Al contrario de lo que se piensa generalmente, en este apartado la acaparadora Londres se queda en un relativo segundo plano, a pesar de la condición de templo musical del antiguo estadio de Wembley, de que el casi londinense Watford FC estuviera presidido por Elton John en los 70 y de que el Chelsea FC reúna a un buen ramillete de admiradores desde mucho antes de que se convirtiera en el club rico de Roman Abramovich y José Mourinho: desde, en su día, Joe Strummer hasta los miembros de Blur -así se comprende la tensión de este inolvidable momento competitivo sobre el césped entre Damon Albarn y Liam Gallagher-, pasando por Dave Gahan y Suggs (Madness). Aunque su archi-enemigo del norte de la ciudad, el Arsenal FC, no se queda atrás al contar entre sus adeptos con Nick Hornby -más conocido por su faceta de escritor, así que dejaremos su novela “Fever Pitch”(o cómo ser un gunner de pura cepa) para una mejor ocasión- y Hot Chip -cuyo vídeo para su tema “Don’t Deny Your Heart” es todo un festín orgiástico-futbolero-, dentro de los cuales Alexis Taylor sobresale al haber bautizado su EP en solitario “Nayim From The Halfway Line” (Domino, 2012) en homenaje a esta irrepetible secuencia protagonizada por Nayim y el Real Zaragoza…
Casi veinte años después, la onda expansiva de la hazaña del centrocampista del equipo maño todavía se nota actualmente en nuestro país en forma de nombre de grupo novel fundado a orillas del río Ebro: El Gol de Nayim. Aunque lo que más se lleva aquí es recurrir (aunque sólo sea en el título) a ciertos entrenadores y jugadores, como en su momento hicieron los también zaragozanos El Niño Gusano con “Vicente del Bosque”, La Costa Brava con “El Cumpleaños de Ronaldo” -de cuando el Real Madrid estaba poblado de Ferraris y vedettes vestidos de corto-, los mallorquines La Granja con “Eto’o (Su Jugador Favorito)” y Los Directivos con “Nueva Ola Guardiola” -el añorado ex-técnico del Barça cultivó fama de gran melómano como fan de postín de Manel y motivador vía Coldplay y The Killers-.
Otro tipo de homenaje lírico se realiza mediante referencia velada y directa, al estilo de los recibidos por el ex-merengue Raúl González y el ex-valencianista Gaizka Mendieta -actualmente metido a reputado dj indie- en “Un Buen Día” de Los Planetas, cuyas querencias futboleras se han reflejado en varias de sus composiciones -no se olviden de “La Copa de Europa” o “El Artista Madridista”-. A su lado, las odas de Joan Manuel Serrat al Barcelona o de Joaquín Sabina al Atlético de Madrid parecen objetos del baúl de los recuerdos.
De hecho, estas modernas menciones musicales ayudaron a borrar de un plumazo aquellas imágenes balompédicas de la España de Las Ibéricas F.C., de la castellanizada “El Partido de Fútbol” de Rita Pavone y de un joven Julio Iglesias que tuvo que colgar por lesión los guantes de portero en las categorías inferiores del Real Madrid, claro predecesor de otros guardametas metidos en el negocio musical, como el ‘Mono’ Burgos -líder de la banda de rock The Garb– o el hasta hace unas semanas barcelonista José Manuel Pinto -dueño de su propia discográfica, donde se encuentran los hiphoperos Delahoja-.
Fuera de la línea de gol, el ex-delantero madridista Álvaro Benito es conocido por su labor al frente de, ejem, Pignoise; el actual atacante blanco, Karim Benzema, cuadró unas rimas en “Fais Moi La Passe”, del rapero francés Rohff; Cristiano Ronaldo lo intentó con más pena que gloria; y el paraguayo Roque Santacruz, en su etapa en la Bundesliga, hizo sus pinitos junto al grupo Sportfreunde Stiller en “Ich, Roque”. El camino contrario, de la música al fútbol, bien lo pudo haber seguido Bob Marley, devoto del balón al que le encantaba echar pachangas con sus amigos. De hecho, en una de ellas, contra unos periodistas en Londres, se produjo la herida en un dedo del pie derecho a partir de la que se originó, fatalmente, el cáncer que acabó con su vida.
