Cerramos nuestra serie de artículos en los que hemos preguntado a los músicos españoles cómo están llevando esta temporada de confinamiento.
Día 32 desde la entrada en vigor del estado de alarma en España por la crisis sanitaria de la COVID-19. Más de un mes de confinamiento que, en teoría, finaliza el 26 de abril y se prorrogará hasta el 10 mayo, aunque esta situación irá para largo… De hecho, no solo somos conscientes de que nuestras vidas se han alterado y paralizado, sino también de que muchas rutinas que antes dábamos por sentadas van a cambiar para evitar contagios al tener que mantener el necesario distanciamiento físico (que no social) y cumplir con las medidas de higiene más adecuadas. Se acabó observar con extrañeza la obsesión por el uso de mascarillas de los habitantes de algunos países orientales. Bienvenidos a la nueva realidad.
Del mismo modo, las dinámicas culturales y, en el caso que nos ocupa, musicales van a modificarse radicalmente. Empezando por los eventos en directo, desde los de aforo reducido bajo techo hasta los masivos al aire libre, los cuales quizá no puedan celebrarse hasta el otoño del año que viene, según el experto en salud estadounidense Zeke Emanuel. Y siguiendo por el propio funcionamiento de la industria -ya sea a nivel underground, independiente o de majors-, que está abocado a descarrilar si no se actúa con sentido y unión por mucho parón cultural que se intente poner en práctica.
Las dudas e incertezas que invaden a todos los estamentos musicales se reflejan con cristalina claridad en la preocupación de los grupos y artistas, quienes lidian con los temores creativos y personales que se mezclan irremediablemente. Así nos los han ido contando varios músicos españoles en la primera y segunda entrega de este especial que cerramos con la siguiente conclusión: tal como nos encontramos todos ahora mismo, el futuro de la música en nuestro país (y en el resto del mundo) se mantiene en cuarentena y nadie sabe con seguridad cómo saldrá de ella.
PACO, de MARTES NIEBLA y BELADRONE
Creo que se puede afirmar, sin temor a equivocarnos, que marzo de 2020 ha sido el mes en el que más cosas han pasado en el mundillo de la música en los últimos diez años. O, más bien, que han dejado de pasar. La punta del iceberg es la cancelación de eventos masivos, pero tras ella hay todo un universo de sucesos que, cuando se baja al segmento más independiente o underground donde muchos nos movemos, se multiplica también de manera exponencial.
Personalmente, no me gusta usar epítetos que aumenten el dramatismo del sector porque, viendo el horror de lo que está ocurriendo en los hospitales, sería hasta frívolo. A eso se une que la mayoría de los que editamos música en este ámbito tenemos que ganarnos la vida por otra vía, así que las preocupaciones finales por el paro o la incertidumbre por el sustento casi que vienen más de esos otros ámbitos. Aunque los que viven exclusivamente del directo están ahora en el peor de los escenarios posibles, claro.
Tras un buen puñado de años y cuatro LPs con Blacanova, en 2018 y 2019 comencé a colaborar en dos aventuras paralelas que en 2020 culminaban en disco de larga duración. Y ambas se van a ver inevitablemente afectadas por la pandemia, como no podía ser de otro modo.
Precisamente, tras un par de adelantos, para este mes estaba programada la salida de “Andévalo”, el primer LP de Beladrone, con El Genio Equivocado. Este es un proyecto que llevábamos más de un año rumiando entre Manuel Begines (que también estaba en Blacanova), Iñaki García (ex Tanhäuser) y yo mismo, con la colaboración de Edu García a la batería. Se trata de un disco que mezcla aspectos de post-punk, noise y shoegaze, pero con un universo lírico que se centra en una zona tan desconocida y olvidada por gran parte del país como es la provincia de Huelva. Al final, la salida del disco se ha pospuesto y esperaremos a que todo se normalice un poco más.
