Justo después de la gala final, reflexionamos: ¿cuáles son los motivos por los que esta cuarta temporada de «¿Quién Quiere Casarse Con Mi Hijo?» ha molado lo más grande?
Es oficial: volvemos a estar enamorados de «¿Quién Quiere Casarse Con Mi Hijo?«. Y si me atrevo a utilizar aquí un plural mayestático es precisamente porque basta con ponderar las reacciones en redes sociales ante la gran final que hemos vivido en la noche del 11 de marzo para convenir en dos cosas: que todos tenemos una opinión al respecto (lo que viene a significar que hemos fichado en masa y religiosamente a la hora de sintonizar Cuatro para nuestra ración tróspida) y, sobre todo, que atrás queda la apatía que se apoderó de nosotros hace ahora aproximadamente un año cuando tuvimos un atiborre de varias temporadas seguidas de «¿Quién Quiere Casarse Con Mi Hijo?» y «Un Príncipe Para La-personaja-que-nadie-sabe-de-dónde-ha-salido-pero-que-ahí-la-ves-rodeada-de-maromos-y-frikis«.
Repito: volvemos a estar enamorados de este formato, de sus montajes imposibles, de su post-producción sonora, de sus guiones de hierro, de Luján Argüelles, de los chromas patilleros, de los candidatos surrealistas… De absolutamente todo. Eso sí, esta vez lo mejor será no tentar a la suerte y pedir que haya una nueva edición del programa (o su equivalente de príncipes y Corinas y Lauras y quien sea): lo más sensato es más bien pedir que dejen descansar de nuevo el formato durante una temporada y que, cuando decidan volver, nos vuelvan a pillar con la ilusión intacta.
Por ahora, sin embargo, pido permiso para el desbarre. A partir de aquí, este artículo se va a transformar en una opinión personal e intransferible (y un poco burra, todo sea dicho): si estás esperando una reflexión sobre las tele-ficciones de nueva generación o sobre los cambios en el concepto de pareja en el siglo 21, este no es tu artículo. Si estás esperando chicha y limoná y carne y pescado y sexo y guarrerías diversas, sigue leyendo… Porque a continuación quedan los (múltiples) motivos por los que, en mi humilde opinión, esta cuarta temporada de «¿Quién Quiere Casarse Con Mi Hijo?» se ha salido lo más grande. Todo dividido y ordenadito por hijos, claro está.
RAFA: Al final no dio tanto asco. Hace un par de meses, al poner en tela de juicio a los hijos de esta cuarta temporada de «¿Quién Quiere Casarse Con Mi Hijo?» (en este artículo, para ser más exactos), vaticiné que Rafa iba a ser el personaje que más asco nos daría… Me equivoqué garrafalmente: este chaval lo tiene todo para ser odiado y, sin embargo, ha acabado por convertirse en un verdadero grower. Más explicaciones a continuación.
- En una edición en la que ha quedado al descubierto que muchos de los candidatos se presentan al programa más como un juego que como una verdadera forma de encontrar el amor (espera, ¿alguien lo dudaba?), la actitud de Rafa ha sido la más sana de todas: su eterna sonrisa de «vaya panda de taradas me ha tocado«, su ceja arqueada de «me lo tomo como un juego o me trago el clip del pelo para ver si me desgarra el intestino fino y así me desango y acabo con este dolor«, su poker face de «¿por qué estoy soportando esto cuando tengo el teléfono a rebosar de números de prostitutas de lujo?«… El chaval se lo tomó como un juego y, de hecho, sus decisiones iban enfocadas totalmente a darle cancha al concurso más que al corazón. Bien por Rafa.
- Eso sí, su pelo de mierda sigue siendo imperdonable. Mal por Rafa.
