Nos invitaron a pasar una noche en el Hotel Iglú y tomar un Martini bajo cero… Evidentemente, dijimos que sí. Y aquí te lo explicamos todo para darte un poco de envidia.
¿Qué responder cuando alguien te llama un martes por la tarde y te dice «Tengo un planazo a ver si te apuntas: pasar la noche en un iglú«? La primera reacción, evidentemente, es un dafuq? lo más grande. ¿Un iglú? ¿Pero alguien además de Björk sigue utilizando los iglús para dormir? La segunda reacción, sin embargo, ya empieza a mostrar nuevos matices: ¿cuántas veces vas a tener la oportunidad en tu vida de pasar la noche en un iglú? Así que la tercera es la reacción inevitable: ¿¡dónde hay que firmar y cuándo salimos hacia el iglú de marras!?
Ahora toco poner en antecedentes: el iglú de marras es el Hotel Iglú situado en Grau Roig, y la invitación a semejante planazo venía de Martini. La idea era tomarse un Martini bajo cero… Pero, desde el punto y hora en el que los principales implicados en este tinglado eran los chicos de Plateselector, había una cosa que quedaba clara: esto no iba a ser tan simple y ramplón como ir a un iglú a tomarse un Martini a cero grados bajo cero. Ni hablar. Cabía esperar sofisticación de dos tipos: culinaria y eventista. Y la verdad es que la velada no defraudó al respecto de ninguna de estas dos expectativas.
En cuanto a la sofisticación culinaria, cualquiera que conozca a Plateselector sabrá de qué pie calzan. En este caso, y después de varias horas de viaje en autobús hasta Grandvalira, después de cambiarnos de ropa en los vestuarios de un hotel a pie de pistas para abrigarnos con cuantas más capas de ropa térmica mejor y después de un viaje en retrack que nos puso casi en vertical escalando la ladera de una montaña nevada en medio de una tormenta de nieve… Lo que decía, después de todo eso, esta crew de gastronomistas versión 2.0 se ocupaba de abrir la cena con dos entrantes de esos que se quedan en el paladar dispuestos a protagonizar muchos momentos futuros a lo magdalena de Proust. Como apertura por todo lo alto, Johann Wald puso sobre la mesa (nunca mejor dicho) su sublime Cóctel Caldoso Torino Bravo, una mezcla de múltiples inspiraciones (caldo calentito para combatir el frío, la ciudad de Torino, el rollo bravío que proporciona siempre el tabasco… y un chorrazo de Martini que sabía a gloria) que se tradujo en una bebida magistral que sirvió para calentar cuerpo y ponernos a tono una vez dentro del iglú. A continuación, Plateselector buscaron la integración de la gastronomía con el entorno, sirviendo ostras sobre platos de nieve recolectada a las afueras del iglú. En resumidas cuentas: dejaron el listón bien alto, pero eso no impidió que a continuación disfrutáramos de un buen festín por cortesía del personal del Hotel Iglú.
Luego están el segundo tipo de expectativas: las eventistas. Y aquí sólo bastaba echar un vistazo a la gente convocada para prever que iba a ser una de esas noches que vas a recordar toda la vida… y no sólo por lo de dormir en un iglú. Allá nos juntamos gente de good2b.es, Tendencias.tv, Vice, In and Out Barcelona o presencias ilustres de instagramers de lujo como Misshedwig o LittleBaobab. Juntos, y como suele pasar cuando nos reunimos gentuza de esta calaña (dicho desde todo el cariño del mundo, evidentemente), nos dedicamos a liarla a base de bien, hacer mucho más que un Martini bajo cero (vamos, que durante la cena corrió el Martini Royal que daba gusto), meternos en un jacuzzi a la intemperie mientras nos golpeaba en la cara una tormenta invernal que ríete tu de «Viven» o turnarnos para mendigar algo de calorcillo en una sauna también situada en el exterior del Hotel Iglú.
Pero todo lo budeno se acaba, así que llegó un punto en el que había que plegar velas y hacer lo que habíamos venido a hacer: «dormir» en un iglú. Hay que reconocer que dormimos poco: el frío no fue impedimento, pero los ronquidos diversos (mea culpa) y las ganas de cancaneo hicieron que descansáramos apenas cuatro horitas antes de volver a enfundarnos nuestra ropa de ski y nos dispusiéramos a desvirgar las virginales pistas de Grandvalira a una hora en la que el resto del mundo todavía se estaba desperezando. Así que ya sabes: si en algún momento te llaman y te preguntan si quieres pasar una noche en un iglú, sáltate mis dos primeras reacciones y rebózate directamente en la última. Lo agradecerás. Palabrita. [FOTOS: César Segarra y PlateSelector]