Abrimos una serie de reportajes centrados en la música alternativa en Galicia… Y lo hacemos preguntándonos: ¿existe realmente esa escena gallega de la que hablamos todos?
En septiembre de 1986, insignes y variopintos representantes de las movidas de Madrid y Vigo se reunieron en la ciudad gallega para celebrar un encuentro de hermanamiento entre ambos movimientos. El evento, sufragado por el ayuntamiento vigués y bautizado como “Madrid se escribe con V de Vigo” (cuya versión completa la cuenta el periodista Emilio Alonso en su libro “Vigo a 80 Revolucións por Minuto” -Xerais, 2011-), consistió en un viaje en tren -con origen en la capital y destino Galicia- de músicos, artistas, periodistas y otro personajes que debían establecer lazos con sus congéneres galaicos. Pero tan virtuosa intención derivó en una juerga narcótica-etílica que acabó en desastre y, por extensión, con las dos movidas. Al menos, con la viguesa. Su fecha oficial de defunción se podría fijar en febrero de 1987, cuando, tal como estaba previsto inicialmente, se iba a devolver la visita a Madrid. Pero esta no se realizó. Ya no tenía ningún sentido…
Más allá de su autenticidad y vigencia, la movida viguesa había servido para situar nuevas piezas en el puzzle musical gallego de la época, rompiendo esquemas todavía enraizados en la tradición (a través del folclore popular y las orquestas), soportados por elementos del pop de los 60 emigrados a la gran urbe (Juan Pardo), conectados con colectivos como Voces Ceibes (formado por cantautores gallegos a finales de los 60 y principios de los 70) y abrillantados por figuras como Andrés do Barro (primer artista que logró que una canción compuesta en gallego se aupase al número uno de las listas en España). Siniestro Total, Golpes Bajos, Aerolíneas Federales o Semen Up, entre otros grupos, no sólo consiguieron insuflar aire fresco al panorama musical del noroeste y el resto de España, sino que además supieron sobrevivir a las tendencias del momento y perdurar, con mayor o menor fortuna, en el tiempo.
Los versos sueltos de la nueva ola, principalmente Os Resentidos y Radio Océano, actuaron como eslabones hacia la siguiente fase (sobre todo los primeros con una consistente discografía culminada por su álbum “Jei” -Gasa, 1990-) en la que colocar unas bases lo suficientemente sólidas para que la generación posterior tomara el relevo. Ya iniciada la década de los 90, bandas tan dispares como Os Diplomáticos de Monte Alto, Xenreira o Killer Barbies regurgitaron esas influencias nativas y otras exteriores para sostener la bandera de la música independiente gallega desde diferentes prismas estilísticos y, de paso, anticipar la irrupción de la etiqueta ‘Rock Bravú’, un cajón de sastre en el que cupieron grupos de diverso pelaje y que se llegó a definir como el producto de la llegada de las guitarras a la aldea. Sin restar parte de verdad a la sentencia (que tiene su versión 2.0 surgida en pleno siglo XXI), su efecto se amplificó a través de la Televisión de Galicia (TVG) gracias al programa infantil “Xabarín Club”, única e intransferible simbiosis entre música y televisión cuya banda sonora puso la semilla para que los sonidos autóctonos galaicos se extendiesen mezclados con el pop, el rock y otros géneros.
Paralelamente, Los Piratas (más adelante con Iván Ferreiro en solitario) miraban con un ojo al mainstream y con otro a la escena independiente, del mismo modo que a partir de los 2000 se movería Deluxe (o, lo que es lo mismo, Xoel López). Con un mayor sigilo, y apoyados en la electrónica más personal, Dar Ful Ful y Ápeiron saltaban con naturalidad del underground local al mapa alternativo patrio. Sólo quedaba un paso para que Nadadora empezasen conquistar miles de corazones con su pop emocional; y para que, poco después, Triángulo de Amor Bizarro abriesen camino hacia un nuevo horizonte y se postulasen como los máximos exponentes de la nueva ola de la nueva ola gallega, más amplia y variada que la presentada en las reduccionistas marcas ‘Galician Bizarre’ y ‘Galiza Caníbal’. A medida que el renovado movimiento germinaba, se fueron observando, inevitablemente, ciertas reminiscencias a la comentada movida ochentera viguesa (y gallega). Pero, ¿hasta qué punto existían esas equivalencias? ¿Continúan presentes actualmente una vez que el ascenso de ese conjunto de grupos y solistas ha cuajado en una corriente imparable? ¿Realmente es necesario recurrir al pasado para explicar el boom musical alternativo que se vive hoy en día en Galicia?
