, no sufrieran los problemas de sonido que habían deslucido el concierto de Green Day la noche anterior. Podían estar tranquilos: el espectáculo de Neil Tennant y Chris Lowe (más su espléndida banda de directo) se iba a retransmitir por La2 de TVE con media hora de diferencia, con lo que la buena calidad acústica estaba garantizada.
Pet Shop Boys habían aterrizado en Santiago de Compostela para iniciar en la Europa continental la nueva fase de su gira “DREAMWORLD”, en la que el dúo británico repasa sus clásicos básicos. Y eso fue lo que se vivió en el Monte do Gozo: un cuento de hadas musical (del que solo se quedó fuera “What Have I Done To Deserve This?”, una lástima…). Reforzados por un impresionante entramado visual de paneles de leds, imágenes y efectos perfectamente coordinados con sus canciones y sus pasos, Pet Shop Boys ejecutaron sus papeles al dedillo: Tennant como maestro de ceremonias divino y dicharachero, cambiando su vestuario según las necesidades; y Lowe como figura hierática y seria, parapetado tras su sintetizador y concentrado en los ritmos programados. Después, con pulcritud y elegancia, dejaron que los temas fluyesen para que el público conectara con ellos, los interiorizase y los disfrutase al máximo desde la inicial “Suburbia”, que definió la atmósfera urbana y sofisticada del show entre luces de neón.
Como ocurre en esta clase de conciertos, cada cual esperaba escuchar sus éxitos favoritos para abrir los oídos y los ojos y seguir los versos de Neil Tennant con entusiasmo durante “Where The Streets Have No Name (Can’t Take My Eyes Off You)” -con el auditorio levantado en volandas-, una maravillosa “Rent” o “Left To My Own Devices”, todo un bombón sonoro. Eso sí, la verdadera explosión se produjo con “Domino Dancing”, cuyo estribillo se escuchó en la plaza del Obradoiro.
Por otro lado, entre tanta efusividad ochentera, no había que olvidar que Pet Shop Boys habían editado pocas semanas antes su último álbum, “NONETHELESS”, del que rescataron consecutivamente “Dancing Star” -con vídeo de Rudolf Nuréyev de fondo-, “Loneliness” y “A New Bohemia”, que encajaron sin problema con el resto del repertorio. Y, del disco más reciente de Tennant y Lowe, otra vez al primero, “Please”, a través de “Love Comes Quickly”, que recuperó el carácter nostálgico del concierto.
A partir de ahí, Pet Shop Boys comenzaron a enlazar “Paninaro” con una catártica “Always On My Mind”, “Dreamland” con “Heart” e “It’s Alright” con “Vocal”, el arranque house de una velada que ya había cumplido las expectativas… Bueno, no, aún no. Faltaban cuatro piezas fundamentales de la longeva y fructífera carrera de Pet Shop Boys: “Go West” e “It’s A Sin”, que acabaron por agotar las fuerzas de las filas delanteras; y, ya en el bis, la excelsa “West End Girls” más “Being Boring”, el broche ideal. Neil Tennant y Chris Lowe demostraron que son los reyes del electropop inmaculado e ilustrado tras cuatro décadas de trayectoria impecable.
En todo festival, suele elegirse cuál es el momento más adecuado para llenar el estómago aunque la música no cese. Esta vez, ese turno coincidió con Natos y Waor, que amenizaron la cena mientras resultaba cada vez más difícil protegerse del frío nocturno, pese a que varios torsos masculinos y femeninos bastante destapados no lo sugerían tanto…
La misma idea que seguro tenían en la cabeza Icona Pop cuando se pusieron tras la mesa de mezclas para finalizar la jornada con luz y calor. Se creía que la pareja sueca realizarían una actuación en vivo, pero su presencia en O Son do Camiño fue en calidad de djs que alternaban algunos vocales al micro. Aino Jawo y Caroline Hjelt se emplearon con prestancia para unir house de radiofórmula con remixes dance en una sesión dinámica pero relativamente desangelada.
Pasadas las mejores horas del viernes, la madrugada no daba para mucho más, únicamente verles cantar y bailar “I Love It”, y no era razón suficiente visto lo vacía que se había quedado buena parte de las gradas del Monte do Gozo. Al día siguiente volverían a llenarse hasta los topes para recibir, por ejemplo, a Thirty Seconds To Mars. La noria del O Son do Camiño 2024 seguía girando sin parar. [FOTOS: Stephanie Whybrow] [FOTOS Pet Shop Boys: cedidas desde el público por Arsenio López] [Más información en la web de O Son Do Camiño 2024]