¿Deberíamos considerar el nuevo «Fama, ¡A Bailar!» como el verdadero «Fama Revolution»? Aquí van muchos puntos a favor de esta teoría (y a favor de la presente edición).
¿Alguien recuerda quién ganó la última edición de «Fama, ¡A Bailar!» en Cuatro? He de confesar que yo sí. Era bastante friki. María. De Barcelona. 18 años. Para la final eligió el tema “Click, Click, Click” de New Kids on The Block. No tenía ni idea de la existencia de este grupo, ni que formaban parte del Olimpo de las Boy Bands, pero por edad y generación tampoco estaba obligado a conocerlos. Después no he vuelto a saber nada más de María, pero supongo que estoy en deuda con ella y le estaré eternamente agradecido por haberme descubierto a NKOTB, corroborarme que nací antes de tiempo y que, musicalmente (y en general), finales de los 80 y principios de los 90 estuvieron muy, muy bien. Tragedia de Millennial y complejo de Karina “cualquier tiempo pasado nos parece mejor”.
Antes de este «Fama 5» en el que ganó María, hubo un intento de rescatar el formato (que ya estaba súper saturado) al que titularon «Fama Revolution«. En la Academia entraron un total de 50 personas. ¿Dónde dormían? Ni idea. Y el público ejecutó a más de la mitad en dos oleadas. Ni la peste negra. ¿Os suena este recurso? «Gran Hermano» hizo exactamente lo mismo en esta última edición.
Ahora bien, aquel «Fama» de «Revolution» no tuvo nada. Si acaso las lavadoras de la academia, por la cantidad de centrifugados diarios. La dinámica del concurso era la misma, los profesores eran los mismos y, seamos honestos, todos esperábamos cada día que Rafa Méndez apareciera en plano y soltara alguna de sus sentencias. Rafa era «Fama«. De hecho, el programa debería haberse llamado «RaFama Méndez, ¡a bailar! (y a callar)«. Cambiaron el grafismo para esa cuarta edición, (era horrible,) con muchas aristas (carente de artistas en la Academia) y abusaban de los planos diagonales y la inclinación de las cámaras en la realización que ni el expresionismo alemán. «El Gabinete del Doctor Caligari» era una meseta en comparación con las galas de «Fama Revolution«. También decidieron cambiar el nombre al programa. Como casi siempre que en España utilizamos nomenclatura anglosajona para vender un cambio, en esta ocasión nos ofrecieron una revolución que no consiguieron.
Ahora, siete años después y con un «Operación Triunfo» por medio, ha vuelto «Fama, ¡A Bailar!» para jodernos los ritmos circadianos. La esencia del concurso es la misma, pero el programa es completamente diferente y mejor. ¿Por qué? Vamos por partes.
Porque, en plena era Contemporánea (no sabremos cuándo terminará), el estilo que predomina en la academia es el Contemporáneo. Tanto por parte de los alumnos como de los profesores. Se desdibujan las líneas entre el Funky, el Lírico o el Hip-Hop de pasadas ediciones para fusionar estilos, abrazar la técnica y hacer portés con las influencias de unos y otros bailarines. «Fama» ha vuelto, y es Contemporánea.
Porque nos ha traído de vuelta a Paula Vázquez. A Paula Vázquez y al ventilador, ojo. La gallega es el denominador común en las ediciones con más éxito de «Fama» y, para esta vuelta, no podían tentar a la suerte. Porque en Galicia son supersticiosos, ¿no? Además, Paula es natural y cercana tanto con los alumnos como con los invitados, y sus gazapos en directo transmiten más veracidad al formato. Y ella… es que ella es riquiña.
Por la música. “Un Jardín” de Delaporte como carta de presentación y como Ópera Prima para la coreografía inicial del programa ha sido todo un acierto. «Fama, ¡A Bailar!» en esta nueva edición, como ya hizo «Operación Triunfo«, ha entendido que el share de audiencia no lo es todo; y que, para conectar, el peso está en las plataformas digitales y las redes sociales. Spotify es un buen canal a explotar y ayudar a los melómanos a descubrir nuevas canciones y artistas desconocidos. Ciao Gaga. Adeu Kesha. Agur Madonna. Welcome Leikeli47 y bienvenido el trap francés. Está Shazam echando humo.