Probablemente, si el gran gurú del reggae hubiese llegado hasta nuestros días, habría dedicado una (o varias) de sus piezas a alguno de los ídolos del balompié contemporáneo. Y, además, la habría interpretado con él, como en su momento hizo Sérgio Mendes con Pelé en “Meu Mundo é Uma Bola”, tema central del film que relata la trayectoria de O Rei y que resume la extensa costumbre sudamericana de encumbrar a sus héroes futbolísticos, ya sea a través del tropicalismo de Jorge Ben (“Camisa 10 da Gávea”, en honor a Zico); de la canción de autor del uruguayo Alfredo Zitarrosa para cantarle en “Garrincha” al brasileño gambeteador universal; o de la charanga pop de Andrés Calamaro para poner en “Maradona” al barrilete cósmico todavía más en órbita.
A Diego Armando, según palabras de su compatriota y antiguo compañero en la albiceleste, Jorge Valdano, “desde Mexico ’86 le escribieron cien canciones”, a ambas orillas de Atlántico y en cualquier país: empezando por España, donde Pumuky colaron la narración de Víctor Hugo Morales del inolvidable segundo gol del ‘Pelusa’ a Inglaterra en “Pequeño”; y continuando en Francia, donde Mano Negra lo beatificó con “Santa Maradona”. En el país vecino aún faltaban unos cuantos años para que Zidane entrara en escena cual cabra montesa para propinar un testarazo a Materazzi en la final del Mundial 2006, acción que quedaría reflejada en la irónica “Coup de Boule”.
Y, así, con el cabezazo de ‘Zizou’, regresamos al acontecimiento planetario que motivó este texto: el Mundial de fútbol, muchas veces tomado como una mediática droga destinada a narcotizar al pueblo, idea que sugiere “Terrorismo en la Copa del Mundo” de Él Mató a Un Policía Motorizado. Denuncias aparte, este es un torneo que los aficionados españoles siempre han vivido con sensaciones encontradas, ya que arrancaban cada cita imaginándose sueños utópicos y terminaban por sufrir inevitables batacazos de realismo en cuartos de final (o en rondas anteriores…). De ahí que la desesperanza embargase hasta al más optimista y La Habitación Roja dijeran con rotundidad que “Nunca Ganaremos el Mundial”. Un maleficio que se rompió en el 2010 cuando, en la final, Andrés Iniesta introdujo la pelotita en la portería holandesa cumpliendo, del algún modo, el vaticinio que Delafé y Las Flores Azules habían dejado caer pocos meses antes en “Espíritu Santo”. El dorado trofeo mundialista, por primera vez, se venía a nuestro país hace cuatro años para endulzar un verano que quedó marcado a fuego por tal gesta y, por ello, reflejado en saltarinas tonadas indiepop como “Summer, You And Me” de When Nalda Became Punk.
Del mismo modo que se asegura que el fútbol es un deporte de alcance universal, se puede decir que también es capaz de impregnar cualquier estilo musical y cualquier clase de canción, sin importar quien sea su autor o autores y su procedencia. De su influjo no se libran afamados artífices de hits masivos para Lady Gaga, One Direction o Nicki Minaj como RedOne, creador del horripilante himno de la décima Copa de Europa del Real Madrid llamado “Luna Nueva (Hala Madrid y Nada Más)”; ni seres extraños venidos de frías tierras nórdicas, como los suecos jj -admiradores de Zlatan Ibrahimovic, actor secundario de su tema “Into The Light”– o los islandeses Sigur Rós -cuyo clip para “Viðrar Vel Til Loftárása” incluye imágenes de un partido entre adolescentes con desenlace inesperado-; ni enfervorecidas aficiones que adaptan a su manera clásicos del rock -la del Bayern de Munich, “We’re Not Gonna Take It” de Twisted Sister; la de la selección argentina, “Bad Moon Rising” de Creedence Clearwater Revival-. Oído lo oído y visto lo visto, Los Sencillos no mentían en el estribillo de la ultra-kitsch “Phutbol”: “siempre hablando de fútbol”. Una sentencia que se repite, con más o menos frecuencia, cada vez que el fútbol penetra en la música… y viceversa.