- Mal también por haber echado prematuramente a la verdadera protagonista de esta temporada: Sara, la candidata que paso de ser ultra-mega-hiper-VIP-bababoom a ser un fake de aquí no te menées. Mi propuesta: un «21 días con Sara» para conocer toda su historia, para descubrir que nació en un vertedero, que «Slumdog Millionaire» está basado en ella, que en verdad es M.I.A. inspirándose para un nuevo disco con toques de tekno marbellí, que todos sus vestidos son del Humana, que se prepara champán azul en casa mezclado dos terceras partes de cava Freixenet y una parte de helado de pitufo y que, al fin y al cabo, la fama cuesta un cojón. Y que ella ha acabado con las rodillas peladas. Bueno, oye, que se vaya acostumbrando.
- También molaría un «21 días con la potada que Sara echó en la piscina de Rafa«. Queremos saber. Necesitamos saber.
- Por cierto, si «eso» le parece a Rafa y compañía una fiesta loca, por favor, que se vengan al Sónar. Yo voy moviendo contactos.
- Muy pero que muy bien a la metodología de expulsión de Rafa: ¿quieres un regalo? ¡Pues toma expulsión!
- Bien por la madre de Rafa (por cierto, ¿en algún momento se dice su nombre? ¿O tenemos que referirnos a ella como la prima nueva-rica de la Familia Addams?), que supo ver en Deli un filonazo y no permitió que su hijo prescindiera de ella.
- Pero mal también por la madre de Rafa: menos gastarse el dinero en los modelazos de su hijo y más invertirlo en cosas como 1. Un puñetero logopeda que le quite el acento de francesa con retraso intelectual, 2. Un corrector de postura que atenúe su chepa de cruce genético entre Cuasimodo y una gárgola y 3. Un asesor de imagen que sea capaz de evitar el look Oompa Loompa. Son metas difíciles, pero esto sí que son cosas que el dinero compra.
- Volvemos con Deli. Al principio, era inevitable pensar que estábamos ante una nueva Leti. Pero no. Lo de esta chica es serio de verdad. Pero «serio» como en «caso clínico». De hecho, no sé si decir lo que verdaderamente pienso porque me tiene acojonado y temo que se plante en la puerta de mi casa: esta tipa está verdaderamente tarada y le da un nuevo y amplio sentido a la palabra «bipolaridad». Su capacidad para pasar de ser «una fea resultona» a ser «Gollum en bikini» en dos segundos hiela la sangre de cualquiera. Aun así, ¿qué hubiera sido de esta edición sin Deli? Te lo digo yo: nada.
- El festival de gritos entre Deli y Rihanna (porque era Rihanna, ¿no?) ha tenido su tela. «Sálvame» está perdiendo el culo por ficharlas.
- Sandra, la finalista. De verdad, ¿alguien reparó en ella hasta que llegó a la final? Otra pregunta: ¿de verdad necesitaba el mundo a alguien más saltless que Gwyneth Paltrow?
- ¿Por qué echaron tan pronto a Pili / Marilyn / Mayra Gómez Kemp? Yo de verdad que quería ver si moría de vieja durante la grabación del programa o no.
- Y, ahora, a lo que realmente interesa: ¿qué va a pasar con Christofer-el-artista-de-la-familia? ¿Prosperará su relación con Rihanna? ¿Dejará de ponerse Dr Martens sin calcetines y con bermudas? ¿Se quitará las gafas y probará ciertas las teorías que dicen que tiene un ojo mirando para Cuenca y otro para Tarifa? ¿Tendrá un ojo de cristal? ¿Tendrá los dos ojos de cristal? ¿Le robará todos los papeles a Keanu Reeves, con quien comparte registro expresivo facial? ¿Le darán un puñetero programa para él solo? Yo voto por esta última.
