En el capítulo “The Limo”, perteneciente a la primera temporada de “How I Met Your Mother”, Ted Mosby y compañía se disponen a celebrar el fin de año por todo lo alto saltando de fiesta en fiesta a bordo de una lujosa limusina. Pero lo que iba a ser una memorable noche se enreda de tal manera que hasta se topan con Moby… Al menos, con alguien que ellos creen que es Moby y que los llevará, supuestamente, a la mejor juerga de la historia de Nueva York. Al final, descubren que tal sujeto no es más que un tarado que se parece al compositor del barrio de Harlem debido a su la cabeza pelada, las gafas de pasta y la chaqueta deportiva. La escena viene al caso porque sugiere una reflexión en torno al verdadero Moby (sí, el bisnieto de Herman Melville, el autor de “Moby Dick”) y las sensaciones que produce su décimo álbum, “Destroyed” (Mute / PopStock!, 2011): visto el descenso meteórico del valor de cada uno de sus discos desde el lejano “18” (V2, 2002), no sería descabellado proponer al neoyorquino que probase como actor de series para treintañeros que huyen de la edad adulta.
Tal pensamiento no hace justicia a sus grandes méritos musicales, pero refleja que el paso del tiempo y la larga sombra del aclamado (y sobadísimo) “Play” (Mute, 1999) fueron diluyendo la figura de Moby como parte fundamental de la electrónica que dio bienvenida al siglo XXI. Tampoco es que él mismo hubiera intentado en serio revertir esa situación, ya que, exceptuando su retorno a sus orígenes techno (“Last Night”; Mute, 2008), los trabajos que ofreció los últimos años no fueron más que copias desvirtuadas del disco que le dio la fama mundial hace más de una década sustentadas en estructuras de soft-pop para las masas (culminado en España con “Escapar”, la versión en castellano de “Slipping Away” interpretada junto a Eva Amaral): beats electrónicos anodinos y caricias de chill-out intrascendentes y soporíferas.
“Destroyed” sigue punto por punto esas pautas, ya avanzadas en los cuatro cortes (aquí incluidos) que sirvieron como aperitivo del largo: “Be The One”, “Sevastopol”, “Victoria Lucas” y “The Day” avisaban con antelación de que no había ninguna novedad en el frente de Moby. Efectivamente, su campo de batalla como creador personal continúa siendo el de las melodías enternecedoras, profundas y dramáticas, ya sean apoyadas en las voces femeninas negroides que tan bien sentaron a algunas de sus mejores piezas a lo largo de su trayectoria (“Lie Down In Darkness”, “The Right Thing”) o sumergidas en atmósferas de ambient líquido que se acaba perdiendo por el sumidero (“The Broken Places”, “Rockets”). Sin embargo, no todo se reduce a poner la piel de gallina o a transportar la mente a paisajes cómodos en los larguísimos 72 minutos de este LP: hay espacio igualmente para que Moby saque su lado más estridente (aunque sólo sea por el coro de fondo y el sintetizador afilado de “After”) o el más fiel a alguna de sus referencias fundamentales (la base de “Blue Moon” remite lejanamente a Kraftwerk).
El tramo final de “Destroyed” se atasca en prolongados cantos celestiales (“Stella Maris”, “The Violent Bear It Away”) de orquestación sintética pomposa (y a veces, excesiva) que podrían adornar perfectamente los títulos de crédito de la próxima película palomitera hollywoodiense que relate cómo se irá el mundo a pique en 2012. Al menos, los fans acérrimos de Moby ya poseen una opción más de su artista favorito con la que crear atmósferas adecuadas tanto para conciliar el sueño y abstraerse del mundo real sin efectos secundarios negativos como para preparar cenas románticas con final feliz. El resto de los mortales mataremos el rato imaginando que, si no cambia de registro ni de fórmula, el neoyorquino hará honor al título de este disco y se convertirá realmente en uno de los personajes de la siguiente serie para treintañeros con síndrome de Peter Pan que tocará seguir con devoción.