Si nosotros mismos apenas tenemos la cabeza para otra cosa que no sea ver los indicadores y las noticias de la evolución de la pandemia en todo tipo de medios, tampoco podemos pretender que otras personas tengan ahora el mejor ánimo para un nuevo disco. Además, el confinamiento ya ha desbaratado las tres primeras presentaciones en directo que habíamos organizado y, al menos en el ámbito en el que nos desenvolvemos, reubicar todo esto requiere mucho pico y pala. Pero tenemos más moral que el Alcoyano y más paciencia que el santo Job, así que lo haremos en cuanto sea posible. Y, entretanto, pues editaremos un nuevo single para ir matando el gusanillo.
La otra banda en la que estoy es Martes Niebla, compartiendo canciones con Inés Olalla y Cristian Bohórquez (ambos ex Blacanova), así como con Erica Pender y Davis Rodríguez. Lo que hacemos podría asociarse a géneros como el dream-pop y el shoegaze y, tras la edición de un EP, hemos terminado recientemente nuestro primer LP, cuya salida también tenemos que gestionar con las repercusiones de la crisis sanitaria. Estamos ahora valorando cuándo adelantar el primer single y ese tipo de cosas. Seguramente, la COVID-19 también trastocará el calendario y, de hecho, este mismo mes se ha tenido que posponer un evento que nos hacía especial ilusión: el día de La Radio Encendida, donde, además de tocar, recogíamos el premio a la banda revelación en el referéndum de “Disco Grande” de Radio3.
En fin, esperemos que, en la medida de lo posible, al menos una parte de estos conciertos y eventos se puedan recuperar porque, verdaderamente, los vamos a coger con muchas ganas, sobre todo teniendo en cuenta que nos queda todavía un camino largo con la pandemia y hay que tener paciencia y no tomar decisiones precipitadas.
En lo personal, he podido gestionar más o menos bien las primeras semanas de confinamiento (creo que todavía estoy lejos de caer en brotes psicóticos por no salir y ese tipo de cosas), aunque en lo laboral ha sido todo muy loco. Trabajo de profe y el teletrabajo se ha convertido en algo que muchos tenemos que redefinir en estos días, al menos en comparación a como lo veníamos hacíamos hasta ahora. El volumen de mensajes e información intercambiada con estudiantes es exponencial y casi demencial, pero creo que salvaremos bien el curso. Veo muy buena voluntad en todas las partes a pesar de que la vuelta a las clases es improbable o casi nula.
En lo musical, todavía no me he ubicado del todo. Quizás se podría pensar que estamos en una situación muy propicia para componer nuevas canciones, pero yo no lo veo así, al menos de momento. A pesar de estar en casa más tiempo, es difícil tener la tranquilidad o la constancia que hacen falta, seguramente por los sobresaltos y la sensación de inquietud que una situación tan grave como esta conlleva. Es ahora muy difícil aislarse del mundo, aunque sea por unas horas al día. Pero imagino que nos adaptaremos a lo largo de este mes y, dentro de lo que cabe, normalizaremos la situación. En realidad, las ganas de hacer canciones nuevas están intactas.
Donde no me veo, al menos de momento, es tocando en directo desde casa con una webcam, ni siquiera para los amigos. Quizás sea por los propios estilos que me gustan, que desde luego no son los más adecuados para eso. O quizás sea porque soy un poco tímido para ese formato. Y probablemente también sea porque hay tantos conciertos increíbles subidos a la red que, como espectador, prefiero tirar de ellos e imaginarme que estoy ahí, evadiéndome de las paredes de un cuarto. En cualquier caso, lo que estos días están haciendo de manera altruista muchos músicos, algunos muy famosos y otros más underground, es siempre de agradecer y seguro que alegra y entretiene a muchas personas, que es lo más importante.