DAVID: El complejo del hipo. Todos conocemos a alguien como David: alguien a quien le faltan un par de veranos para acabar de madurar, que se queda empanado con una frecuencia obscena y que es incapaz de darse cuenta de la penica que da. Una criaturilla extraviada en la vida moderna pero que, sin embargo, se comporta con ráfagas de «parto la pana» que asustan genuinamente y que rompen el corazón a partes iguales. Sea como sea, David da un poco igual, porque este chaval estaba aquí para que «¿Quién Quiere Casarse Con Mi Hijo?» pudiera contar con la presencia de Rosa. Y lo sabes.
- Que alguien le explique a David qué es realmente el complejo de Edipo / Dipo / Hipo, ya que es un concepto que ha estado sobrevolando todo su tramo del programa y parece que sigue sin entenderlo.
- Que alguien me explique a mi qué pasa con el pelo de David. De verdad, porque he estado toda la temporada intentando saber si se ha hecho injertos de pelazo en el flequillo para tapar la coronilla o si la parte de la cabeza que tiene calva es para contactar con los aliens que lo abdujeron de pequeño.
- David podría tener un excelente futuro como actor de Bollywood: tiene las pintas, esa barba de Conchita Wurst y aprendió algunos pasos de baile con Manantial de Luz. Tranquilos, hablaremos de Manantial de Luz más adelante.
- Las citas de David han sido de las mejores de toda la historia del programa: salir en bici, ir al bosque… Lo que viene siendo la definición de «ese tipo barato que aplica la política de la austeridad a sus propias citas«. Si le sirve a Alemania, ¿por qué no le va a servir a él?
- Los labios de Rosa. No sé. De verdad que no sé qué decir al respecto. Me han llegado rumores contradictorios: hay quien dice que Oscar Mayer tiene la patente de sus labios, otros afirman que son obra de la cirujana plástica de El Raval, la que inyectaba a los travestis.
- La forma de hablar de Rosa. A ver, que no hay otra: con esos salchichamens como labios, sólo se puede hablar de esa forma.
- El ego de Rosa. Ella es la primera que sabe que este era su programa.
- Las candidatas de David eran las más flojas, todo hay que decirlo. Pero, a ver, es que ¿qué esperábamos? ¿Quién cojones se iba a presentar candidata para pasar toda la vida con este Jaffar de mirada extraviada (y ligeramente estrábica)?
- Hay que salvar, sin embargo, a Noelia y su bitching constante porque todo le parece mal: le parece mal Manantial de la Luz, le parece mal Afrodita, le parece mal besar porque los antiguos utilizaban el beso para testear el poder de la otra persona… Vamos, que Noelia es una versión new age de «Todo Nos Parece Una Mierda«. Y eso mola. O, por lo menos, mola hasta que se emborracha con una única copa de vino y acaba cantando el «Ai Se Eu Te Pego» (o algo así).
- Otra finalista que tal baila: ¿alguien se acuerda de cómo se llama? Al final, todas las candidatas de David tenían más de 40 años y se confundían las unas con las otras.
- Un penique por los pensamientos de Oxana.
- Estaba claro que Fátima no podía durar: ella es fuego y David es meado de abuela, ella es sexo y lo más sexual que ha hecho David en toda la temporada es insinuar que lleva calzoncillos sueltos para estar por casa (provocando de paso una arcada generalizada a medio país)… Aun así, podrían haberla dejado de comentarista o de lo que sea. De presentadora de «La Bola de Cristal» para el siglo 21, por ejemplo.
- Los secundarios de David y Rosa han sido, sin lugar a dudas, un no parar. De lo mejor de la temporada.
- Manantial de Luz. Sí. Manantial de Luz. ¿la utilización de Chimo Bayo como música de fondo para las prácticas terapéuticas de Manantial de Luz fue el mayor acierto de toda la historia del programa? Es muy probable. ¿Contar con Manantial de Luz únicamente en un episodio fue la mayor cagada de la historia del programa? También es muy probable.
