El retorno de Massive Attack nos pilló por sorpresa… Igual que nos pilla por sorpresa el alucinante vídeo de «Voodoo in my Blood» con Rosamund Pike.
El inesperado regreso de Massive Attack tras publicar hace seis años el más que digno “Heligoland” (Virgin, 2010), su penúltima referencia -si no contamos su colaboración con Burial en el 12’’ “Four Walls / Paradise Circus” (Inhale Gold / The Vinyl Factory, 2011)- alejó, primero, cualquier temor a que el emblemático grupo de Bristol se hubiera introducido en un eterno silencio discográfico; y, después, disipó cualquier duda ante su pertinencia en los actuales tiempos de indefinida saturación musical.
Porque su nuevo trabajo, el EP “Ritual Spirit” (Virgin, 2016), sitúa a Massive Attack en plena segunda década del siglo XXI en una posición de vanguardia que, en realidad, y a pesar de su aparente inactividad, no ha abandonado en ningún momento. Su contenido condensa (con el refuerzo de ilustres invitados: Roots Manuva, Azekel, Young Fathers y el retornado Tricky) los perfiles sonoros más representativos de los bristolianos adaptados a los tiempos modernos a través del post-dubstep quebradizo de “Dead Editors”, el trip-hop tenebroso de “Ritual Spirit” y humeante de “Take It There” y el dub amenazante de “Voodoo In My Blood”.
Pero Massive Attack no se han conformado con reverdecer y actualizar laureles sonoros, sino también visuales. Conscientes del valor narrativo y comunicativo de los videoclips, siempre han cuidado el formato de tal modo que aseguraban el impacto en el receptor de su mensaje. Y con la traslación a imágenes de los sencillos extraídos de “Ritual Spirit” no iban a bajar ese listón: la primera prueba llegó con el clip de “Take It There”, muestra coreografiada de la degeneración humana. Un hilo distópico (o ya no tanto…) que se prolonga en el argumento planteado en el vídeo de “Voodoo In My Blood” dirigido por Ringan Ledwidge, de efectos tan desarmantes como perturbadores.
En él, la actriz Rosamund Pike se introduce en el londinense Joe Strummer Subway y se topa con una inquietante esfera flotante que la convierte en un títere de carne y hueso obligado a ejecutar una danza espasmódica, violenta y subyugante. Los movimientos de la forzada bailarina componen una sinfonía cinemática -conectada en forma con “Phantasm” (Don Coscarelli, 1979) y “Possession” (Andrzej Zulawski, 1981) y en fondo con “Black Mirror” y la teoría orwelliana– que escenifica el implacable control de la tecnología (y, por ende, del ‘Sistema’) sobre el individuo contemporáneo. Massive Attack han conseguido, otra vez, tomar el pulso a la realidad más oscura.
Más información en la web de Massive Attack.