Aquí van diez vez en las que una mujer dice NO de forma positiva que te obligarán a replantearte la feminidad y el feminismo como nunca lo habías hecho.
Como cualquiera podrá corroborar por sí mismo consultando un diccionario, la acepción más difundida de la palabra «no» es la de adverbio de negación. Una respuesta negativa, vamos. Un corte, un punto y final, un cese de todo discurso. Sin embargo, hace ya un tiempo que en Fantastic nos hemos empezado a preguntar por el significado de «no«: ¿por qué cuando alguien nos responde con una negativa (e incluso cuando somos nosotros mismos los que queremos responder con una negativa) reaccionamos como si ante nuestros ojos se hubiera erigido el mismísimo Belzebú en cambio de una simple, brevísima e inofensiva palabra? ¿Por qué EL NO -así, con artículo y mayúscula, el No de los Noes, este ente maligno y destructor- tiene tanta mala fama?
La gente tiene tanto miedo a decir NO que uno a veces piensa que estamos ante una de aquellas situaciones típicas de las narraciones fantásticas en las que existe un Aquel-Cuyo-Nombre-No-Debe-Ser-Pronunciado y que, al decir NO en voz alta, una temible y sobrenatural entidad arcaica llamada NO despertará de su letargo y nos aniquilará a todos para recuperar un mundo que una vez fue suyo. No. No pasa nada por decir NO. Este es el centro del mensaje de la campaña #DirNOéspositiu lanzada por Moritz Epidor y lo que nos ha hecho empezar a repensar sobre la importancia de dejar de entender el NO como un bicho demoníaco con cuernos y cien patas.
No sólo eso, sino que decir NO incluso tiene consecuencias buenas para quien lo dice, y también para el que lo recibe. Hemos proclamado una y mil veces que, como medio, creemos firmemente que decir NO es lo más positivo (en este artículo), e incluso le hemos preguntado a personalidades de la industria de la moda cómo y a qué dicen ellos NO (en este otro especial). Hoy queremos plantear nuestra firme creencia en que decir NO, en vez de cesar todo discurso, ayuda a abrirlo. Y queremos hacerlo a partir de un tema en el que creemos que aún queda mucho discurso por hacer y mucho recorrido por afirmar, y por el que es importante aprender a decir NO de forma positiva: el papel de la mujer en nuestra sociedad.
Hemos conseguido mucho, pero aún hay cosas que la sociedad (toda ella, hombres y mujeres y las instituciones que los regulan) toma como buenas y positivas cuando siguen yendo en detrimento del género femenino. Hoy, entonces, yo digo NO. Pero es un NO positivo, un NO que abre debate, que lo que quiere es invitar al discurso y a la crítica.
1. NO a los eslóganes de reivindicación de las mujeres en relación a los hombres. Más de una vez me he encontrado con post, fotos, tuits, etc. en las redes sociales que proclamaban cosas del rollo «ellas son tus madres, tus hermanas, tus amadas. Respétalas«. No. No somos madres, hermanas y parejas sentimentales por defecto. No somos los roles que la sociedad nos ha muy amablemente reservado. Respétame por mí misma, y no por algo que gire alrededor de tu vida y tu miembro.
2. NO a la condescendencia. Por absurda que suene y desterrada que esté del lenguaje, aún tendemos a pensar con la categoría de «sexo débil» en la cabeza. Puede que nadie la pronuncie ya, pero muchos todavía estructuran sus discursos y relaciones entorno a ella (y, que la RAE aún la conserve como sinónimo de «conjunto de mujeres» no es tanto la confirmación tanto de la lentitud del academicismo como de lo arraigadas que están ciertas expresiones y el largo recorrido que todavía queda hasta afirmar que están en desuso). No hablo solamente del mansplaining, sino también del rollo nice guy de podría-haberme-aprovechado-de-ella-pero-no-lo-hice (¿gracias por ser una persona normal?) o de felicitarnos -ellos a nosotras, y nosotras a nosotras mismas también- por conseguir hacer cosas muy sencillas sin darnos cuenta de que no es extraordinario, sino que debería ser la norma.
3. NO al concepto de «mujer fuerte». En relación a lo de «sexo débil«, se ha venido naturalizando otro concepto por oposición: el de mujer fuerte, la mujeraza (¿cuán común es escuchar «una mujer con dos cojones«, por metafórico que sea… y, perdonad, decir «con dos ovarios» no mejora en absoluto la situación?), una mujer emprendedora y hecha a sí misma que puede con todo. Aquella que luchó contra viento y marea como una roca, como una Titana, una súperheroína, como la Jane Eyre de Brontë (para cuyo triunfo algunos olvidan que fue necesario el suicidio de una mujer negra). La misma historia de las mujeres es la historia de aquellas que pasaron por encima de su dominación, perpetuando la idea de ser humano como sujeto comprometido en una operación de dominio, en vez de desbaratarla. Como señaló Françoise Collin, «mujeres» terminaría por designar solamente a aquellas que son agentes políticas, siendo toda mujer llamada a serlo. Negando pues así lo marginal, lo residual, lo íntimo, lo que no produce, lo que no es. Lo que un día se pensó de todas las mujeres.
