Hasta hace no demasiado tiempo se decía, se comentaba, que la discográfica Warp había abandonado la dirección correcta, que andaba un poco desnortada, que había perdido su condición de ineludible guía a seguir y que, en definitiva, otros sellos del universo electrónico le habían tomado la delantera. Ni siquiera superado de largo el debate y la polémica sobre su aproximación a las guitarras rock (gracias a Maxïmo Park -ya fuera de su nómina-, !!! o Battles) y a la experimentación pop en sus diversas vertientes (Grizzly Bear o Gang Gang Dance), los más puristas las tenían todas consigo para colocar otra vez en el trono que le correspondía al pionero hogar de LFO o Nightmares On Wax. Pero esa incomprensión ante su amplitud de miras se disipó de un plumazo en cuanto Squarepusher regresó por sus fueros, Flying Lotus prolongó su viaje interestelar o Jamie Lidell culminó su revisión del soul y del funk en sus respectivos últimos trabajos. No hay duda: Warp volvía a ser la reina, noticia que Boards Of Canada, en este preciso momento, están corroborando con su flamante “Tomorrow’s Harvest” (Warp, 2013).
Aunque, antes de llegar a esa confirmación, ya había aparecido otra buena señal en forma de fulgurante fichaje: el de Mount Kimbie. Procedente de Hotflush (la disquera fundada por Scuba), el dúo compuesto por Dominic Maker y Kai Campos poseía todas las papeletas para entrar, tarde o temprano, en la histórica familia de Sheffield. Les avalaba, por un lado, su primer disco, “Crooks & Lovers” (Hotflush, 2010), una de las joyas de la corriente dubstep en la que intentaban alejarse de coetáneos como James Blake, Jamie Woon o Burial trocando la sensibilidad sintética interpretada a flor de piel o la subyugante, apesadumbrada y solitaria nocturnidad por la deconstrucción de la música de club (en la línea de sus entonces compañeros de sello Joy Orbison o Sepalcure); y, por otro, su afán por romper las cadenas que los sujetaban a un estilo determinado (y encorsetado) que estaba condenado a evolucionar. Así, la pareja debía convertir su instinto de supervivencia artística en un factor para dar al concepto ‘riesgo’ todo su sentido.
A estas alturas, resulta complicado recordar cómo se mostraba el dubstep primigenio sin acudir directamente a las fuentes originales para revisarlo: ha sido manipulado de tal manera (vía post-dubstep, soulstep o como demonios lo quieran llamar), que prácticamente se considera que ha sido una efímera coincidencia (apoteósica, eso sí) en la que encontraron su destino varios jóvenes y renovadores productores de música electrónica. Entre ellos, Mount Kimbie, los cuales, transcurridos tres años desde su debut y conscientes del estado actual de la escena en la que se circunscribían, han dado el paso adelante necesario con “Cold Spring Fault Less Youth” (Warp, 2013) para distanciarse de su pasado y construir inéditas estructuras sonoras a su alrededor.
Empezando por las que se sustentan sobre un armazón vocal nítido y consistente, cuando antaño incorporaban múltiples samples de voces troceadas y deformadas que fluctuaban al compás de ritmos quebradizos: las huellas más evidentes son “You Took Your Time” (formada por los ingredientes emocionales del neo-R&B y el neo-hip-hop) y “Meter, Pale, Tone” (de mayor pulso bailable pero igualmente tersa y delicada), llevadas por el pelirrojo King Krule a su propio terreno; y, después, los cortes en los que el mismo Kai Campos se pone ante el micrófono. En esta parte del lote, la mitad de Mount Kimbie tanto aparece en primer plano en medio de atmósferas brumosas (“Home Recording”, que sorprende por el modo en que los arreglos de viento introducen y modelan su desarrollo) y ritmos marciales pero dislocados (“Blood And Form”) como se oculta entre beats 4×4 bañados en ácido (“Made To Stray” podría pasar por ser la pieza que firmarían Hot Chip o Junior Boys a la vuelta de un buen trip psicotrópico) y en tramos de IDM minimalista (“Sullen Ground”).
En cuanto las voces se esfuman, Mount Kimbie juegan a actualizar aquellas influencias que, en mayor o menor medida, han encontrado puntualmente un espacio en sus composiciones y que en “Cold Spring Fault Less Youth”, aplicadas con total libertad, ayudan a completar su espectro sonoro: la música industrial (“Slow” avanza a golpe de martillazos metálicos abrillantados por revoltosas notas de teclado), el ambient (“Beak Well” va pasando de un estado gaseoso inicial a una fase final en la que se torna carne y hueso gracias una atractiva melodía) y el jazz cósmico (“So Many Times, So Many Ways”, aunque sin alcanzar las cotas rupturistas de su colega Flying Lotus) marcan el resto de coordenadas de un LP que funciona como el enésimo ejemplo que corrobora que la generación dubstep ha sabido cómo lidiar e imponerse a una etiqueta casi considerada maldita a día de hoy. Así, Mount Kimbie han sembrado la semilla para plantarse en el futuro en la cabeza del pelotón de la electrónica osada y multiforme. Y, de paso, han dignificado la historia contemporánea de Warp.