«Normal People» ya es una de las grandes series del año, y aquí preguntamos: ¿por qué nos parece bonita cuando debería darnos rabia?
Si te preguntan cuál es la serie que te ha dejado más tocado de los últimos meses es muy probable que respondas «Normal People«. Con tan solo doce capítulos de media hora cada uno, Marianne y Connell se han encargado de emocionarnos y volvernos a hacer sentir impotentes por los malos tragos que la vida le hace pasar a nuestro corazón. Porque lo que te enseñan estos dos adolescentes, posteriormente universitarios y al final de la historia unos jóvenes adultos recién licenciados, es que no hace falta que la cosa acabe mal para que el amor no tenga sitio.
Mejor dicho, para que no encuentre lugar. Espacio donde realizarse, claro. Parece ser que todo es cuestión de unas coordenadas que lamentablemente no llegan a cruzarse, y que no cabe más que aceptar con un dolor brutal que uno decide aceptar. Porque, amigas y amigos, ya lo dice el dicho: la procesión se lleva por dentro. Y esa represión es la que vemos en cada mirada y silencio de los dos protagonistas irlandeses, sin darnos cuenta de que la trampa de esta empatía no nos hace ver más allá. Y más allá es ver que quizá no es una historia de amor imposible sino una historia de dos personas que no están capacitadas para tener ninguna relación ni cuidar del otro.
La novela de Sally Rooney
Quizá deberíamos dar un paso atrás antes de solo hablar de lo aparentemente magnífica que es «Normal People«. Y quién dice una de las series del momento dice el libro de donde nace todo este éxito, escrito por Sally Rooney. Para ser más exactos, la novela con el mismo nombre que ha sido una especie de bestseller sin pertenecer enteramente a la categoría oficial de literatura bestseller. Obviamente, no se trata de una obra de culto; así que mejor dejémoslo en que forma parte de esta literatura disimuladamente accesible que empieza a ser la literatura indie.
Dicho esto, volvamos al punto de partida: ¿qué pasa con esta historia que nos emociona tanto? Está claro que ese sentimiento tan emotivo, tan de lágrima fácil, tan de ternura, tiene que ver con nuestra capacidad de empatizar. De identificarnos con este otro. Ok, ¿pero en qué nos vemos reflejados exactamente? Porque, en nuestro país al menos, poca gente se debe acordar de su época de estudiante de uniformes o viviendo una vida universitaria en un paisaje de monte verde y castillos.
«Normal People« nos emociona porque entendemos lo que les pasa a sus protagonistas. Y sí, aquello que les pasa es lo que siempre pasa: la famosa historia universal sobre corazones rotos. Las canciones de Masiel ya hablaban de ello, así que esto de llorar y pensar que no vas a volver a encontrar a nadie como esa persona no es algo nuevo. Pero hay muchas maneras de romperte el corazón, y quizá lo que está en juego cuando vemos esas escenas llenas de silencios que cortan el aire es entender que, simplemente, las cosas se abandonan. Que no hace falta que nada se rompa.
Estamos en una época, desde hace ya unos cuantos años, en que es difícil ser testigo de relaciones de no más de cinco años; existe el ghosting, el miedo al compromiso, y podrías contar con los dedos de una mano personas que saben gestionar sus emociones propias y las del otro, por no hablar de conocer a alguien y nunca saber – ni atreverte a preguntar – si sois algo más que un rollo… Todo esto nos suena, y no porque nos pase a nosotras y a nosotros, no porque le pase a tu amiga o tu amigo…. sino porque le pasa a la amiga y amigo de tu amiga y amigo. Porque, hoy, nos pasa a todo el mundo. Y tristemente es esto lo que se pone sobre la mesa en la obra de Rooney, más de lo que parece y más de lo que nos gustaría.
El amor líquido de Zygmunt Bauman
El sociólogo Zygmunt Bauman es conocido por desplegar todas sus teorías sobre nuestro tiempo, la famosa posmodernidad, a partir del concepto de liquidez. Para Bauman, somos una sociedad incapaz de afianzar nada ni de mantener una relación sólida con nadie; el hecho de vivir en una era de permanente cambio y bajo la presión de tiempos inmediatos ha hecho de nosotros seres que no pueden asentarse en nada. Ni tan siquiera ideológicamente: por esta misma regla de tres, no es casual que la mayoría de nosotros seamos escépticos con la política o no defendamos ningún partido en su totalidad, ya que nos mantenemos alejados y desconectados de un entorno, sea humano o no.