- El Druida. Sí. El Druida. O lo que es lo mismo: el puñetero abuelo alcoholizado que, cuando se emborracha, se pone una toga y quiere compartir su pedo divino con el resto de los mortales. O lo que es lo mismo pero dicho de otra forma: el abuelo que ninguno de nosotros tuvimos pero que querríamos haber tenido y, sobre todo, el abuelo en el que muchos de nosotros nos convertiremos.
MARKUS: Él sí que es un putón familiar. Markus lo tenía difícil: superar el nivelazo del montaje de sus vídeos de presentación en el programa era algo que parecía imposible… y que ha acabado por revelarse como imposible. El chaval tenía potencia, eso es verdad, pero también ha demostrado tener mucha menos gracia que los montajes con palabras susurradas de fondo o con efectos especiales que conviertan en un monstruo de peli japonesa la perrita de su madre, la inconmensurable MJ que merece otro programa para ella sola. Hay que reconocer, sin embargo, que el nivel de las candidatas de Markus ha sido cosa fina… Olé por los responsables del casting.
- Antes de adentrarnos en Markus y MJ y otras chicas del montón, todos hemos leído ya esta noticia que pone en tela de juicio la heterosexualidad del modelo, ¿verdad? Todo se vé de otro color (más rosa) cuando tienes sospechas tan fundadas de que este hijo tróspido está actuando lo más grande.
- Sea como sea, hay que agradecerle eternamente a Markus la incorporación a nuestras vidas de un neologismo al que vamos a darle mucha cañita brava a partir de ahora: putón familiar (o su variación galáctica y mayúscula: Plutón Familiar). La terminología tiene tela porque, en verdad, y a tenor del punto anterior, todos sabemos que lo que Markus quiere decir cuando habla de «putón familiar» es «travesti con polla».
- Otro indicativo de que Markus está componiendo un personaje: esa manía que no te la crees de echarse colonia continuamente y que hace pensar en una versión de «El Perfume» en la que los viejos decrépitos de una sauna gay despedazan al modelo para comérselo… y para evitar una muerte por exceso olfativo.
- El pelo de Markus sí que te lo crees. Pero, por favor, basta ya de tupés masculinos tipo rascacielos que hacen pensar que van rellenos de algo y que te dan ganas de aporrearlos como una piñata.
- La pregunta es: ¿por qué echaba Markus sistemáticamente a todas las candidatas que le molaban a su madre? Es que no le ha dado ni un puñetero gusto. Pobre.
- Amor infinito hacia MJ, una de esas (cada vez más escasas) madres que consiguen que nos creamos de verdad el programa. Cuando se cabreaba, se cabreaba. Y el resto del tiempo se lo pasaba totalmente incómoda delante de la cámara, como si a un hobbit le pones un vestido, una peluca y un bolso y le plantas en medio de una fiesta de alta sociedad. Resulta inexplicable pensar que de una señora tan adorable haya salido un chaval tan pagado de sí mismo.
- La perrita de MJ también es amor infinito, aunque no le gusten los negros. Sólo por el mero hecho de que odia a Markus, ya merece nuestra admiración. Otra idea interesante: ¿qué tal un «Un Perrazo para Keti» presentado por El Encantador de Perros?
- Vamos con las candidatas. ¿Qué pasa que todos se han quedado con la opción sosa? Lo de Rocío no tiene nombre. Elegirla a ella es como escoger directamente vivir en una versión castiza y pirada de «Medea«. Porque esos ojos no son normales, de verdad. Los ojos de Rocío no son normales: están a medio camino entre la Manic Pixie Dream Girl y la asesina de masas.
- Rebeca tampoco parecía un ejemplo de salud mental. Pero suerte que duró poco.