Por la ropa. Porque en esta edición han entendido que tan importante es el vestuario como la elección de la música o la propia coreografía, y está tan cuidada su elección que la ropa complementa la actuación. Y, a bear, no nos vamos a engañar: es maravillosa y la quiero toda. Frente a ediciones anteriores, donde el vestuario de los alumnos eran camisetas 100% algodón (para que transpire bien el sudor) serigrafiadas con tipografía WordArt, en esta última temporada las coreografías las patrocinan COS, Olive MensWear y marcas de ropa vaporosa y viscosa.
Por los profesores (que ya fueron debidamente presentados en este otro artículo). ¿Pueden molar más? No sabría elegir uno favorito y, como con los alumnos, se aprecia que hay más nivel que en otras temporadas. Al principio, creía que era un error no renovar la plantilla y las caras que ya conocíamos, pero la revolución del formato pasa por cambiar el cuerpo docente. Las coreografías son cada una más espectacular que la anterior y, a diferencia de otras temporadas, no hay ninguna que no interese ver. Curiosamente, lo que más me ha gustado en esta edición es que han derrumbado la jerarquía vertical y la supremacía de unos profesores sobre otros: ahora se aprecia una estructura horizontal tanto en la escuela como en el propio plató.
Por las parejas de bailarines. ¿Quién dijo que la combinación perfecta era chica-chico? En esta edición, han roto con el Status Quo y también hay parejas del mismo sexo compitiendo. ¿Acaso no puede ser el baile un ejemplo de cómo es la sociedad actual? Acaso sí. Andoni y Fran son puro amor, y su primera coreografía juntos parecía sacada de «So You Think You Can Dance?«. Lo mismo sucede con Carla y Sandra, y también con Raymond y Aaron. ¿Por qué el tándem de profesores no pueden ser personas del mismo sexo? ¿Acaso hombre no se complementa con hombre, mujer con mujer y también mujer a hombre del mismo en el sentido contrario? Estamos para darnos cariño, darnos amor y baile. También baile.
Por el plató, la escuela y la realización. A diferencia de los colores estridentes de ediciones pasadas, el estilo industrial y la decoración de la escuela bien podría merecer un publi-reportaje en la revista AD. El nuevo escenario y la parrilla de luces del plató, muy parecida a la del Apolo, merece un capítulo aparte. Y, en cuanto al grafismo y la composición centrada contrapuesta con títulos en colores llamativos a lo Wes Anderson me tiene enamorado. Además, para esta edición, parece que han estudiado cómo quedan las coreografías en plano para estudiar los movimientos y cambios de cámara. ¿Algo básico? Pregunto.
Si hubiera algo “malo” que destacar de este nuevo «Fama, ¡A Bailar!«, con permiso de Aitana War, sería la exclusividad del programa. A diferencia de «Operación Triunfo«, donde el éxito de su retorno a la cadena pública y el fenómeno de masas que ha sido se debe en gran medida a las redes sociales. «Fama» tiene un contrato de exclusividad con Movistar+ que ha blindado el baile únicamente a la televisión. En su canal de YouTube no podemos disfrutar de la esencia del programa: las coreografías semanales. Pero, a cambio, podemos disfrutar de un contenido adicional: historias de los alumnos, masterclass, ensayos, 24h… ¿Esto es un error o un acierto? Bueno, según desde la perspectiva que se mire.
Sin embargo, y con el ejemplo de «OT» (dónde tan importante era la vida y las historias de los concursantes dentro de la academia como las propias actuaciones), reducir «Fama» a un contenido puramente centrado en el baile puede ser un acierto. Evitar que el programa sea un fenómeno masivo que le otorgaría una cadena pública y sacrificar la cantidad de seguidores por la calidad del talento puede hacer que, por una vez, los programas de baile en España tengan la calidad que merecen. Veremos a bear. [Más información en la web de «Fama, ¡A Bailar!» y en su canal de YouTube]