Las modas y los hypes son peligrosas telas de araña en las que es muy pero que muy fácil quedarse enganchado: para cualquier artista con un mínimo de pericia y de oficio, resulta particularmente fácil emular un sonido en concreto, ese sonido que parte la pana en un momento dado, para que el mayor número de miradas (y oídos) se centren en sus canciones. Eso es fácil. Lo difícil es, una vez has acaparado la atención debida, demostrar que tu propuesta vale la pena. Para ejemplificarlo de forma lo más gráfica posible, dejadme hablar de un caso en concreto: ¿qué ha pasado con todas aquellas bandas que se lanzaron a practicar el sonido «Drive» (que, a su vez, entroncaba con un French Touch nocturno y canalla epitomizado en la figura del Kavinsky menos garrulo)?
Os lo digo yo: ni Chromatics se salvan del hastío que a día de hoy sentimos hacia aquel tipo de sonoridades (de hecho, muchos son los que ya están esperando lo nuevo de Johnny Jewel con las garras afiladas)… Y si digo todo esto es porque yo mismo me apresuré a evaluar la llegada de Nightcrawler y su debut “Metropolis” (Nightcrawler Music, 2013) justo dentro de aquello que concebíamos como un género pero que, digámoslo ahora, no fue más que una ilusión. Los hay que se han quedado atrapados en aquella ilusión y que están destinados a perecer como músicos… Pero los hay que no sólo han sobrevivido, sino que han salido más fortalecidos. Si nos guiamos por el EP «Strange Shadows» (Nightcrawler Music, 2015), Nightcrawler pertenece a este segundo tipo de artistas.
Y eso, la verdad, mola lo más grande: en un panorama (el musical) en el que lo más habitual es la decepción, que un artista te obligue a replantearte lo que pensabas de él siempre es bueno. Mucho más que bueno. Y lo cierto es que en los cinco temas originales que incluye «Strange Shadows» hay muchas nuevas coordenadas que vienen a sumarse (y que, sorprendentemente, nunca pisan) el rollo que ya convenció en su debut: aquí encontramos tonadillas en 8 bit a lo «Castlevania» como la de «Macabre Serenade«, pero también dark wave ochentero como el de «Una Notta Violenta«, donde parece que a Pet Shop Boys se les extirpen las voces y la purpurina para obtener una versión mucho más oscura y oscurantista. Ese italo que va desde Moroder hasta Daft Punk vuelve a hacer acto de presencia en «Pendulo Oculto«, pero esta vez suena mucho más a giallo que a disco. Y, por último, los ambientes del whitch house más enfocado al baile se apoderan de temas como «Calvary» o el interludio «Omicido Nella Sala Rossa«…
En general, y ya desde la portada del propio EP, prima la sensación de que Nightcrawler está pintando el storyboard de un pesadillesco thriller surrealista italiano repleto de sangre y otras secreciones corporales más que componiendo música… Y, aunque cualquiera podría confundir este componente cinematográfico con una de las constantes vitales del rollito «Drive«, basta una escucha de «Strange Shadows» para darse cuenta de que no, de que Nightcrawler ha ido más allá, de que ya no hay referencias que valgan y que este EP no sólo es una ampliación del campo de batalla: es la carta de presentación del verdadero Nightcrawler.