El mundo de la música al completo le ha declarado la guerra a Donald Trump… Y en este artículo te explicamos cómo y por qué lo han hecho.
Asumido el hecho de que Donald J. Trump se ha convertido oficialmente en el 45º presidente de los Estados Unidos, no ha habido tiempo para digerir la nueva situación convenientemente porque el loco de pésimo bronceado facial e inexplicable pelo, sentado en el Despacho Oval decorado con horteras cortinas doradas y rodeado de asesores tan blancos que parecen lo autores de un tratado sobre la raza aria en el siglo 21, ha empezado a cumplir sus nefastas promesas electorales (¿qué ingenuo pensaba que eran sólo humo para engañar a sus potenciales votantes?) a golpe de decreto. Qué más da que, con sus decisiones, vaya a destrozar los derechos civiles, el medio ambiente y, en definitiva, todo aquello que suponga un obstáculo a su delirante idea de una América grande otra vez. Por algo las ventas de “1984” de George Orwell han repuntado en Amazon…
Terror. Rabia. Miedo. Pavor. Estos negativos sentimientos y cualquier otro que pueda definir la incertidumbre ante los próximos movimientos de Trump están recorriendo el planeta de este a oeste y de norte a sur. Y, la música, como reflejo de los avatares del ser humano y de la sociedad, no podía escapar de ese tsunami de pesimismo que, por proximidad y consecuencias directas, en Estados Unidos ha pasado a ser la cruda realidad. Aunque, antes de que se originase, cuando Trump era todavía sólo el candidato republicano que casi todo el mundo veía derrotado en los comicios por Hillary Clinton, ya se había creado toda una red musical que avisaba del inminente peligro a través de canciones que iban desde la protesta tradicional al escupitajo implacable, pasando por la parodia. Emulando a Woody Guthrie y su guitarra en la época de la Gran Depresión, muchos artistas decidieron coger sus instrumentos matafascistas (y manifestar sus opiniones) con un único objetivo en el punto de mira: Donald Trump.
DE 30 CANCIONES A 1000. El escritor y editor Dave Eggers, consciente de que el horizonte estadounidense se estaba oscureciendo debido a la irrupción política de Donald Trump, impulsó el proyecto “30 Days, 30 Songs”, “un conjunto de canciones compuestas y grabadas por músicos para una América libre de Trump”. Planteada como una banda sonora de resistencia, la idea básica consistía en publicar a lo largo del mes previo al 8 de noviembre, fecha de las elecciones presidenciales, una canción por día que expusiese un mensaje crítico contra Trump y su campaña electoral, llena de salidas de tono, insultos, exabruptos e intenciones perniciosas.
La canción que inauguró la lista fue “Million Dolar Loan” de Death Cab For Cutie, a la que siguieron aportaciones de grupos y solistas de diverso pelaje: Aimee Mann, Jim James (My Morning Jacket), Franz Ferdinand, Josh Ritter, Thao Nguyen, EL VY, R.E.M., Lila Downs o Ani DiFranco. Sin embargo, viendo el cariz apocalíptico que estaba adquiriendo la cuestión, el proyecto tuvo que ampliarse a 40 temas e, inmediatamente, a 50, con el bonus track de la (quizá) profética “It’s The End Of The World (As We Know It)” de R.E.M.
Irremediablemente, la playlist no pudo limitarse a la cincuentena y, de un plan para evitar la llegada a la Casa Blanca de Donald Trump, se pasó a un mega-proyecto formado por 1000 canciones, “1000 Days, 1000 Songs”, que se irá completando durante la legislatura de Trump como un modo de canalizar el desacuerdo no sólo de un grupo de artistas, sino también de toda una nación. El dinero recaudado con esta iniciativa tendrá un fin solidario y se destinará a organizaciones ecologistas y sociales.