Y ello tiene por causa y consecuencia habernos vuelto radicalmente individualistas: solo concebimos nuestro deseo, porque no sabemos cómo incorporar al Otro o a un elemento externo en nuestras vidas; tampoco tenemos las habilidades de negociar con el tiempo, perspectiva y paciencia que supone la construcción de todo vínculo. Otra de las características que supone vivir en el mundo líquido definido por el sociólogo es la búsqueda de la identidad constante: al ser el hombre alguien educado en un sistema donde imperan la flexibilidad y la mutación constante, necesita forjarse una autonomía respecto a la otredad y, por esta razón, trabaja incansablemente para su autorrealización personal. ¿El resultado de esto último? Un ego desorbitado que busca anclarse en un lugar fijo en el mundo.
En su obra «Amor Líquido«, el autor profundiza sus tesis en las relaciones sexoafectivas y de cualquier otro tipo, ya sea en concepto de amistad o de otros roles de cercanía. Su tesis se podría resumir en la siguiente cita: “La moderna razón líquida ve opresión en los compromisos duraderos; los vínculos durables despiertan su sospecha de una dependencia paralizante. Esa razón le niega sus derechos a las ataduras y los lazos, sean espaciales o temporales”. Bauman se pregunta qué ha cambiado para que en tan pocas décadas hayamos pasado de tener matrimonios para toda la vida a haber separaciones en 1 de cada 3 parejas. El pensador apunta a que se buscan conexiones y no relaciones, hecho que explica, literalmente, el éxito de las aplicaciones de dating de internet; por otro lado, el narcisismo y el hedonismo creciente en el individuo ha hecho que no seamos tolerantes con ningún tipo de diferencia y la entendamos siempre desde un conflicto con el que no estamos predispuestos a negociar.
En definitiva, Bauman señala cómo hoy toda relación es una relación de consumo, como si de un supermercado se tratara. En esta línea, una pareja ya no es un proyecto común sino una decisión que remite exclusivamente a la propia voluntad, que tiene que ver con lo que quiero y me apetece en todo momento, sin asumir ningún tipo de responsabilidad afectiva y dejando en el camino todos esos cadáveres emocionales que luego describe Brigitte Vasallo en «Pensamiento Monógamo, Terror Poliamoroso«.
El amor en «Normal People»
Después de este despliegue teórico, volvamos a «Normal People» y preguntémonos: ¿es verdaderamente la relación que mantienen Marianne y Connell una relación de amor? Si creemos que sí, ¿es la relación de amor que nos debería emocionar en vez de hacernos enfadar o querer rechazar? Los protagonistas, en primer lugar, son personas que no saben cuidar de sus emociones ni mucho menos comunicarlas; si no saben hacerse cargo de lo propio, si todavía no han adquirido la necesaria madurez emocional para aprender a gestionar sus cargas emocionales, ¿pueden construir una relación? ¿Pueden incluir al Otro y negociar con él?
Tanto en la serie como en el libro vemos cómo los protagonistas hablan de su pareja -a ratos expareja- como apoyo incondicional; si bien es cierto que en muchas situaciones complicadas se han dado apoyo mutuo, tampoco es un buen punto de partida situar al otro como salvador o alguien que debe rescatarme. Por otro lado y por poner algunos ejemplos gráficos, cuando Connell amenaza al hermano de Marianne para que no la vuelva a maltratar o cuando hablan por Skype, también hay una falta de comunicación brutal. O sin ir más lejos: cuando Connell entra en depresión y va a la psicóloga, intenta explicar su tristeza desde la anécdota del suicidio de su amigo, sin la intención de ir más allá y profundizar en estructuras y dinámicas de comportamiento que expliquen cómo ha llegado en caer en tal enfermedad mental.
