Low, shoegaze, Galaxie 500, slowcore y letras en gallego… Hablamos de esto y de muchas otras cosas con Óscar Vilariño, el líder de Musel.
‘Rabuña‘ es una de las palabras polisémicas más curiosas de la lengua gallega: se puede referir a una persona que hurta con habilidad, a un esqueje o a la tercera persona del singular del presente del verbo -traducido al español- arañar. Quedémonos con su tercera acepción, cuyo significado metafórico serviría para crear la recurrente figura del pellizco en el corazón, de la marca emocional.
Un concepto que se asocia con naturalidad a la esencia del contenido de “Rabuña” (Acuarela, 2015), título del EP con el que Musel, grupo guadianesco de la escena alternativa galaica actualmente compuesto por Óscar Vilariño (voz y guitarra; también enrolado en A Veces Ciclón), Eva M. (voz y teclado) e Iván Juniper (batería; ambos de Linda Guilala) y Carlos Méndez (bajo y theremin; Pedrito Diablo & Los Cadáveras, Onion Smile), han publicado su primera referencia tras entregar sólo dos canciones a lo largo de su trayectoria (“Malditas Fanecas” para el recopilatorio infantil “Bababum: Vacacións” -Crispis, 2013- y “Árbores” para el 10’’ “Record Store Day Galicia 2013” -Desconcierto Cultural, 2013-), cambiar su alineación original y sufrir una mudanza de Lugo a A Coruña.
Un extraño recorrido y escaso bagaje para quienes han seguido su rastro desde su puesta en marcha en 2011. “Sí, tras varios años en activo, Musel no acababa de arrancar”, reconoce con cierta resignación Óscar, su miembro fundador y guía compositivo y espiritual. Aunque las nuevas incorporaciones parecen haber dado estabilidad a Musel, considerado a todos los efectos como grupo. ¿O más bien resurge como un proyecto personal con buenos refuerzos? “Pese a que las canciones son mías, si toco con alguien funcionamos como un grupo y tomamos las decisiones entre todos. Todos tenemos que quedar satisfechos, para mí eso es básico. No son mis mercenarios ni les pago un sueldo para que toquen lo que yo les diga”.
La democrática articulación colectiva de Musel, sin embargo, es compatible con la idea primigenia de Vilariño de buscar una vía expresiva diferente con respecto a la practicada en los mentados A Veces Ciclón, Mullet y otras bandas a las que perteneció en el pasado, inclinadas hacia a la experimentación y la improvisación eléctricas. Y esa dirección llevaba al pop. “Musel nació de las ganas de componer canciones sencillas para comprobar si era capaz de ello: dos o tres acordes, melodía y estribillo a ser posible. Empezaron a salir temas y le pillé el gustillo. Me agrada esa relajación de tocar una canción sin tener que estar pendiente de ejecutar mil arpegios con mil cambios”.
Aclaradas sus intenciones estilísticas de partida, es posible establecer sus coordenadas sonoras atendiendo a las fuentes de las que bebe Óscar para luego regurgitar su influencia en las composiciones de Musel: “Siempre me han gustado Low y Galaxie 500, pero cuando empecé con el plan de montar el grupo tuve un pico de muy fan con ambas. Son bandas que, desde que las conozco, me flipan y me sirven de referencia por su planteamiento sencillo pero intenso emocionalmente. También me inspiré en ellas para componer letras un poco más narrativas, aunque la cabra tira al monte y, a veces, me salen bastante crípticas”. Óscar no puede evitar sonreír ante este arrebato de sinceridad.
Así que la plantilla sobre la que Musel apoyan sus canciones se compondría de una base pop y slowcore aderezada con gotas de sensibilidad lírica. Hecho que ratifican los cuatro cortes que integran “Rabuña”, suficientes para describir el espectro sónico en el que se mueve el cuarteto, que tanto se sumerge en el pop expansivo, pulcro y luminoso y la electricidad frágil y reptante como en el pop dinámico y brioso y el post-punk al ralentí de bajo acentuado. Todo un mérito concentrar tal variedad formal en un repertorio breve. “Eso fue algo totalmente premeditado. Disponíamos de un buen número de canciones para escoger y me preocupé de seleccionarlas bien para que el EP tuviera sentido. Hice una especie de clasificación previa y me salían cuatro conjuntos de temas. Entonces decidimos quedarnos con un tipo de cada canción, ya que eran largas y queríamos editar un disco corto”, explica Óscar. Finalmente, las composiciones elegidas fueron las siguientes, que nuestro protagonista disecciona con transparencia:
1. “Catasol”. “Musel era, y es, una especie de reto a la simplicidad. Fue la primera canción que compuse para este proyecto. Originalmente tenía otro nombre, pero al regresar a A Coruña decidí rebautizarla con el nombre de la plaza donde viví los últimos cuatro años en mi querido Lugo”.