AQUELLA CAMPAÑA FUE UN INFIERNO. Muchos músicos que no participaron en las versiones iniciales de la recopilación (aunque no sería extraño que lo hicieran en el futuro) no dudaron en compartir sus pensamientos de rechazo a Donald Trump en los medios de comunicación y, sobre todo, en redes sociales. Una de las más activas fue -y continúa siéndolo- Bethany Cosentino (Best Coast), pro-Bernie Sanders en la carrera del Partido Demócrata por la candidatura a las presidenciales, altavoz de la indignación por el aumento de las opciones de Trump durante la campaña electoral y vivo reflejo de la frustración cuando se confirmó la victoria del republicano al abrir, después de derramar unas cuantas lágrimas, una dirección de correo electrónico para que todo aquel que quisiese le enviase sus mensajes de desahogo.
Otros artistas de relumbrón como Beyoncé y Jay-Z (que apoyaron explícitamente a Hillary Clinton), Madonna, Lady Gaga o The White Stripes mostraron su firme disconformidad con un Trump que presumía de poder disparar a gente en la Quinta Avenida y no perder votos o de agarrar sin ningún impedimento el coño de cualquier mujer por el simple hecho de ser famoso. Ante la deriva que estaba tomando la campaña, se hizo viral la intervención de Snoop Dogg tiempo atrás en el “Roast of Donald Trump” del canal Comedy Central.
Dogg tampoco se calló cuando Kanye West, en otra de sus meadas fuera de tiesto, se pronunció a favor de Trump con la victoria de este aún caliente y criticó a todas las celebridades que habían despreciado al magnate. En medio de ese polarizado panorama, no fue casual que Foxygen compartieran “America”, el single que anticipaba su último álbum, “Hang”, y de cuya letra se infería su condición de anti-himno americano muy apropiado para los momentos que se estaban viviendo en el país.
EL TRIUNFO (ELECTORAL) DE LA LOCURA. A pesar de todos los esfuerzos invertidos y de los gritos puestos en el cielo norteamericano, Donald Trump se llevó el gato electoral al agua y consiguió una de las victorias en las urnas más indeseadas de la historia de una democracia que él mismo se encarga de ensuciar y pisotear. El impacto de la noticia fue inmediato por inesperada y nefasta y su onda expansiva tuvo un alcance infinito.
Mientras se producían las primeras protestas callejeras en diversas ciudades de Estados Unidos, salieron a la luz algunas canciones alimentadas por el triunfo de Trump: indirectamente, como “30000 Megatons” de Pond (relacionada con la posibilidad de que apriete el botón rojo nuclear en cualquier momento) o “2100” de Run The Jewels, publicadas antes de lo previsto en respuesta a los acontecimientos; y directamente, como la furiosa “Deaf Dumb And Blind” de Black Lips o el teaser que Marilyn Manson presentó para “SAY10” con un trasunto de Trump decapitado y tirado en el suelo.
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La cascada de reacciones de estupor prosiguió con nombres tanto de la escena independiente (Ryan Adams, Ed Drost de Grizzly Bear o Flying Lotus) como mainstream (Katy Perry, Bono o Moby). Por su parte, Audioslave no se conformaron con simples palabras y celebraron un concierto -doce años después de su última actuación- enmarcado en el festival Anti-Inaugural Ball en Los Angeles justo el mismo día de la toma de posesión de Donald Trump.
GOD MESS AMERICA. Durante los dos meses que separaron la victoria de Trump de su investidura como presidente, una de las mayores especulaciones giró en torno a qué y cuántos artistas decidirían participar en la gala de la víspera de su toma de posesión, “Make America Great Again! Welcome Celebration”. Por momentos, el proceso se convirtió en una especie de partida de “Quién es Quién” en la que, de entrada, hasta el músico más anónimo no quería formar parte del juego. En vista de que todo intento de que algún nombre incluido en la categoría de ‘famoso’ (Elton John, Justin Timberlake, Bruno Mars, Andrea Bocelli o Céline Dion, entre otros) diese un paso adelante resultaba un fracaso, las opciones se redujeron a aquellos que, por convicciones ideológicas o mera estrategia publicitaria (aun a riesgo de su efecto boomerang), dijeron sí a Trump sin remilgos.
Ninguno de ellos pertenecía a la primera división estadounidense del pop, el rock u otros géneros: 3 Doors Down, Toby Keith, Big & Rich, Lee Greenwood, Sam Moore, Jackie Evancho (chica de 16 años ex-concursante de “America’s Got Talent” que interpretó el himno en el National Mall de Washington DC) o Chrisette Michele (a la que le llovieron las críticas como representante de la música negra). Sólo la trumpista declarada Azealia Banks podía haber iluminado ese cartel sin brillo, pero al final no intervino en el evento.