LA IMPORTANCIA DEL CONTEXTO. Tanto las modas efímeras como las tendencias sostenibles se originan y desarrollan necesariamente dentro de un contexto adecuado, en el que se dan las condiciones para se encienda la mecha y se extienda su acción. Si en los 80 la situación de reconversión industrial y el creciente paro en Vigo funcionaron como perfecto caldo de cultivo para que muchos jóvenes buscasen una vía de salida, desahogo y crítica a través de la música, en el tránsito del primer al segundo decenio del siglo XXI la crisis se recicló en clave de recesión económica que conllevó elevadas tasas de desempleo a nivel global, incluida Galicia, en la que se pasó del 7.64% de paro de media en 2007 al 22.35% en 2013 (según la ‘Encuesta de Población Activa’ del Instituto Nacional de Estadística), con especial incidencia en el segmento juvenil.
Este decorado de depresión económica de fondo sirvió de acicate para que la creación musical se expandiese durante los últimos años, ya fuese como alternativa ocupacional o, en la medida de lo posible, un medio de vida. “Pensemos que muchos de los mayores movimientos artísticos nacieron en las peores depresiones de la humanidad”. Tarci Ávila -ahora centrado en Presumido, su proyecto tecno-synth-pop en solitario; antes en Igloo, Eladio y Los Seres Queridos y The Blows– desliza cuál ha sido el gran motor impulsor de muchos grupos y solistas gallegos para lanzarse, en un corto espacio de tiempo, a la aventura de introducirse en el negocio, independientemente de los beneficios materiales a obtener y los costes a afrontar. “Lo único bueno que puede ofrecer una crisis es que las bandas que realmente disfrutan tocando lo seguirán haciendo haya más o menos dinero”, sugiere Beni Ferreiro, cantante y guitarrista de Igloo, con la perspectiva y la experiencia que le otorgan sus diez años al frente del grupo.
Pero, en medio de los difíciles condicionantes económicos y, a diferencia de lo sucedido tres décadas atrás, surgió un elemento aglutinador que derribó barreras tanto en la creación como en la difusión: Internet y las nuevas tecnologías de comunicación integradas en la red. Ya no se trataba sólo de que las guitarras hubieran llegado a las aldeas, sino de que, además, se hubiera facilitado la posibilidad de lanzar contenidos al ciberespacio: “El tipo de poblamiento gallego es de una dispersión supina, con los inconvenientes que ello provoca para la dotación de servicios e infraestructuras. Es muy reciente la llegada del ADSL a esas aldeas en las que chavales comenzaron a escuchar muchísima música que hizo que creciera en su interior el gusanillo de montar una banda”, afirma Óscar Vilariño, actualmente en A Veces Ciclón (formación post-rock también con raíces valencianas) y con anterioridad en Triángulo de Amor Bizarro.
En un abrir y cerrar de ojos se pasó de la generación MySpace a la Bandcamp, aunque a muchos de los implicados ni siquiera les resultó necesario seguir la primera de esas vías. A la vez, se abarató todo el proceso de grabación y edición gracias a herramientas informáticas que permitieron la elaboración de cada etapa casi en cualquier lugar y en cualquier momento, sin tener que recurrir a estudios profesionales. Y, por último, la consolidación del uso de las redes sociales alentó la conexión directa de los autores con su público potencial, sin ninguna clase de intermediarios, tal y como explica Álvaro Blanco (implicado en Incurable, Noise Project y Músculo!, donde cultiva pop, shoegaze y electropop, respectivamente): “Influye mucho el hecho de que las nuevas tecnologías estén al alcance de todos. Ahora por poco dinero se puede grabar un disco que suene decente, subirlo a Internet y promocionarlo en las redes sociales. El motivo de que últimamente haya una explosión musical en Galicia es posible gracias a que muchos grupos que hace años se quedarían en el local de ensayo, ahora pueden enseñar al público lo que hacen y tener cierta repercusión”.
¿ESCENA O NO? Según una de las diferentes definiciones que aporta la RAE, se define el término ‘escena’ como una parte que constituye una unida en sí misma. ¿Es la escena alternativa gallega contemporánea un elemento unitario? Si lo tomamos desde la perspectiva de su funcionamiento y del flujo creativo que se establece en ella, sí. El trío punk-rock Wild Balbina así lo refrenda: “Podemos hablar de escena desde el momento en el que se fija la atención y se producen sinergias con otras bandas que, sin nada que ver o con conceptos diferentes, se juntan para dar un concierto y compartir todos los momentos que ello conlleva. Podríamos decir que estamos todos en la misma cueva; pero dentro de la cueva somos muchas especies conviviendo”. Si nos quedamos con el sentido de esta última frase, también se podría aplicar la visión que tiene del asunto Kin Martínez, responsable de esmerArte (promotora y casa discográfica de Xoel López y Eladio y Los Seres Queridos): “La palabra escena es muy amplia si se quiere identificar todo lo que se hace a nivel global en toda Galicia y, sin embargo, queda muy pequeña si entramos en estilos y tendencias”.
