Rescatemos un extracto de la entrevista que Leo Mateos, cantante y guitarrista de Nudozurdo, concedió a esta santa web hace más de dos años a propósito de “Ultrapresión” (Everlasting, 2012), un EP que, junto al posterior unplugged “Acústico” (Everlasting, 2013), suponía la referencia más reciente hasta la fecha del grupo madrileño:
“Los cinco temas que componen “Ultrapresión” fueron remozados para la ocasión y en ellos se intuyen algunos elementos sonoros (una pizca de psicodelia, de shoegaze y de slow-core ensoñador) que llaman la atención. ¿Pueden servir como guías de por dónde puede dirigirse vuestro sonido en el futuro? No. La idea es hacer algo diferente: utilizar nuevos instrumentos y dejar las guitarras en un segundo plano. Es sólo un punto de partida”.
Dicho y hecho. Mateos tenía muy claro que sus siguientes pasos sonoros poco tendrían que ver con la dirección seguida con anterioridad. Así, a finales de 2014 y en solitario bajo el alias de Acuario, despachaba el álbum “Cassette para los Niños” (Marxophone, 2014), en el que volcaba su gusto por el synth-pop primigenio y su aproximación a nombres rabiosamente actuales dentro del proceso de renovación del género como los foráneos John Maus o Com Truise y los patrios Computadora o Karen Koltrane. Pero, visto en perspectiva, el mencionado disco no era sólo una mera demostración de las probaturas y los experimentos domésticos de Leo con sintetizadores, teclados y artilugios analógicos similares, sino también toda una declaración de intenciones y un descriptivo avance de sus planes para dar forma al cuarto trabajo de estudio de Nudozurdo.
“Rojo es Peligro” (Everlasting, 2015) cumple a rajatabla con la premisa expuesta. De ahí que, en el fondo, no deberían haber sorprendido las hechuras sintéticas de su tema de adelanto, “El Grito”, sustentado por notas de teclados de diferentes texturas a las que siguen un ritmo ágil y la voz de Leo Mateos igual de penetrante que siempre pero con un tono relativamente más luminoso, pese al oscurantismo lírico que se balancea entre metáforas orwellianas y versos con un aura distópica pero tristemente reales. Se certifica con esta pieza que, si antes Nudozurdo basaban su discurso en la visceralidad del rock en sus diversas variantes -desde la más perturbadora hasta la más emocional, como constató de modo excelente «Tara Motor Hembra« (Everlasting, 2011)-, ahora abogan por filtrar su sonido hasta acercarlo al pop electrónico (“No Siento el Amor y tu Amor es Falso”, “Debo Ser un Robot”, “Yo te Protegeré”) en un cambio estilístico que no sólo no pierde naturalidad ni impacto en comparación con el resto del catálogo de los madrileños, sino que, además, gana en sofisticación.
En ese sentido, en “Rojo es Peligro” -no habría que obviar las múltiples connotaciones que arrastra el título: ¿políticas? ¿Físicas? ¿Psicológicas?- se aprecia cómo el trío -al lado de Leo se mantiene Meta al bajo, a los que se ha unido el batería Ricky Lavado (Standstill)- ha limado las asperezas formales de antaño para introducirlas en un espacio gaseoso, cósmico, onírico, brumoso y de contornos difuminados, en el que no falta la profunda disección literaria del amor y los sentimientos más íntimos marca de la casa. Quizá debido a esa combinación de formas suavizadas y fondo reflexivo, los medios tiempos y los tramos reposados y noctívagos se imponen a lo largo del repertorio (desde el principio con “Carpinteros del Mal” y “Bucles Dorados” hasta el final con “Estética de Tiempos” y “Los Bárbaros / Cuando Creas que ya Esté Aquí me Habré Ido”) creando una atmósfera global absorbente y, en determinadas fases, hipnótica.
Aunque no sorprenda que esta interesante incursión de Nudozurdo en el terreno del pop sintético haya cogido a contrapié a algunos de sus seguidores habituales, “Rojo es Peligro” deja la grata sensación de que, en el universo de Leo Mateos y compañía, cualquier mutación sonora bien entendida y encauzada es posible. Un detalle a tener en cuenta antes de que ejecuten sus futuros movimientos.