Después de que Liam Gallagher certificara la defunción de Beady Eye en octubre de 2014, su hermano Noel se quedó como único avivador de los rescoldos de la historia de Oasis tras su fulminante disolución. Seguro que el hombre esbozó una gran y socarrona carcajada al enterarse de la noticia, convertido otra vez en el big mouth del Reino Unido -aprovechando que Morrissey se había relajado para centrarse en su inestable salud- que escupe contra todo artista que se le pone a tiro: en los últimos meses, James Blunt (con toda la lógica del mundo), Ed Sheeran (también), Sleaford Mods o Emeli Sandé fueron objeto de sus corrosivas declaraciones. Sí, Noel ha evidenciado con creces que tiene la lengua en forma, hasta para rechazar sin pensárselo ofertas millonarias para reunir a Oasis pese a que los recuerdos a su banda histórica se acumulaban por obra y gracia de las recientes reediciones de sus dos mejores discos, “Definitely Maybe” (Creation, 1994) y “(What’s The Story) Morning Glory?” (Creation, 1995).
Pero, por si alguien todavía tiene ciertas dudas al respecto, conviene remarcar que a él le resbalan todas esas tonterías mediáticas; y, cuando no las rechaza, las recicla en su beneficio -con el NME como agradecido altavoz- para reforzar su figura al frente de su proyecto personal, Noel Gallagher’s High Flying Birds, que demostró ser más fiable que la aventura grupal de su querido hermano incluso antes de que viera la luz su primer álbum, “Noel Gallagher’s High Flying Birds” (Sour Mash, 2011). Una de las virtudes de aquel LP se basaba en el hecho de que Noel, siempre permeable a influencias y sonidos que van más allá de The Beatles y otros tótems británicos, plasmaba un gusto por el pop y el rock de raíces norteamericanas que ya había dejado entrever en los dos últimos trabajos de Oasis pero que en el inicio de su nueva andadura se desplegaba con total libertad.
De ahí que el título del segundo trabajo de Noel Gallagher’s High Flying Birds, “Chasing Yesterday” (Sour Mash, 2015), parezca una pequeña broma que el propio Noel se hace a mí mismo a propósito de su pasado musical y del deseo ajeno que día tras día le conmina a recuperarlo. Pero lo que persigue nuestro hombre es alejarse de él lo máximo posible… en teoría. Porque, en la práctica, comienza a sonar el primer tema del disco a través de los acordes acústicos de “Riverman” y da la sensación de que va a caer de un momento a otro una versión actualizada de “Wonderwall”. Más delante, “Lock All The Doors” arranca con una energía demasiado similar a la de “Morning Glory”. Y “You Know We Can’t Go Back” presenta unas hechuras ideales para la voz de Liam, independientemente de que su título tenga pinta de ser un mensajito para él. ¿En serio, Noel? ¿A estas alturas?
Curiosamente, frente a los cortes mencionados, los dos sencillos previos que anticiparon la salida de “Chasing Yesterday” sí que plasmaban el empeño de Noel por hallar su marca sonora más personal, aunque siguiendo vías encontradas: “In The Heat Of The Moment”, la directa y facilona que hace unos años no superaría las exigencias de calidad noelianas ni de broma; y “Ballad Of The Mighty I” -con Johnny Marr aportando su granito de arena-, la más relativamente elaborada que se basa en el poder de la melodía, esa materia que Noel aún maneja con maestría cuando la inspiración lo atrapa de vez en cuando. Una situación que, para desgracia del mancuniano, no se ha producido en la medida que le hubiese gustado con respecto a este álbum, como reflejan la intranscendente “The Mexican” o esa especie de pastiche entre “Hotel California” de The Eagles, “Angie” de The Rolling Stones y “Stairway To Heaven” de Led Zeppelin que es “The Girl With X-Ray Eyes”. Entre ambas canciones, la parte central de “Chasing Yesterday” se pierde en un desierto de descolorida psicodelia y épica de bolsillo.
A pesar de todos los aspectos negativos de este disco, Noel Gallagher puede apuntarse el tanto de haber logrado colocarlo en el número uno de la lista de ventas británica durante su primera semana en el mercado por encima de Sam Smith y, oh, sorpresa, el vilipendiado Ed Sheeran. El mayor bocazas del reino, por tanto, ratificó con hechos sus fanfarronadas contra los actuales ídolos musicales que dominan el cotarro en las islas. ¡Mirad! Por ahí va el ego de Noel, silbando tan tranquilo…