Lo que nos lleva a la opinión de Discos da Máquina (sello que cobija propuestas de influencias rock, folk y electrónica como Ataque Escampe, Caxade, Das Kapital o Grampoder, entre otros): “Más que una escena, hay varias micro-escenas trabajando en paralelo”. O a la más categórica de Toño Rodríguez (Unicornibot): “No creo que exista tal escena, sino que hay muchos grupos con mucha ilusión y buenas ideas a los que siguen algunos medios”. La combinación de estas apreciaciones perfectamente matizadas da como resultado la verdadera descripción de la situación musical en Galicia: una amalgama de diversos estilos -del pop y el rock a la electrónica y el hip-hop, pasando por el folk, el electropop, el ska, el reggae, el punk, el funk y los sonidos autóctonos- que se muestra como un conglomerado compacto, sobre todo de cara al exterior, más allá de las fronteras galaicas.
Pero es dentro de ellas donde se advierte en todo su esplendor la especificidad del nuevo movimiento, debido a la historia y la cultura que encuadran la idiosincrasia de la sociedad gallega. “Tenemos una lengua propia, una cultura propia, una gastronomía propia, un microclima propio… Lo raro sería que no la hubiera”, apunta Julián Rodríguez (Igloo). Así como siempre se ha dicho que algunas de las explosiones musicales más interesantes se han producido en lugares con unas características meteorológicas determinadas (por ejemplo, en los espacios lluviosos y grises del Reino Unido industrial y post-industrial, en los gélidos y poco iluminados por el sol de Suecia o en los bucólicos y volcánicos de Islandia) por el efecto del recogimiento y la aproximación entre semejantes que producían, con respecto a Galicia no resulta descabellado llegar a una conclusión similar y relacionar las consecuencias de los azotes de las borrascas atlánticas con la puesta en marcha de numerosos proyectos de aspecto variable pero raíces comunes.
Del mismo modo, las cuestiones geográficas y demográficas del terreno galaico, casi atávicas, han influido en la manera en que ha nacido y confluido el actual torrente de grupos y artistas gallegos. Óscar Vilariño reincide en ese hecho: “Aquí hay un gran número de personas con ganas de hacer cosas y que entienden la música de una manera muy parecida. En Galicia existen muchas ciudades y pueblos grandes, pero no pasan de los 300.000 habitantes. La actividad que puede albergar cada una de ellas es muy limitada. Es lógico que de una manera totalmente natural haya surgido un colegueo entre la gente del país. Es habitual que una banda tenga a cada miembro viviendo en una ciudad distinta”.
El tercer punto que acota el actual panorama alternativo galaico es el idioma, un asunto peliagudo que no se ha resuelto con el paso de las décadas, a pesar de ser parte fundamental de la identidad de Galicia como comunidad histórica. Aquí aparece la continua comparación con los grupos independientes de Catalunya o País Vasco, que han recurrido con mayor frecuencia a su propia lengua en detrimento del castellano (o el inglés). Lo contrario a lo que ocurre en Galicia, a pesar de que se han vivido épocas en las que se vislumbraba la posibilidad de que el gallego se fortaleciera como recurso que trascendiera los límites de la tradición. Con todo, en el paisaje alternativo de hoy en día existen referencias de diverso origen que mantienen como nexo común su idioma nativo pero que transitan por distintos senderos sonoros: por ejemplo, a través del garage-punk, Terbutalina; del pop de ascendencia literaria, Nacho Mora (ex-componente de Elephant Band centrado en la adaptación de poemas de autores clásicos gallegos); del neo-folk de raigambre costumbrista y reivindicativa, Caxade; de la tradición galaica mezclada con estilos ajenos a ella pero compatibles para erigir un mensaje combativo, Ruxe Ruxe o Som do Galpom; y de la electrónica reactiva, oscurantista y post-industrial, Das Kapital.
Precisamente, las cuatro últimas bandas mencionadas entroncan con el cuarto pilar sobre el que pivota el movimiento: el discurso, tan variado como los autores que lo dotan de contenido. Sus disparos líricos alcanzan de lleno la diana de la deprimida realidad socio-económica y del carcomido sistema político actuales (otro paralelismo con respecto a los años 80, en los que se apreciaban los desconcertantes efectos de la Transición) desde sus diferentes perspectivas, aplicando cera ácida a sus estrofas contra la alienación y la decadencia contemporáneas. De un modo u otro, directa o indirectamente, el agitado ambiente que se respira los últimos años palpita en las composiciones de muchos de los grupos gallegos de hoy en día, ya sea a través de la ironía, la rabia, la calma y la reflexión. Aunque, a la vez, sus textos se abren, lógicamente, al hedonismo, la diversión, el amor, las emociones, la psicodelia, la cotidianidad… La riqueza sonora y textual que emana de todo el conjunto de bandas y artistas gallegos que conviven en Galicia y fuera de ella conducen a pensar que todos ellos se concentran en algo más que una escena. Más bien, en un movimiento que aglutina diversas células creativas en constante evolución y que fracturan corsés estéticos para huir de la post-modernidad.