- Mucho mejor Sara / Sarita / Prince / Princess. Si se trataba de buscar a un putón familiar, she’s the real deal. Y mira que se lo ha currado durante todo el programa: ha tenido que luchar contra viento y marea, ha tenido que convencernos de que no tiene tiburón, ha tenido que convencernos (¡con el pasaporte!) de que tiene 33 años y que no estaba ahí ya en La Creación, ha tenido que lidiar con la desconfianza justificada de MJ, ha tenido que currárselo a base de bien para ir vestida todo el día como si fuera la dependienta de un sex shop, ha tenido que pedir por correo tres veces aprovisionamientos de pintura plástica para poder ir pintada constantemente como una puerta… Y, oye, pese a todo eso, ha sido la más humana y la que más nos ha hecho creer que de verdad le molaba Markus, que podía ser la nueva «princesa del pueblo» ahora que Belén Esteban es considerada escoria tóxica.
- Eso sí, ¿alguien se creyó que Prince y Markus chuscaron? Vamos, que era más verosímil pensar que El Artista Antes Conocido Como Prince y Markus habían follado.
- Otro travesti en potencia: Cristina, la andaluza que repetía constantemente lo de «¡maricón!» y que provocó que MJ le mirara furtivamente la entrepierna para ver si tenía rabo o no. Qué hacía Cristina aquí es algo que ni ella parecía entender, así que no es de extrañar que se alegrara un quintal cuando Markus le puso de patitas en la calle después de que ella hubiera intentando ligarse a un negro que le vendía toallas en Portugal. Que, a ver, si el negro hubiera sido un negrazo semental, lo hubiéramos entendido, pero el pobre parecía estar menos en el árbol genealógico de Kunta Kinte (como epítome del negrazo buenorro) y más en el de Steve Urkel.
- Una salva de aplausos para los selectores musicales de «¿Quién Quiere Casarse Con Mi Hijo?«: han mostrado una finura excepcional en toda la temporada, y coronarla con el resumen de Markus con «Go West» de Pet Shop Boys sonando como banda sonora fue simple y llanamente una gozada.
SANDRO: El gay menos gay de la historia. Otro motivo para quitarse el sombrero ante los artífices de esta temporada de «¿Quién Quiere Casarse Con Mi Hijo?«: han conseguido romper la regla de oro según la cual el hijo gay y sus pretendientes son siempre los más aburridos. A ver, la verdad es que la cosa empezó boring to the max, pero en el tramo final despegó en un crescendo de intensidad propio de una tragedia griega sumada a un guión perdido de Lars Von Trier sumado a un cónclave de guionistas de telenovela venezolana. Ese fue el nivel, Maribel. Y lo cierto es que moló lo más grande.
- Empecemos por Sandro. A ver, cari, ¿se puede ser menos gay? Los gays, por naturaleza y por definición, flirteamos todos con todos, nos frotamos la cebolleta todos contra todos, follamos todos con todos. Que te dejen en medio de una piara homosexuala como la que te tocó en suerte y que digas que sólo te besarás con alguien cuando sientas amor de verdad es como que te suelten en una Gay Parade y pedir que sólo te metan la puntita. Vamos, que es de ser muy cobarde y muy poco gay. La Disney está planeando su primera peli de príncipes gays y el prota va a estar inspirado en Sandro.
- Otra cosa: todavía no sé qué idioma habla Sandro. Supongo que es castellano, pero al final no sé si tiene acento andaluz, canario o argentino. Me deja muy loco que no sepa decir «necesito» y que siempre diga «nesito«.
- Podría pasarme un buen rato haciendo leña del árbol caído de los modelitos de Sandro. Pero, a ver, que es que ya lo tiene suficientemente difícil con ser gay y andaluz. No voy a añadir más presión al tema.
- Rosa también es muy fuerte: a medio camino entre Carmen de Mairena y María Jiménez, fascinaba como empresaria edgy dueña de un casino que no es casino sino una asociación de ancianos donde se juega al dominó.
- Los momentazos «Marca España» de madre e hijo han sido insuperables en lo que a bochorno respecta, pero el que se lleva la palma es sin lugar a dudas la visita a la posada franquista con banderas españolas y retratos de Franco. ¿Soy el único que piensa que Sandro no hubiera durado vivo ni tres segundo en la dictadura franquista?
