¿Fuiste un chaval obsesionado con los libros de «Elige Tu Propia Aventura»? Entonces sabemos cuál será tu nuevo cómic preferido: «Maldita Casa Encantada».
Hace ya algunas temporadas que el mundo vive un revival del concepto «Elige Tu Propia Aventura«. Si fuiste un crío que creció en los 80 y en los 90, seguro que cayó en tus manos alguna de las variantes de estas series de libros que tan pronto podían transportarte a un mundo de fantasía a lo «Dragones y Mazmorras» como podían meterte bajo la piel de un Sherlock juvenil enfrentándose a misterios sin resolver. Eran libros que podías (y debías) leer una y mil veces, porque cada vez que te adentrabas en ellos acababas encontrando nuevos caminos por los que perderte.
Fueron nuestros proto-videojuegos. Será por eso que, ahora que los videojuegos en particular y el ocio en general se han sofisticado hasta la saciedad, muchos son los que están mirando hacia el pasado con nostalgia. Pongamos como ejemplo el reciente «Bandersnatch» con el que la serie «Black Mirror» trasnmigraba el concepto «Elige Tu Propia Aventura» hacia el terreno de la metaficción catódica. O también tomemos como ejemplo ese sublime «La Cápsula del Tiempo» con el que Miqui Otero supo hacer de la propia nostalgia el eje central de su revisitación de la mecánica habitual de este tipo de libros.
Ambos casos, «Bandersnatch» y «La Cápsula del Tiempo«, son visiones post-modernas interesadas en darle la vuelta a la estructura de «Elige Tu Propia Aventura» para dejar al descubierto sus costuras. Pero hay otra vía posible, y esa es la vía de la celebración pura y dura. De festejar la melancolía sin necesidad de justificarla por la vía de la sobre-intelectualización… Y eso es precisamente lo que hace a la perfección «Maldita Casa Encantada«, el nuevo cómic de Artur Laperla publicado por la editorial Sapristi.
El punto de partida no podría ser más sencillo: Angélica va por la calle y pierde a su Peluche. Peluche no es un peluche, sino un perro. Y por eso lo pierde, porque el perrete decide que es momento de ponerse a ladrar como un energúmeno y meterse de cabeza en una casa que da bastante canguelo. En la puerta, Angélica se encuentra con un grupo de matones… Y entonces nace la primera disyuntiva: ¿les pides ayuda reconociendo tu papel de damisela en apuros? ¿O pasas de su cara, te empoderas y te metes en la casa solita?
A partir de aquí, las ramificaciones son infinitas… pero para nada complejas. Porque el objetivo de «Maldita Casa Encantada» no es complicarte la vida ni embrollar tu placer lector. Más bien lo contrario. El objetivo de Artur Laperla es celebrar lo mejorcito del género «Elige Tu Propia Aventura» a la vez que homenajea los cánones del género terror en su versión sub-genérica «mansión terrorífica». Las bifurcaciones conducen a caminos diferentes, pero estos caminos nunca te llevarán excesivamente lejos, sino que se irán dividiendo en forma de callejones sin salida que, a su vez, son puro festejo erótico-festivo de muchos de los lugares comunes de este género literario (y cinematográfico).
Por «Maldita Casa Encantada» circulan zombies venidos del futuro, puertas que chirrían, talismanes con poderes oscuros, chupasangres despiadadas, escaleras que ceden, almas en pena, caídas al vacío, fuegos eternos, sótanos en penumbras, sectas ocultistas e incluso baños de sangre. Fundamentalmente, podría decirse que el cómic de Artur Laperla lo tiene T.O.D.O. Y así es. Lo tiene todo y lo entrega con diligencia en deliciosos pildorazos que acaban siempre con las mismas palabras: ¡maldita casa encantada!
Pero es que, más allá de la barra libre de homenajes al género de terror, «Maldita Casa Encantada» tiene algo que lo convierte en un cómic totalmente único. Tiene un espíritu juguetón sincero y rendido, cándido pero para nada naif, a través del que celebra el género sin necesidad de desmantelarlo de forma gratuita para hacer lo que mil otros han hecho antes a la búsqueda de adhesiones post-modernas. Este cómic va dirigido al niño que fuiste, no al hombre que eres ahora mismo. Pero si eres incapaz de disfrutarlo ahora a través de los ojos del niño que fuiste, es que tienes un problema. ¿No te parece? [Más información en el blog de Artur Laperla y en la web de Sapristi]