«Múltiple» confirma que tenemos de vuelta al mejor M. Night Shyamalan… Y esta reseña lo prueba comparándola con las tácticas de Cholo Simeone.
Hubo un tiempo (no muy lejano) en que M. Night Shyamalan reinaba en las taquillas. Sus films despertaban un reconocimiento elevado en el mundillo crítico y, cosa extraña, solían funcionar también entre un público que, más que expectante con la historia que les iban a contar, ansiaba sorprenderse ante lo que el Rey del Final Twist les iba a ofrecer. Otros tiempos, sí. Una era dorada que fue cayendo en cierta decadencia, agotamiento y, finalmente, catástrofe con films que oscilaban entre lo dudoso o lo directamente execrable como «After Earth» y, sobre todo, «Airbender«.
Consciente de ello, Shyamalan pareció aplicar las tácticas del Cholo Simeone trasladadas al mundo cinematográfico: volver a hacer grande su cine trabajando como si se tratara de un equipo pequeño. Presupuesto limitado, solidez, juego directo sin alardes y, fundamentalmente, ir partido a partido, sin aguantar presiones del entorno o las majors exigiendo taquillazos. Si este formato ya pareció funcionarle en «La Visita«, en «Múltiple» insiste en estas bases tácticas aunque, por supuesto, con un formato diametralmente opuesto, separándose así del found footage y volviendo a esa especie de realidad sobrenatural íntima, a ese mundo que existe puerta con puerta del nuestro pero que no necesita Apocalipsis ni explosiones aparatosas para desmarcarse de él.
De esta forma, Shyamalan vuelve a plantearnos un escenario donde lo importante es el seguimiento casi obsesivo y al mismo tiempo minimalista de escasos protagonistas que, sin embargo, se insertan en un universo más amplio, pincelado aquí y allá, que permite asumir de alguna manera que eso extraordinario que está sucediendo se integre en lo “real” sin desentonar en absoluto. Es precisamente esta construcción dentro/fuera lo que acaba por conformar espacios creíbles de naturaleza fantástica mientras se nos narra un thriller claustrofóbico donde el conflicto de personalidad múltiple no es un artificio como en «Identidad» (James Mangold, 2003), sino un proceso y, más importante, un medio para un fin.
El tour de force interpretativo de James McAvoy no se reduce a un sencillo catálogo de muecas (imaginar a un Jim Carrey en este papel, por ejemplo, da pavor), sino al desarrollo de algo más grande, como si cada personalidad fuera la pieza de un puzzle que, una vez encajado por completo, nos proporciona una visión más amplia de lo que el film ofrece. Y si McAvoy es la pieza central de esta fotografía troceada, no son menos importantes los personajes que orbitan a su alrededor, caracteres que no se limitan a mero complemento sino que pincelan, apuntan y matizan no solo al personaje principal, sino a todo el conjunto. Sí, en «Múltiple«, Shyamalan consigue articular un guión en el que todas esas frases, comportamientos y/o flashbacks que en otras películas bordeaban lo ridículo por fin hacen click en el desenlace final.
¿Y el final twist? No está en nuestra intención, evidentemente, destripar el film. Pero es necesario apuntar dos cosas… En primer lugar, aquí no se produce un giro dramático de los acontecimientos a lo «El Sexto Sentido«. Aquí, Shyamalan firma un epílogo que impacta porque añade un sentido más amplio a lo presenciado hasta ese momento pero que, y aquí viene la segunda cuestión, no incide en realidad en la película. O lo que es lo mismo: «Múltiple» podría funcionar perfectamente sin dicho epílogo.
¿Necesidad, pues, o concesión a la galería? Decídanlo ustedes viendo la película. Pero desde aquí nos inclinamos a, volviendo a la metáfora Cholista, ir ganando holgadamente y decidir que este es el partido en que voy a meter 3 delanteros en lugar del 4-4-2 de siempre. O sea: voluntad de subir un peldaño en el disfrute del espectáculo. Y a fe que lo consigue.