- Y, ahora, pongámonos serios. Prometo que no va a ser durante mucho rato, pero es necesario: todo parecía indicar que Diego sería el hijo encargado de convertir deliberadamente «¿Quién Quiere Casarse Con Mi Hijo?» en algo meta, pero el que lo ha hecho es Sandro. Lo ha hecho inconscientemente, claro, que sus dos neuronas no dan tanto como para meterse en berenjenales de este tamaño. Pero lo que ha ocurrido es muy fuerte. Todos sabíamos que la mayor parte de los candidatos son actores que van al programa a jugar y a darse a conocer, pero en esta temporada hemos visto cómo ese diálogo con el espectador se sublimaba cuando Vicente y Ra iban dejando al descubierto que ellos estaban allá componiendo un personaje (y enrollándose entre ellos) y que el pobre Sandro se había enamorado de verdad de Vicente. En la final, el numerito de los mariachis para pedir perdón intentaba hacer primar la versión Disney, pero es de suponer que todos hemos acabado más bien con la sensación de que Sandro, además de ser un gay muy poco gay, es un calzonazos de cojones, un ñoñarro absoluto y que se merece que le partan el corazón. Por franquista, soso, monárquico, romanticón y gilipollas.
- A tenor de lo dicho anteriormente: ¿cómo no se iban a enrollar Ra y Vicente? A ver, si juntas a diez gays en un hotel y no quieres que follen entre ellos, ponles cinturones de castidad. Si no, mejor dales condones.
- Ahora, Ra y Vicente. Vicente y Ra. Es de agradecer que desde la dirección del programa hayan sabido ver que su dicotomía chico bueno / chico malo es al mundo gay lo que la dicotomía rubia / morena al mundo heterosexual. También es de agradecer que hayan sabido buscarle las cosquillas al modelo y sembrar la duda sobre si el chico bueno es tan bueno y si el chico malo es tan malo.
- ¿Desde cuando que alguien te haga corazones con un clip es la mayor muestra de amor que puede haber?
- Vicente también es un poco de no creérselo, pero repito lo de más arriba: gay y andaluz. Ya tiene suficiente en su plato. No nos pasemos.
- Ra, por su parte, ha sido muy tremendo. Ha molado tanto que, al final, incluso era capaz de pasar por alto que estaba más picado de viruelas que Jordi González y me parecía sexy y todo.
- Hablemos de Josh, ese Marilyn Manson de La Movida madrileña, ese animal de compañía que todos queremos a nuestro lado y que en cualquier momento esperábamos que sacara una plancha para el pelo y la promocionara como si estuviera en la Tele Tienda. Por favor, ¿»Un Príncipe para Josh«?
- ¿Y Juan? ¿Alguien entiende lo de Juan? Daría un penique por los pensamientos de Juan si no lo hubiera utilizado ya en los pensamientos de Oxana.
- Y, por último, ¿quién carajo mete una piscina hinchable infantil en la terraza de mierda en un piso de mierda en medio de Sevilla?
DIEGO: Por fin un friki que mola. Otra de las reglas de oro de «¿Quién Quiere Casarse Con Mi Hijo?» dice que el hijo friki de cada temporada tiene que ser fuerte. Lo más fuerte del mundo. En el caso de Diego, los fuertas eran sus candidatas, pero él ha sabido mostrar la otra cara de los freaks: una cara elocuente, inteligente y con una capacidad tremenda para darle la vuelta a la tortilla y establecer una conversación de tú a tú con los guiones del programa. Todo ello, además, transmitiendo continuamente la sensación de que se lo estaba pasando pirata con este juego. Ah, y luego esta Estrella. Estrella ha sido Una Grande y Libre.
- ¿Soy el único que poco a poco se iba sintiendo más y más atraído hacia Diego? Al final, me lo hubiera chuscado y todo. Ya lo he dicho.