Termino ya. Lo más importante en estos días es que todos nos cuidemos mucho y que pasemos con el mejor ánimo posible esta crisis y las consecuencias que puedan venir tras ella. Las canciones están y van a estar ahí y se van a seguir generando y editando. Los conciertos quizás tarden un poquito más, pero también van a volver. Solo necesitamos paciencia y salud para disfrutarlos de verdad. Buen confinamiento para todas y todos. [Más en el Twitter de Martes Niebla y en el de Beladrone]
GUSTAVO REDONDO
La alarma como estado // Probablemente, lo que más me satura es estar saturado de planes. Pero, aunque parezca una contradicción, siempre me ha gustado tener historias pendientes para saber con certeza que no me voy a despertar ningún día sin tareas y, sobre todo, que no me voy a ir a dormir sin haberlas hecho. Si hay algo que se me da bien, es acelerar mi propia inercia cuando veo que va perdiendo ritmo la velocidad de crucero. Yo lo llamo ‘una agitada vida tranquila’.
Al fin y al cabo, es inventarme mis propias ferias para no parar, y cada día que pasa, es más evidente que no es más que un simple mecanismo de defensa. Aún no sé qué defiendo, pero prefiero no descubrirlo; a ver si voy a adivinar algún trastorno que no me conviene.
La inmensa mayoría de las ferias de las que os hablo siempre han estado relacionadas con quehaceres domésticos. Aún no sé por qué -y sobra decir que en algunas épocas he estado en el otro bando-, pero siempre me he sentido más cerca de la tranquilidad que del bullicio y, no sé, pero a mí cada vez me resulta más llevadero todo lo relacionado con el sosiego que el alboroto. Considero más ritual la hora del desayuno que la vida nocturna, me lo gozo cocinando o restaurando muebles y, en cuanto a la música, que siempre ha sido mi vida, he disfrutado mucho más componiendo y produciendo en el estudio de grabación que saliendo a tocar en directo.
Me imagino que estos días, entre toda esta congestión informativa, habéis leído en algún lugar y por parte de alguien que esto de estar en casa lo está tolerando bien porque simplemente lleva la mayor parte de los últimos años de su vida así. Más que nada porque ciertos trabajos o aficiones requieren muchísimo tiempo en casa y en soledad.
Pues ese ha sido mi caso.
Tampoco hay mucho más que rascar y contar acerca de esto, pero sí que me gustaría reseñar que detrás de una canción o concierto hay miles de horas de trabajo. Y seguramente vuestro artista favorito en directo no solo ve público y gente disfrutando; a poco que se lo haya currado, está viendo el resultado de miles de horas de trabajo en forma de obsesivos ensayos.
En resumen: hay que sacrificar muchísimas cosas en una vida para desarrollar este arte, pasatiempo, talento o como lo queráis llamar y según lo valoréis, en muchos casos más de lo que podáis imaginar. Por eso, a nivel de sobrellevar el encierro forzado, somos la parte ‘menos desfavorecida’. Y lo digo así porque, aunque a mí la gente que más me conoce está bromeando diciendo “Gusta está encantado con estar obligado a encerrarse en casa”, evidentemente no es así. No es así porque todos estamos echando muchísimo de menos algo y sobre todo a alguien, y a ninguno nos gusta cómo flota esta barca por motivos obvios.
Pero no es ir más allá, hablamos de sentido común. Y hablamos del esfuerzo que cuesta todo lo que no vemos o desconocemos, pero sí disfrutamos. ¿Y cuánto nos puede costar perderlo? Nada.
La generación más desfavorecida con esta situación es la que siempre nos avisó de que las cosas cuesta mucho conseguirlas. Siempre lo tuve en cuenta, pero ahora ha sido realmente cuando lo he entendido de verdad.
No lo sabíamos o no lo queríamos ver. Y ahora lo sabemos y lo hemos visto. Que todo esto nos sirva de aprendizaje, ayuda y, sobre todo, para ser conscientes de que lo más saludable para todos sería frenar por nuestros propios medios sin que nos obliguen, y que no es necesario demostrar nada a nadie porque seguramente nadie lo esté esperando. Ni siquiera demostrárnoslo a nosotros mismos.