Sin perder el foco sobre la controversia generada por la ceremonia presidencial, diferentes grupos siguieron ampliando la banda sonora anti-Trump: Arcade Fire (“I Give You Power”, con Mavis Staples), Gorillaz (“Hallelujah Money”, con Benjamin Clementine), CocoRosie junto a ANOHNI (“Smoke’em Out”), Green Day con el clip de su sencillo “Troubled Times” y OK Go, que entregaron una apropiada versión de “Interesting Drug” de Morrissey.
El punto culminante de los ataques contra la toma de posesión de Trump no tardaría en llegar. Al día siguiente de la toma de poder, la Women’s March pobló el National Mall (con una mayor cantidad de gente que la propia ceremonia presidencial) y ratificó que la indignación de una parte de los Estados Unidos (incluidos los extranjeros que viven allí, como Lykke Li), impulsada por el movimiento feminista y por la igualdad de derechos de otros colectivos que convocó la manifestación, está creciendo hasta límites insospechados. Madonna fue una de las figuras que levantó la voz con más fuerza, con testigos ilustres presentes físicamente como The National.
Todos aquellos que no estaban en cuerpo en Washington, sí lo hicieron con sus pensamientos, exteriorizados sin tapujos al estilo de Sleigh Bells.
NI CIEN DÍAS DE GRACIA. Tal y como se adivina el futuro, será una costumbre natural que surjan canciones anti-Trump cada día, cada semana y cada mes, al margen de iniciativas como la mentada “1000 Days, 1000 Songs” y “Our First 100 Days”, un servicio de suscripción que ofrece una canción diaria durante los primeros cien días de Trump en el cargo y a la que contribuirán Angel Olsen, Mitski, Whitney, Toro y Moi, Will Oldham, The Mountain Goats, Avey Tare, Jens Lekman, Cherry Glazerr o How To Dress Well. Es decir, que no habrá tregua para Trump.
El reto que tienen por delante Estados Unidos y el resto del mundo es de proporciones tan grandes que se necesitarán múltiples válvulas de escape y denuncia en forma de canciones que, seguro, las generaciones venideras usarán para recordar la era de decrepitud instigada por un perverso sujeto anaranjado que pasó de ser un fantoche arraigado en la cultura popular yanqui a una amenaza real que no dudó en aplicar su poder de modo infame desde la Casa Blanca. La consigna es clara: a Donald Trump no se le deben conceder ni siquiera los correspondientes cien días de gracia, porque lo que queda por delante son cuatro años de ira y confrontación, un hecho que observan con una profunda preocupación tótems de la talla de Bruce Springsteen o Roger Waters, que dedicó “Pigs” a Trump en uno de sus conciertos y avisó de que ahora comienza la verdadera resistencia.
Aunque, paradójicamente, según Brian Eno este desastroso decorado (al que añade el Brexit) presenta una buena oportunidad para que las conciencias se agiten, “ya que todo ello nos ha dado una patada en el culo, algo que necesitábamos porque no íbamos a cambiar nada”. Eso sí, hay que darse prisa, ya que Trump ha incluido entre sus primeras órdenes ejecutivas la construcción de su vergonzoso muro en la frontera con México, ante lo cual más de treinta estaciones de radio mexicanas emitieron hace unos días simultáneamente, como señal de desaprobación, el tema “Aquí no es Así” del grupo local Caifanes; y la prohibición de acceso a Estados Unidos de refugiados e inmigrantes procedentes de una lista de siete países musulmanes, lo que generó una masiva ola contraria que despertó la vena solidaria de Sia o Grimes y enfrentó en la red a Rihanna y a la bocachancla Azealia Banks.
¿Alguien recuerda otra corriente de protesta tan potente y concentrada en una sola figura política de este calado? Ante esta pregunta, Donald Trump, probablemente, primero atacaría a su emisor y, después, afirmaría que el asunto no va con él recurriendo con descaro a ese concepto que tanto le gusta: la post-verdad. Frente a tanta falacia y demagogia, la música es una de las respuestas.