«Nuestros Colores» es el nuevo manga de Gengoroh Tagame, pero también es una lección de educación sentimental gay sobre el espacio seguro que todos necesitamos para crecer.
«Este manga está dedicado a mi yo de 1979… Mi yo con 15 años, que por supuesto no tenía novio ni tampoco amigos gays, ni ningún adulto abiertamente gay a su alrededor. Que los únicos gays a los que veía en el cine y en la televisión eran travestis estrafalarios o despiadados asesinos cargados de topicazos, que tampoco era el prototipo de chico delicado que aparece en los manga, y que sin embargo sabía que él era gay.» Esta son las palabras que (perdón por el spoiler) cierran «Nuestros Colores» de Gengoroh Tagame.
Y son palabras de vital importancia en el aquí y el ahora, que es justo cuando la editorial Panini ha publicado esta obra en nuestro país. Ya sabes: el ascenso de la ultraderecha en Europa, la victoria de Giorgia Meloni en Italia, el rampante discurso de odio que día sí y día también es vertido por Vox en los oídos de media España… Y, por encima de todas las cosas, el retroceso de derechos que creíamos totalmente adquiridos. Hoy es el aborto, mañana puede ser la mera existencia como persona queer.
El presente tiene mucho de acomodaticio y, cuando mira hacia el pasado, lo hace con melancolía buenista. Y es por eso por lo que, aunque es totalmente comprensible leer «Nuestros Colores» como un «qué bien que las nuevas generaciones puedan crecer con cómics como este, que no existían cuando yo estaba descubriendo mi propia identidad sexual«, también debe leerse como un «queremos que esta historia no sea solo el presente, sino también el futuro«.
Y, ojo, que no pretendo ponerme catastrofista, ni mucho menos. No quiero detenerme en este pensamiento pesimista más de la cuenta… Porque, al fin y al cabo, el objetivo de esta reseña es celebrar «Nuestros Colores» como lo que realmente es: un cómic imprescindible por todo lo que tiene de educación sentimental. Y también, para empezar, por todo lo que tiene de celebración de «el nuevo Tagame«.
El nuevo Gengoroh Tagame
Hace ya casi cinco años que yo mismo escribí este otro artículo titulado «¿Quién es Gengoroh Tagame y por qué puede ser uno de los bombazos de 2018?». Mi argumento era que la publicación de «El Marido de mi Hermano» en nuestro país podía (y debía) conseguir que el autor trascendiera su consideración como autor de manga erótico gay (específicamente, dentro de la sección de bears y muscle bears) y accediera a un público mucho más amplio.
Al fin y al cabo, hasta aquel momento, a Tagame se le conocía especialmente por el estilo de unas ilustraciones que ensalzaban un modelo de hombre hiper-masculino e hiper-musculado, comúnmente peludo, que suele identificarse con la categoría gay de «oso». También se le conocía por su afición hacia la ilustración de escenas en las que el sadomasoquismo exploraba su vertiente más sórdida. Su obra más conocida en aquel momento, de hecho, era «La Casa de los Herejes» (publicada por La Cúpula en nuestro país): una odisea en tres números en los que un pobre señor (que estaba buenísimo, eso sí) era vejado hasta la saciedad por una familia adinerada en el marco del Japón del medievo.
Y, aunque Gengoroh Tagame no ha olvidado su vertiente más erótico-festiva (buena prueba de ello es que La Cúpula ha editado recientemente «Degeneración«, un tomo recopilatorio de historias cortas con alto contenido sexual), «El Marido de mi Hermano» supuso la apertura de todo un nuevo territorio narrativo para el autor. Por mucho que los cuerpos del dibujante sean los mismos, de repente, Tagame se atrevía con la historia de un hombre heterosexual con una hija a la que está criando en soledad que de repente conoce al marido de su difunto hermano. Su vida se pone del revés y, a través de la relación entre su hija y su cuñado (un osazo yanki), tendrá que enfrentarse a sus propios prejuicios contra la homosexualidad.
No, al final de todo, el señor hetero no se hace homosexual ni acaba en la cama con su cuñado. «El Marido de mi Hermano» reveló que, más allá de la elocuentísima (y retorcidísima) imaginación para las escenas de sexo, Tagame también sabe bordar escenas intimistas y costumbristas (incluso gastronómicas) sobre las que construir una trama con un trasfondo queer clarísimo. Una sonora llamada de atención de esa sociedad japonesa que esconde sus todavía vigentes prejuicios debajo de ideas como «da igual a quien metas en la cama, mientras no hagas alarde de ello en sociedad«.
Un nuevo Gengoroh Tagame que vio cómo su consideración como autor se elevaba hacia el firmamento del panorama comiquero mundial… Y que, obviamente, tarde o temprano tendría que enfrentarse a la reválida. Esa reválida es, obviamente, «Nuestros Colores«.
La educación sentimental de «Nuestros Colores»
Una reválida que, digámoslo ya, Tagame supera con nota. Eso sí, desde el principio (y, sobre todo, al llegar a la dedicatoria final que encabeza este artículo), queda claro que «Nuestros Colores» opera en un registro narrativo y emocional distinto al de «El Marido de mi Hermano«. Al fin y al cabo, mientras que aquella era una revisitación de las comedias con niño que tanto gusta a los japoneses (ahí está «Yotsuba!» como epítome del género), aquí nos encontramos más bien con una revisión de otro género igual de popular: el BL.