- Gran parte del atractivo de Diego estaba en su visión del programa, en su forma de jugar con la propia dinámica de «¿Quién Quiere Casarse Con Mi Hijo?» a la vez que jugaba con su madre y con sus candidatas… Pero otra gran parte del atractivo de Diego estaba también en ESE acento. A diferencia del de Sandro, este es localizable y, sobre todo, poderosamente hipnótico.
- Para ser un freak (cinematográfico, pero freak al fin y al cabo), hay que reconocer que Diego tiene un buen gusto impecable a la hora de combinar tonos y de practicar el color block. Sus elecciones a veces eran arriesgadas y no siempre acertadas, pero precisamente por eso hay que adorarlo con mayor intensidad.
- Por cierto, Ana, a mi también me despista el gusto extremo de Diego por el rosa.
- Estrella, por su parte, ha sido como el reverso smart de la pitonisa Rosa. Aquí también se cumple lo de la rubia y la morena: la rubia sin cerebro y la morena que parte la pana. Ella decía que había sido presentadora del Telediario y que había estado con un torero famoso, pero yo lo que digo es que lo que haya hecho Estrella con su vida no es ni la mitad de lo que debería hacer a partir de ahora. Que le pongan en algún canal compitiendo con la Campos, por favor.
- Eso sí, ni la mayor de las admiraciones borra el hecho de que Estrella parece una pariente cercana de Carmen Lomana. Just sayin’.
- El pelo de Estrella. Bien. Súper bien. Merece estar expuesto en un Hard Rock Café. Así que chúpate esa, Bea.
- Que Bea haya sido la finalista y la elegida de Diego es algo que se veía venir, que no ha tenido ni pizca de gracia y que nos ha cabreado a muchos poderosamente. Todos a hacer piña con Estrella: esta tipa no es trigo limpio. Y su lima, tampoco.
- El pelo de Bea. Mal. Súper mal. Merecer estar en expuesto en un Museo de los Horrores. O en un Museo de la Cera. O en un Museo de Cosas Que No Deberías Hacer Con Tu Pelo Si No Quieres Parecer Una Secundaria De Los Frutis.
- Angie (léase con la entonación cantarina de Mick Jagger, por favor), por el contrario, era todo amor. Era tanto amor que, de hecho, parecía que iba a estallar en cualquier momento. Literalmente. Mentalmente. Su bipolaridad era, sin embargo, de diferente índole que la de Deli: en lo de la candidata de Rafa se notaban los estragos cerebrales causados por el parkineo intenso, mientras que en el caso de Angie había tontuna generalizada por sobre-exposición al manga. Aun así, ¿cómo no iba a caer bien una suicida en potencia como Angie?
- Mi gran decepción del programa, sin embargo, ha sido Yasmina. Yo la veía en la final. La veía enrollándose con Estrella. La veía enrollándose con Ivana. La veía enrollándose con Bea. La veía incluso enrollándose conmigo. ¿Por qué la echó Diego a la calle?
- A Ana también la veía en la final. Supongo que Diego también, y por eso la eliminó después de haberla grabado como protagonista de un corto abstracto. Eso no quita que la chavala supiera cómo resaltar desde el minuto cero: ganándose la antipatía de sus compañeras, jugando al hielito, vistiendo como una prostituta rusa en busca de marido español, pintándole un bigote a la foto de Estrella… Si la dejan dos días más en el programa, acaba enrollándose con Bernardo.
- Bernardo. Otear prepucio. Un no parar.
- Me quedé con las ganas de saber hasta dónde podía llevar Ivana esa capacidad suya de beberse una birra de una sentada. Yo esperaba un momento aspiradora en el viaje pre-gala final. Pero no. Ni eso.
- Mi última sugerencia: ¿para cuándo un especial con todos los cortos de Diego en Filmin? [/nextpage]