El verano de Reyes Calvillo ha estado bañado por «Verano Azul»… Así que utiliza este artículo para lanzar un grito al cielo: ¡Chanquete no está muerto!
Todos los veranos empiezo haciéndome una enorme lista de películas. Entre ellas, más de cincuenta clásicos que revisionar y un buen puñado de “must” indies cortesía de mis amigos con frondosa barba y excéntricos binoculares. En este magistral catálogo, con el que cualquiera podría considerarse un dandy del cine tradicional y moderno, se encuentran apenas una decena de cintas manidas y populares que, finalmente, son las única que acabo viendo gustosa.
Este año, llevada por la fiebre de las series e intentando suplir el hueco de Jon Nieve ha dejado en mi vida, decidí añadir a mi índice algunos títulos. Entre estos, amén de una sucesión infinita de rótulos experimentales, se encontraba un mítico del verano. Unas grabaciones que acompañaron el estío de aquella generación que pasaba las tardes de agosto sobre bicicleta, de esa que no tenía PlayStation y que incluso llegó a conocer a algún que otro jugador de fútbol con bigote y vello corporal. Si usted, al igual que yo, ha nacido entre los 80 y los primeros años de los 90, sabrá a qué me refiero y habrá reconocido inmediatamente el título que ha ocupado mis vacaciones.
Vengo a darles una buena nueva: Chanquete no ha muerto. «Verano Azul» ocupó las mañanas, y en ocasiones las tardes, de muchos jóvenes que soñábamos con desfilar bajo las órdenes del capitán Ferrandis y perdernos en el lienzo inacabado que las suaves manos de Julia delinean, mientras buscábamos en el cuarto de las herramientas el mejor instrumental para remodelar nuestro velocípedo al estilo Piraña (con la consecuente riña posterior).
«Verano Azul» no ha muerto y, aunque la tecnología ocupe ahora a los adolescentes y las travesuras vayan más allá de un paseo en motocicleta, basta con echar una mirada a la orilla para ver que aún queda algo de aquella cinta. Ahora ya llevan bicicletas, sino coches familiares con algunos años de antigüedad. Tito pasó de ser el enano a ser el envidiado joven, Piraña dejó a un lado los bocadillos y se pasó al botellín. Julia ahora es diseñadora gráfica y toca el ukelele. Y Chanquete… Bueno, Chanquete ha pasado de tener barco a tener un modesto apartamento en primera línea de playa. Posiblemente viva solo y no llegue a fin de mes con la pensión, pero no importa, porque el grupo siempre estará dispuesto a invitarle a alguna cerveza y media de calamares.
Hace unos días estuve en Calahonda, Granada. Allí rodaron parte de la serie y allí quedan todos sus personajes. Pude reconocerlos. Habían cambiado pero seguían sin moverse de su barco. Cerré los ojos y volví a jugar. Pude verme. Yo me pedía Bea. ¿Y tú? Ahora, ¿quién eres?