2. “Trebón”. “Reconozco que, de forma totalmente egoísta y para evitar disgustos, suelo vivir bastante al margen de las noticias de actualidad. Me informo de manera pasiva aplicando ese gran filtro que son mis amigos. La letra de esta canción es la consecuencia de haber visto más de un telediario en la misma semana”.
3. “Raiolo”, el single. “Cuando llega marzo, mi padre siempre dice: ‘Marzo, marzolo; trebón e raiolo’. Y así es la vida: una sucesión de ‘trebóns’ [chaparrones, tormentas] y ‘raiolos’ [rayos de sol]. Ni todos los ‘trebóns’ son tan malos, ni todos los ‘raiolos’ son tan buenos. Hay que saber mirar bien adentro y no dejarse llevar demasiado. Afortunadamente, este ‘raiolo’ que apareció en mi vida es todo bondad y le doy las gracias a Sun Ra por ello”.
4. “Trapalladas”. “Iván quería matarme cuando la grabamos porque yo quería tirarla aún más lenta. Tengo un problema serio con eso: las canciones nunca van todo lo lentas que a mí me gustaría. La letra habla sobre ese momento en el que convives con alguien que ha sido muy cercano e importante y ves cómo la relación se va deteriorando poco a poco a base de ‘trapalladas’ [basuras] y no puedes hacer nada para salvarla”.
Queda claro el poderoso y profundo componente auto-biográfico de “Rabuña”, que aparece recubierto por un sonido que, en apariencia, se pretende encorsetar mediante determinadas etiquetas que se manejan para definir la música de Musel, como ‘shoegaze a la gallega’ o ‘slowcore norteño’: “No es habitual interpretar esta clase de música en gallego. Pero en nuestras canciones, ahora mismo, no hay ningún elemento puramente gallego más allá del idioma. Me parece un atraso remarcar la diferencia idiomática como persona implicada en la normalización de mi lengua. Es una actitud un poco limitada y corta de miras”, sentencia Óscar ante el debate sobre la materia lingüística como recurrente (y obligatorio) signo distintivo en el panorama independiente galaico que, a estas alturas, todavía no se ha superado.
Asunto que queda en un plano secundario ante las cualidades de “Rabuña”, cuyo repertorio se debería degustar con calma: “Sí, por qué no. Siempre hay que escuchar la música sin prisas. Si no, no tendría sentido”. Una recomendación válida para que el oyente preste la atención adecuada a cada pieza del EP aislado de la ferocidad con que se devora música aleatoriamente en la actualidad. Pero, ahora más que nunca, además de por los oídos, la música tiene que entrar por los ojos. Una realidad que Musel han trasladado a “Rabuña” esmerándose en el trato del aspecto visual que envuelve a su criatura, desde la portada hasta el videoclip de su sencillo “Raiolo”, pasando por su exclusiva edición en vinilo de 10’’. “Iván y Eva diseñaron la portada. Estábamos manejando algunas ideas y se nos ocurrió darle un carácter atlántico, aunque no de una manera evidente. Después, el videoclip salió de la cabeza de Rubén Domínguez [artista multidisciplinar y miembro de Telephones Rouges y Chicharrón]”.
El advenimiento de “Rabuña”, su impacto tanto en su audiencia como en sus creadores y los firmes propósitos de Óscar Vilariño sugieren que Musel pueden afrontar el futuro centrados en ir progresando cada vez a mayor velocidad: “Vamos a tocar lo máximo posible, pese a que somos cuatro personas que vivimos en puntos distintos de Galicia y tenemos nuestras ocupaciones. Una vez rodemos más el directo, será más fácil. Ahora debemos prepararlo con cuidado para actuar allá donde nos llamen”. Y, la gran pregunta: ¿existe la posibilidad de que Musel acaben publicando su primer disco largo en algún momento no muy lejano? “Aún no hemos tratado ese asunto, no sé qué haremos. Sí que es cierto que nos tira bastante el formato corto, lo cual es un problema porque, si nos los permitieran, editaríamos sólo EPs”.
Ya sea de un modo u otro, Musel ya han comenzado a recorrer un camino que, si las circunstancias de la vida no se convierten en insalvables obstáculos, les llevará al siguiente paso para continuar pellizcando, o arañando, el alma de todo aquel que se acerque a sus canciones. No importa si es sobre las tablas o a través de su próximo trabajo de estudio. Eso sí, lo realizarán pausadamente, en consonancia con su sosegada visión musical, haciendo de la paciencia y la delicadeza virtudes que todos deberíamos adoptar en estos tiempos revueltos. [Foto Óscar Vilariño: El Correo Gallego]