Pero maticemos esta apreciación. Las siglas del BL salen de las palabras «boys love«, y eso deja bastante claro de qué va este género de manga y anime que se centra en las historias de amor entre chicos. Ahí encaja perfectamente la historia de «Nuestros Colores«, que a lo largo de tres tomos narra cómo Sora, un adolescente homosexual con miedo a salir del armario, conoce a Shirô, un señor que regenta una cafetería ruinosa y que, mostrándose abiertamente gay, crea un espacio de seguridad para que el chaval pueda lidiar con su identidad sexual. En la trama acaban mezclándose Nao, la amiga de la infancia que todo el mundo piensa que es la novia de Sora; y Yuko, la ex-mujer de Shirô que acabará por revelar la cara menos amable del dueño de la cafetería.
El mencionado matiz viene precisamente del hecho de que Gengoroh no esconde en ningún momento que esta historia está dedicada a sí mismo y que, por lo tanto, opera lejos de las reglas de ese BL que, normalmente, es más atrevido y picante de lo que «Nuestros Colores«, tan lleno de buenas intenciones y sentimientos cálidos, se permite. Y esto parece broma: ¿Tagame pecando de recatado? ¿En serio? ¡Ni mucho menos! Más bien Tagame siendo totalmente honesto con sus propias intenciones.
Porque ese picante ya lo explora en otras obras, así que Gengoroh prefiere consagrar este «Nuestros Colores» a un objetivo primordial: hablar de la educación sentimental que a muchos homosexuales les es vedada en su infancia y adolescencia. El autor plantea muchas situaciones que lanzan al aire preguntas diversas: ¿por qué un homosexual tiene que salir del armario y un heterosexual no? ¿Por qué salir del armario, de hecho, no es una cosa que los gays hacen una vez en su vida, sino mil veces en su vida y cada vez que conocen a alguien nuevo? ¿Por qué un homosexual siente miedo de decir lo que siente por otro hombre que, probablemente, nunca se enfadaría porque una chica le diga que le gusta? ¿Por qué una pareja gay tiene que mirar a su alrededor por la calle antes de darse la mano para calibrar el peligro potencial de su acción?
Para abordar todas estas cuestiones, Tagame crea un maravilloso espacio seguro que funciona tanto a nivel real como a nivel metafórico. La ruinosa cafetería de Shirô, tan deudora de aquellas otras cafeterías que en los 80 nos hicieron soñar en animes como «Kimagure Orange Road«, es un espacio seguro en el que Sora, Nao y Shirô comparten un secreto: la orientación sexual del primero. Un espacio seguro en el que, además de dar libertad a su identidad, Sora también puede dar rienda suelta a su creatividad, ya que el dueño le pide que pinte un mural en el que plasme tanto su arte como su obsesión por los colores con los que ve el mundo. Colores, por cierto, que siempre van cambiando dependiendo del estado anímico del protagonista.
Este es otro de los aciertos de «Nuestos Colores» y una de las características más magistrales de la obra de «el nuevo Tagame«: su capacidad para plasmar el tumultuoso mundo emocional de una persona homosexual a partir de poderosas imágenes poéticas. Cuando Sora tiene que ocultar su homosexualidad delante de otros, una máscara hierática cubre su cara. Cuando se ve sofocado por la posibilidad de tener que mentir sobre su sexualidad el resto de su vida, se ahoga en un mar de aguas impertérritas (por mucho que esté en la terraza de su escuela). Por poner tan solo dos ejemplos.
Cuando Shirô le pide a Sora que haga un mural en la cafetería, le dice que pinte «un lugar agradable y tranquilo» en alusión al título de una novela de fantasía que leyó en su adolescencia. Poco a poco, de hecho, Sora se irá dando cuenta que la cafetería no solo es un espacio seguro para él, sino también para el dueño: un señor que se lanzó a vivir su sexualidad con avanzada edad y que, en un mundo de apps y encuentros sexuales fortuitos, no ha tenido tampoco un amigo gay.
Y de eso va precisamente «Nuestros Colores«: de lo que en la comunidad LGTBIQ+ llamamos «la familia elegida». En una comunidad en la que muchos miembros son expulsados de sus propias familias y crecen sin referentes directos ni espejos en los que mirarse para explicar qué está pasando por sus cabezas, al final las afinidades electivas acaban uniendo a similares que se ayudan a salir adelante, a conocerse a unos mismos conociendo a personas que pasan y han pasado por exactamente lo mismo.
Puede que esta obra sea la respuesta que Gengoroh Tagame diera a RuPaul cuando, en «Drag Race«, pregunta aquello de «¿qué le dirías al Gengoroh de 7 años?«. Pero también es mucho más: como ficciones recientes del calibre de «Heartstopper«, «Nuestros Colores» es un espacio seguro en el que los miembros de la comunidad LGTBIQ+ podemos encontrarnos para recibir el confort de alguien que nos entiende. Porque, en una sociedad que (de alguna forma u otra) sigue expresando un rechazo directo hacia nosotros, lo que los homosexuales buscamos durante toda nuestra vida es ni más ni menos que un lugar agradable y tranquilo en el que ser nosotros mismos. Nada más. [Más información en la web de Gengoroh Tagame y en la de Panini Manga]