Lo primero que impacta de esta novela es el título, claramente. Hay títulos y títulos. Los hay sencillamente geniales. Los hay inocuos. Los hay terribles. Hay de todo. «Muy Pronto Seré Invencible» (publicado por Mondadori en 2008) es un título que no deja indiferente. Puede provocar una aversión automática por el regustillo kitsch que destila, de trillado que resulta. También puede causar una atracción inmediata, porque el kitsch a veces encierra un extraño atractivo. Pero lo que es innegable es que es un título fuerte, conciso, es un puñetazo en la cara de quien lo lee: parece un eslogan publicitario, las líneas de un personaje de pantalla de esos que se nos quedan atravesados en la retina, de lo baratamente geniales que son. A mí, personalmente, me parece súper adecuado, además de brutalmente bueno: en medio segundo ya nos ha sumergido en el rollo que se gasta el libro, un mundo de superhéroes y supervillanos lleno de tópicos bien utilizados. Un cómic sin viñetas.
«Muy Pronto Seré Invencible» establece un juego de ping pong en el que nos sumergimos en la historia zigzagueando, entre dos puntos de vista contrapuestos: el de la más reciente componente de un grupo de superhéroes, Fatale, y el de uno de los mayores adversarios de dicho grupo, un villano súper inteligente conocido como Doctor Imposible. La elección es acertada: rápidamente sentimos empatía. Con ella por su inexperiencia, su naturaleza de la chica nueva de la clase. La veremos descubrir al súper grupo con la misma inocencia que nosotros, contrastando la imagen pública de cada uno de los super héroes con su versión real, más terrenal, menos perfecta. Con él, en cambio, por su posición de yo contra el mundo y su larga lista de derrotas. Ambas características lo humanizan fuertemente, llenándolo de defectos que reconocemos. Y la humanización culminará en la narración de su origen como súper villano. Todo esto ya se adivina al acabar el primer capítulo, con una frase del villano respecto a lo que pensó al ser consciente por primera vez de sus superpoderes; una frase contundente que hasta causa compasión: «Iba a declarar la guerra al mundo, y la iba a perder«.
Asistiremos, así, al último plan de Doctor Imposible para dominar el mundo. Todo es totalmente estereotipado y el relato exudará lugares comunes para todo aquel que haya consumido cultura comiquera de super héroes. Pero eso no es nada negativo, sino que forma parte del discurso de Austin Grossman: una relectura de las formas arquetípicas de estos mitos narrativos que funciona a dos niveles: por un lado, nos ofrece una aventura entretenida, llena de giros en la trama y acción de mamporro limpio. Por otro, se nos ofrece un desarrollo más profundo de algunos de los personajes de la novela, enriqueciendo mucho la experiencia lectora. Seamos sinceros: no es nada nuevo y ya se ha hecho mucho en el mundo del cómic (citaré como títulos archiconocidos «Watchmen» y «Top10«, ambos de Moore; pero se entiende que, afortunadamente, hace falta algo más que los dedos de las manos para contar los cómics cuyo tratamiento narrativo es mucho más maduro y profundo que en los tebeos de turno). Pero, de todos modos, funciona. Porque está bien hecho aquí también y porque es de las primeras veces que se puede disfrutar de algo así en un lenguaje puramente literario.
Grossman desarrolla un relato realmente entretenido, con un personaje de esos que valen la pena de verdad, de esos que querríamos ponerles una mano en el hombro y decirle «yo estoy contigo, Doctor Imposible«. Un personaje que nos hace pensar que se merece una victoria, porque no es tan malvado como cree y, en cambio, muchísimo más humano. Adicionalmente, llegados al final, es muy probable que la novela nos arranque una media sonrisa, de aquellas que se usan para admitir que, aunque no lo esperábamos del todo, la lectura ha sido, además de entretenida, bastante interesante. Y, tras haber acabado, con el libro aún en las manos, es casi inevitable que nos quedemos en silencio y nos preguntemos… Si tuviese superpoderes, ¿en qué bando acabaría yo?
[J. Quijano]