Ahora que todos somos unos foodies de cuidado, es el momento de utilizar el paladar para viajar siguiendo la guía de Mina Holland en «El Atlas Comestible».
La fiebre foodie hace un tiempo que ha llegado a uno de sus puntos más dulces… Y no me estoy refiriendo a que a todos los locos de la gastronomía nos haya dado por comer chocolate como si no hubiera un mañana, sino más bien a que todo ha seguido una evolución más que interesante: todo empezó con la búsqueda del restaurante pluscuamperfecto (primero hamburguesas, luego ramen, más tarde chino y así hasta el infinito y más allá), pero pronto aquella voluntad de comer lo mejor fuera de casa se filtró también de puertas para adentro. Allá fue cuando entraron en juego el km.0, el gusto por lo «local» y otros conceptos similares.
Pero si digo que ahora estamos en un momento dulce es porque parece que ya se empieza a trascender lo «normal» (recetas, restaurantes, etc.) para «ir un poco más allá». Llegó la hora de lo abstracto, de lo emocional, de explorar que la lengua no es sólo una pista de aterrizaje para sabores diversos, sino también para sentimientos de diverso calado. Mina Holland lo tiene más que claro: la cocina es una forma excepcional para viajar sin necesidad de tener que gastarnos un pastizal en vuelos carísimos y hoteles de lujo. Para viajar, sólo necesitamos prestar atención a lo que los alimentos están intentando decir en nuestro paladar.
Esta es la premisa de «El Atlas Comestible«, publicado ahora en nuestro país de la mano de la editorial Roca. Se dice de Holland que es algo así como El Comidista pero en versión mujer británica: ambos tienen un aura irremediablemente cool ideal para aquellos que piensen que Nigella Lawson es para viejunos y amas de casa. Pero lo cierto es que Mina creció en Londres, un crisol de culturas que hizo posible que educara el paladar en diferentes regiones del mundo sin necesidad de moverse de su ciudad natal. El subtítulo de este libro nacido para coexistir tanto en tu salón como en tu cocina es «Una vuelta al mundo a través de 40 gastronomías«, y lo cierto es que, sin un duro en los bolsillos, nada te tendría que apetecer más que el plan de Mina Holland.
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