PANTOCRATOR
Por ahí se dice se comenta que Pantocrator son Los Punsetes barceloneses… Pero no te dejes engañar: son muchísimo más que eso.
VIDA. Originarios de Barcelona, en concreto del barrio del Carmel (de cuyo sonido salido de entre sus calles son insignes representantes), a Marina Correa, Marta Delmont, Xiri Romaní y Robert Busquets les ha bastado menos de un año para erigirse como una de las bandas más excitantes del pop-rock alternativo catalán.
De hecho, todo aficionado a las guitarras ágiles que se enfocan tanto al punk como al power pop e incluso al rock garagero tienen grabadas en su cabeza las andanzas del cuarteto, más allá de que los más avezados conocieran previamente las aventuras de Xiri con Alavedra y Bearoid o que Marta giró junto a Joana Serrat. Pero, por si algo Pantocrator han logrado atravesar cada vez más oídos es por su combinación de electricidad y versos repletos de ingenio y acidez que han hecho que se les haya descrito como Los Punsetes barceloneses.
OBRA. Esa comparación no va nada desencaminada. Básicamente, por el sentido del humor que Pantocrator aplican a su manera de relatar cuitas y dramas propios del primer mundo (millennial o no), muchas veces -se supone- inspirándose en historias reales. En esa peculiar visión que de la vida tienen Pantocrator se fundamentan los dos EPs que han lanzado hasta la fecha. El que significó su debut, “Villacapullos” (The Yellow Gate, 2019), se presenta como un satírico retrato de los capullos integrales, argumento que les sirve para vestirse de Bikini Kill y destapar la verdad del rollo rockero-machote que va de molón (“Caballo de Troya”) o del amor en tiempos de Tinder y redes sociales (“El Ministerio de las Básicas”) entre riffs centelleantes y teclado juguetones.
La firmeza que desprendía aquel EP facilitó que Pantocrator diesen un paso adelante fichando por HelsinkiPro, que se encargó de alumbrar a finales de enero su segundo EP, “La Masacre de Putis” (HelsinkiPro, 2020). Esta referencia a la matanza de más de cien campesinos en Perú a finales de 1984 no debería desviar la atención sobre la profundización de Pantocrator en uno de sus asuntos favoritos: las relaciones más amorosas o más físicas, expresadas en los términos bélicos de “La Cruzada del Amor”, interpretadas con las melodía redonda y el estribillo pegadizo de “No te Puto Pilles” o descritas con la mordacidad de “Territorio Hostil”, probable continuación de “El Ministerio de las Básicas”. El corazón es un músculo sano pero necesita acción. Menos mal que ahí están Pantocrator para darle vidilla. [Más información en el Facebook de Pantocrator]