Espero que cuando termine el estado de alarma dejemos de tener la alarma como estado. Mientras tanto, ánimo. Y abrazos. [FOTO: Marina Neira][Más en el Twitter de Gustavo Redondo]
PRESUMIDO
Presente y futuro // La verdad es que Presumido estábamos muy preparados para la situación actual por varios motivos:
· Vivimos juntos en una casa-local de ensayo-estudio en medio del monte.
· Estamos acostumbrados a hacer todo el trabajo del proyecto desde aquí.
· Muchas veces pasamos varias semanas sin tener contacto físico con otras personas.
Si quitásemos de la actual situación las cancelaciones de festivales que ya nos están afectando, casi podríamos decir que estamos viviendo y trabajando con total normalidad.
Debido a que la actividad en directo está parada y no sabemos cuándo ni cómo se reanudará, nos estamos centrando en componer. Hacía tiempo que queríamos hacer una ‘encerrona compositiva’ para buscar nuevos caminos hacia los que ir y con la extensa gira de “Cuatro Estaciones” nos había sido imposible. Así que, en ese sentido, este momento nos ha venido bien.
Lógicamente, los ingresos están cayendo en picado y, si se cancelan los festivales de verano, tendremos unas pérdidas muy serias. Sin embargo, llevamos trabajando semanas en otros modelos para monetizar nuestra música que ya hemos puesto en marcha. De momento, no os podemos contar más al respecto, pero lo haremos. También está en nuestros planes publicar algo durante el confinamiento. Algo que sea fruto justamente de este momento, grabado y producido por nosotros y en nuestra propia casa.
Por otro lado, estamos haciendo todas las semanas algo que hemos llamado Conexión Presumido. Se trata de conexiones en las que charlamos a través de stories de Instagram con otros artistas, promotores y gente del sector. Este proyecto nos permite mantenernos conectados y, además, dar a conocer lados más íntimos y distendidos que mucha gente desconoce sobre quienes nos dedicamos a esto.
Nuestra opinión acerca del futuro es clara: nada volverá a ser como antes. Pero eso no tiene por qué ser necesariamente malo si dejamos nuestro egoísmo de lado y lo vemos desde una perspectiva global y evolutiva. Tal vez todo esto fuese necesario para garantizar una auténtica regeneración y evolución de valores de todo tipo.
Está claro que la crisis que se vislumbra a corto plazo se llevará por delante a muchos artistas, promotores, eventos… Está claro también que, en tiempos de crisis, por desgracia, para muchos la cultura es prescindible, así que creemos que esto no debería pillar a nadie por sorpresa. Y, sobre todo, está claro que el futuro de la música será de los profesionales que consigan adaptarse y conectar con la nueva situación y los nuevos valores. [Más en el Twitter de Presumido]
LIA PAMINA
Desde hace un par de años considero que estoy en mi mejor momento musical y es una lástima porque, precisamente, por diferentes causas, no ha coincidido con el momento más productivo. Y, para colmo, ahora el mundo se para.
En 2018 grabé “So Far Tonight”, un EP de ensueño en colaboración con el milanés Dario Persi, de la banda Radio Days. Fue, sencillamente, mágico. Durante la noche de San Juan de aquel año, bajo la dirección de Marcello Perego, grabamos un videoclip en la ciudad de Milán. Era la primera vez que visitaba Italia y estuvimos toda la noche corriendo por las calles, bebiendo birras, desplazándonos por los barrios en tranvía y taxi, bailando en un club y escuchando a Dario tocar su Rickenbacker. La cámara de Marcello registró todas esas cosas que hoy no podríamos hacer. Es doloroso pensar la situación que está viviendo Italia y gran parte del mundo en estos momentos.
Teníamos planeado volver a colaborar este año después de la grabación del nuevo álbum de Radio Days, cuya producción se ha ralentizado debido a las circunstancias. También esperábamos una gira española de la banda. Ojalá puedan llevarla a cabo cuando acabe esta pesadilla.
Tengo pendiente un EP con unos músicos excelentes y compañeros de Elefant Records: Os Peregrinos, con quienes lancé una canción la pasada Navidad.