4. NO a hacernos sentir que deberíamos estar agradecidas por los piropos. De una vez por todas: que alguien desconocido suelte un comentario sobre mi aspecto físico siempre es desagradable, sea un comentario positivo o negativo. No es como si yo subiera una foto a una red social y la gente comentara su impresión. Estoy caminando por la calle, no estoy haciendo nada, no estoy proponiendo nada, no me estoy poniendo allí, simplemente tengo que pasar por allí. Sólo quiero pasar por allí tranquila.
5. NO a programar espacios para debatir cuestiones de género y que los ponentes sean en su mayoría hombres o directamente todos hombres. Esto pasa mucho más a menudo de lo que parece, por muy absurdo que suene. El caso más reciente lo señaló hace escasos días una chica en Twitter: dentro del marco de unas conferencias organizadas para el Día Internacional de la Mujer y La Ciencia en Coruña, había una charla llamada «La informática también es cosa de mujeres«. ¿Ponente? Javier Pedreira Richo. Y no es anecdótico.
6. NO a leer e interpretar las expresiones artísticas hechas por mujeres solamente dentro de un marco teórico feminista. Ahora casi todo el pensamiento feminista reconoce a Virginia Woolf como un de sus cabezas fundadoras, pero no siempre fue así. Sin ir más lejos, era 1985 cuando Toril Moi publicó su (personalmente recomendadísimo) artículo «¿Quién teme a Virginia Woolf?«. Sin entrar en detalles del texto, la tesis de Moi era que Woolf había sido condenada al ostracismo literario por parte de la crítica literaria feminista por no ofrecer una imagen de mujer unitaria y reconocible dado su estilo literario experimental y evasivo. Y, al no ofrecer ninguna figuración contundente de las mujeres, se volvía totalmente inútil para un feminismo político. Esto sigue ocurriendo actualmente, aunque con otras autoras. Parecemos tener la presunción de que una buena novela feminista es la que presentará imágenes veraces de mujeres fuertes con las que la lectora pueda identificarse, y nos olvidamos de que el objetivo de la lucha feminista tendría que ser destruir las oposiciones binarias de masculinidad y feminidad.
7. NO a el «Mito de la Mujer». No a un sujeto femenino sintético, representante de todas las mujeres, abstracto, ideal, inalcanzable. La Mujer substituye a las mujeres, se pone en oposición a El Hombre. Se la define según la exaltación de unas características físicas y sexuales de mujer como género (algo que es una posición social y no biológica), y se termina simplemente por crear un opuesto al sexo masculino, perpetuando así los sistemas binarios y de opresión. No a La Mujer, no a la representación de una esencia intrínseca a todas las mujeres… Sí a las mujeres.
8. NO a los discursos sobre los cuerpos femeninos que no hacen más que perpetuar los cánones de belleza. «Las mujeres de verdad tienen curvas«. No: las mujeres de verdad son unicornios. Es decir, no existen. Surgido por compensación del canon de belleza como culto a la delgadez, el lema falla cuando lo único que hace es oponer un canon diferente, pero igual de falaz.
9. NO a hacer del «Ama Tu Cuerpo» un imperativo moral. Aconsejo muchísimo este artículo publicado en Man Repeller el pasado mes marzo: «Please Stop Telling Me To Love My Body«. Como concepto nacido por compensación y oposición y no por sí mismo, el «body positivity» también acaba siendo contraproducente: odiar tu cuerpo está mal, tienes que amarlo, tienes que quererte. Vale. Ok. Todos los cuerpos merecen amor, así que voy a amar el mío, dejar de odiar mis caderas anchas y empezar a sacarlas a cenar. Todos los cuerpos merecen amor aunque tengan caderas muy anchas, así que me siento menos avergonzada por tener unas caderas tan anchas, está bien. Pero no me gustan. Lo siento, puedo aceptarlas pero no me gustan. Dejo de avergonzarme por mis caderas, pero ahora me avergüenzo por no ser capaz de quererlas. Quizás deberíamos abogar por una neutralidad del cuerpo, por una aceptación y un respeto de tal y cómo es y tal y cómo nos sentimos respecto a él en cambio de forzarnos a sobre-compensar el odio con un amor que no resuelve el problema de la obsesión con nuestros cuerpos, sino que simplemente hace que la balanza se incline al otro lado.
10. NO al concepto de «buena feminista«. No podemos escapar a nuestras propias contradicciones. Ser mujer no es una esfera social aparte o un modo de existir separado, sino una posición dentro de la existencia social en general. Como tal, es el resultado de toda una combinación de factores sociales y posiciones de poder. Y esas combinaciones suelen ser contradictorias. Ejemplo: quiero querer a todas las mujeres, pero no puedo evitar sentirme amenazada por una con mejor cuerpo que yo. Me comparo, siento envidia, las odio, me odio a mi por odiarlas a ellas, colapso de culpa. No, no pasa nada, no hay razón para sentirse culpable. Deshacerse de categorías históricas tan arraigadas como las del patriarcado es un proceso no solamente difícil, sino que también es largo. Y no hay una manera de hacerlo mejor que otra. No hay decálogo posible del feminismo. Solo puede haber crítica, y discurso. Esta es una invitación a decir NO a todos los NO aquí propuestos, porque siempre será un NO positivo. [Más en este micro-site de Moritz Epidor]