Los mensajes y los diálogos no son nunca claros, sino más bien ambiguos, incluyendo el elemento del silencio y la mentira piadosa como un elemento romántico que permite alargar su tensión sexoafectiva no resuelta. Estamos en una época donde se está haciendo un trabajo enorme para que no normalizar las relaciones como juegos caprichosos de Cupido; no deberíamos permitir que en un espacio de intimidad las cosas sean dichas entremedias, no debería ser algo emocionante tantísimo silencio por un juego de miradas que quede bien a cámara. En «Normal People» hay una cantidad de dolor innecesario por malentendidos; y esos malentendidos no son caprichos del destino, sino producto de una comunicación casi nula. Y que los protagonistas no sean conscientes de ello ni pretendan serlo, que no pongan sobre la mesa qué es lo que falla en la forma en cómo se comportan después de tantos años conociéndose… nos debería, como mínimo, llamar la atención. Y, por supuesto, asustar.
Por otro lado, encontramos una conducta en Marianne también propia de nuestros tiempos de Tinder, y es la de intentar superar todo vacío y duelo por Connell encadenando relaciones con otros hombres: “Cuando la calidad nos defrauda, buscamos la salvación en la cantidad. Cuando la duración no funciona, puede redimirnos la rapidez de cambio”, sentencia Bauman en «Amor Líquido«. «Normal People» nos devuelve una visión romántica cuando realmente el denominador común de la obra y de la serie no es más que un constante dolor; un dolor tan obviado que solo hace que dar rienda suelta a un pozo de inseguridades y toda una serie sentimientos nocivos para el bienestar personal.
Y lo preocupante es que todo esto en la ficción no tiene ningún tipo de foco, se pasa por todo ello de puntillas de una forma tan magistral que hace que nosotros también pasemos de puntillas, pensando que qué triste pero qué bonito a la vez. El compromiso de hacerse adulto no aparece por ningún sitio, y los personajes solo aparecen vulnerables en tanto que infantilizados: “El mundo actual parece conspirar contra la confianza”, sentencia nuestro sociólogo referente de este artículo.
Volviendo a uno de los puntos fuertes de Bauman ya mencionados al principio, que es el de la carga de sentido que recibe nuestro ego, volvemos a ver ejemplos en cómo se reproduce este mal pandémico de nuestro tiempo. En «Normal People«, esta excesiva preocupación por la identidad estaría centralizada en la figura de Marianne, ya sea a competitividad y en buscar insaciablemente la esencia a través de la cual representarse. De hecho, es este carácter un punto determinante sobre la eterna fragilidad que viven ambos.
Tanto Marianne como Connell se preguntan por su carrera, por si quieren acostarse con otra persona porque están aburridos, por si quieren vivir en tal sitio el año siguiente… Esto es algo completamente necesario porque, lógicamente, todos tenemos proyectos, ambiciones y luchamos por encontrar nuestro sitio. Lo inquietante aquí es que toman decisiones sin consultarle a la pareja, y únicamente las comunican cuando ya han tomado la decisión ellos mismos y en solitario. La primera persona del plural, en ninguna ida y venida de la relación, no existe: “he decidido…”, “he pensado que…”, “tengo que decirte…”; son una pareja que viven vidas paralelas y, cuando deciden tomar una nueva dirección, sencillamente avisan de ello no para saber qué le parece al otro, sino para que el otro lo sepa.
«Normal People» habla de todos, sí. Pero habla de todos porque habla de todos aquellos males que, por desgracia, hoy forman parte de nuestra dañina forma de relacionarnos. Y contra la que deberíamos luchar. Aunque sea habitual que hoy el amor sea algo líquido, no duradero, no definido, que no deja de transformarse constantemente, que cambia a una velocidad vertiginosa… no deberíamos normalizarlo. O querer que esté normalizado. No nos tendría que caer una lágrima con Marianne y Connell, nos tendría que nacer una rabia y motivación interna de no dejarnos atrapar en tener relaciones así. Porque si lloramos, nos parece bello, y si nos parece bello, nunca podremos ver lo que nos hace daño. Y el daño no solo se repara con libros de autoayuda. [Más información en la web de «Normal People» en Starzplay]