Por otro lado, tenía pensado hacer algunos conciertos de Lia Pamina junto a Juanjo Clausell. Crucemos los dedos para que sea pronto.
Estoy en un momento en el que me planteo muchas cosas. Quiero seguir haciendo aquello que me ilusione y que signifique algo especial para mí, para aportar siempre un producto auténtico.
En cuanto a lo más reciente de mi actividad musical, colaboré por tercera vez en un concierto del genio del rock alternativo Ken Stringfellow, que tuvo lugar en La Bohemia (Castellón). En estos momentos, Ken es el músico y la persona que más me inspira.
Espero que, al menos, esta pandemia consiga que reflexionemos. Nuestro mundo se puede venir abajo en cualquier momento; somos muy pequeños, nadie es mejor que nadie. Deberíamos emplear nuestra inteligencia para ser capaces de compartir los recursos, comprometernos a cuidar el planeta y al resto de los animales, desarrollar nuestra empatía y compresión con los que piensan de forma diferente para poder vivir en paz. Eso es lo que deberíamos lograr como seres humanos. Todo lo demás puede ser destruido en cualquier momento. [Más en el Twitter de Lia Pamina]
NACHO, de NINE STORIES
La cuarentena la estoy pasando con una mezcla de inquietud, tranquilidad y alegría. Esto último viene de que mi mujer, Alondra Bentley, está embarazada y esperamos nuestra primera hija para dentro de un par de meses y medio. Esa expectación y la felicidad inherente a un hecho así provocan que, pese a todo, estemos tratando de vivirlo con ilusión. No vamos a tener clases pre-parto y yo me voy a perder unas cuantas visitas al médico (después de un tiempo de aplazamientos, ahora nos están atendiendo, aunque en el hospital -en lugar del centro de salud- y sin que el acompañante pueda entrar a pruebas y consultas), pero todo marcha según el plan.
La tranquilidad viene de estar en casa, de que todos los amigos y familiares se encuentran sanos y el ser humano es capaz de acostumbrarse a cualquier rutina. Las nuevas costumbres se han convertido en la nueva normalidad y, aunque apenas llevamos un mes de confinamiento, parece que ha sido un año. Uno ya sabe que no va a salir de casa y los horarios de trabajo, deporte casero, comidas, ocio… se van instaurando por pura inercia.
Pero también hay inquietud, claro. Las cifras de fallecidos y hospitalizados caen como una losa, ajenas a la realidad. También se han vuelto cotidianas. Los demás oscilamos entre la sensación de horror y la necesidad de escapar y desconectar. Hay una cuota de culpa, claro. ¿Acaso es que nos da igual todo? No, pero no podemos hacer mucho más que permanecer con los brazos cruzados. Por encima de todo, el agradecimiento extremo para todos aquellos que trabajan para que nuestra vida sea lo más normal y confortable posible. Empezando por los sanitarios y siguiendo por todo tipo de empleados que tienen que salir cada día y que ni siquiera se pueden permitir el confinamiento.
La mayor preocupación, además de la seguir sanos, es la profesional. Este parón va a ser tremebundo para la industria musical. Se han parado todos los eventos y, particularmente, no soy muy optimista de que se vayan a recuperar pronto. Para músicos, sellos y promotores es terrible. Porque la pérdida no es solo el concierto que no se hace. También son los discos físicos que no se venden, los medios de comunicación que han parado o que están bajo mínimos, las esponsorizaciones que han desaparecido… En un sector industrial que ya de por sí va al límite, esto cae como un meteorito.
En mitad de todo eso, uno trata de ser positivo siempre y de buscar espacios de creación e inspiración. Tampoco creo en esa obsesión de salir de esta cuarentena con un trillón de cosas hechas, que no deja de ser fruto de la necesidad constante de producir que nos inoculan. Simplemente, se agradece el tiempo para tratar de dejar fluir la creatividad. Un tiempo confuso, casi irreal que nunca olvidaremos. [Más en el Twitter de Nine Stories]