Todo vuelve… Así que, delante de nombres como Ojete Calor, Oto Vans, Putochinomaricón, Palomo Spain o Los Javis, tenemos que preguntarnos: ¿ha vuelto la Movida?
Si algo ha demostrado la historia contemporánea es que todo vuelve. Ha vuelto «Operación Triunfo«, vuelve «Fama, ¡A Bailar!» y ojalá vuelva «Supermodelo» (desde aquí lanzamos un alegato para que, ¡POR FAVOR! rescaten este formato). Vuelve Kappa y vuelve Fila. Volvieron para rescatar a Rose de la tabla a su grito de «¡vuelvan, vuelvan, vuelvan!«. Vuelven los campanas, las Campos y la Campa, vuelve la cuesta de enero y los propósitos que se quedarán en el tintero. Vuelven los 80, los 90, el deseo a la libertad de expresión y el culto a la estética.
Pongamos que hablo de Madrid, de los primeros años de la Transición, de los gatos nocturnos de Callao y del movimiento social que fue la Movida madrileña, de su deseo por la libertad de expresión, de la liberación sexual y del acervo cultural que nos dejó en herencia esta época. Ahora pongamos que hablo de la misma ciudad en 2018, en los primeros años de recuperación económica, de una sociedad marcada por la crisis, la corrupción política, el paro y la necesidad de un filtro para expresarse.
Pongamos que hablo de una generación frustrada que desea expresarse sin ser señalada, del deseo de reivindicación, de la denuncia social y de opiniones filtradas para no ser censurado o perseguido. Hemos hecho de la ironía y la sátira nuestra mejor arma. Y esto también está teniendo su manifestación plástica en la estética y el diseño actual. La Movida madrileña ha vuelto, pero esta vez comenzó en Barakaldo.
Si, durante la Movida, Paco Clavel creó el guarripop y el cutreLux, en la España de Bárcenas afloraba un nuevo género musical: el subnopop. Vale que a Lucía Etxebarría le parece una mierda, pero el pop tonto para gente inteligente de Ojete Calor debería ser estudiado en una clase de antropología social. “0,60” es la oda definitiva al cuñadismo, y “Opino De Que” es la máxima expresión de lo que es Twitter hoy en día. Necesitamos, al fin y al cabo, que lo del Subno Fest acabe haciéndose realidad.
En el line-up de este utópico festival (que fue una broma de Ojete Calor en el Día de los Santos Inocentes, pero que sus autores amenazan con convertir en realidad) también estaban Las Bistecs, fundadoras del electro-disgusting: una nueva corriente artística performántico-musical que no tiene otro objetivo que molestar y no dejar indiferente a una sociedad saturada de información. Su estética es un maridaje de estilo glam con música electrónica y de postre lentejuelas y maquillaje Deliplus. Ellas bien pueden recoger el testigo de Kaka de Luxe y su “Murciana Marrana”.
Del exceso de información que critican Las Bistecs podemos culpar a las redes sociales y a la necesidad que nos han generado de estar conectados e informados en todo momento. Sin embargo, nosotros somos los responsables de la “Escasez Lingüísitica en la Red” que denuncian Los Ganglios en un videoclip vaporwave que nos traslada a salones recreativos y a máquinas arcade.
El rechazo a lo impuesto sigue latente en 2018. Ladilla Rusa Nóos pone de manifiesto el rechazo actual a la Casa Real en su última canción “Princesas” y desdibujan el arquetipo de las mujeres de sangre azul. Ellos convierten a las Princesas Disney en la Diana de Gales que salía de fiesta con Freddie Mercury. Solo que estas se van al Apolo. A la mierda Loquillo y su “qué hace una chica como tú en un sitio como este”. Lo mismo que tú: come de 2 a 3, duerme de 4 a 5 y, de 6 a 6, beber.
Aunque la Movida fue principalmente un movimiento social y musical, no sería justo dejar en el olvido el importante papel que tuvo el periodismo durante estos años. Hoy, los fanzines que tanto proliferaron son digitales, mal que le pese a Gutenberg. El altavoz de una sociedad inconformista son los blogs, las revistas digitales e Instagram. De lo esperpéntico y lo kitsch de los 80 evolucionamos a imágenes imprevistas calculadas al detalle que llenan muros en búsqueda de likes y aprobación social. Instagram se ha convertido en el perfecto ejemplo de la importancia de la estética y la identidad personal hoy en día.
Boy George, Ziggy Stardust (Bowie en todas sus manifestaciones artísticas), el glam, el new wave, el champú de huevo de Tino Casal, Fabio McNamara, Almodovar… Todos ellos eran la voz y la imagen de la liberación sexual y la libertad de expresión. Hoy, King Jedet (@jedet_), Oto Vans (@OtoVans), Milo is Real (@MiloisReal), Samantha Hudson (@badbixsamantha) o Chenta Tsai (@PutoChinoMaricon), entre otros, rompen con el estereotipo de macho ibérico y desmitifican la necesidad de hombres como Bertín Osborne, Arévalo o Arturo Fernandez.
Si el objeto de esta nueva Movida que está sucediendo, y que no podemos obviar, vuelve a ser la denuncia contra un sistema con el que no estamos conformes, la banda sonora para acompañar este mensaje bien podría ser “Gente de Mierda” de Putochinomaricón o “Burguesa Arruinada” de Samantha Hudson (escucha ambas canciones al final de este artículo). El discurso de esta generación está cargado de laísmo, culpa de Oto Vans y su eslogan “¿qué la pasa?”. Él es el culpable de que el uso del artículo, determinado, femenino y singular “la” haya crecido tanto. No pronunciábamos tanto esta palabra desde que Masiel ganara Eurovisión haya por el 68. De esto ya había una generación, ¿no?
La nueva Movida también tiene su hueco en la noche y su equivalente a Studio 54. Fiestas como Que Trabaje Rita, Chocochurros, Kiki, Medias Puri y salas como Apolo, Boite o Cha Chá The Club se convierten en la meca de quien quiere despreocuparse y entregarse al disfrute. En esta nueva Movida vuelven los “club kids”, se visibilizan más las Drag Queens y Palomo Spain ha sido el punto en común entre la Veneno y Beyoncé.
En el cine destaca la similitud entre la estética de John Waters y Eduardo Casanova. Sus cortos monocromáticos son una maravilla y su ópera prima “Pieles” fusiona lo grosero con lo naïf con una genialidad que funciona perfectamente. De liberación también habla Paco León en «Kiki, El Amor Se Hace«, y su parecido con Almodóvar tampoco se puede obviar. Belén Cuesta, Macarena Gómez, Anna Castillo, Brays Efe, Mariona Terés y Los Javis están creando una nueva escuela (o campamento) cinematográfica inspirada en los 80 y de la que esperamos que nos siga trayendo genialidades como «La Llamada» o «Paquita Salas«.
La Movida (ya no exclusivamente) madrileña ha vuelto y, con ella, el deseo por experimentar, por crear, por aceptar nuevos estilos. ¡Qué bueno es volver! Que vuelva todo menos el pelo bicolor de Mónica Naranjo, porque entonces sí lloraré, Aitana, sí lloraré.