Onanismo, excitación, tremendismo… El «Mad Max: Furia en la Carretera» de George Miller tan pronto remite a Botticelli como a «El Grito» de Munch.
“witness me” –Nux –
“Me la estoy tocando a dos manos” –Àlex P. Lascort–
Aunque su apariencia remita a lo barroco, a lo retorcido y exuberante, «Mad Max: Furia en la Carretera» tiene algo más que ver con los prerrenacentistas, especialmente con Sandro Botticelli. No nos imaginamos a George Miller, o quizás sí, vaya usted a saber, en la Galería Uffizi, tomado notas mientras contempla «El Nacimiento de Venus«, claro está… Pero su película refleja ciertos aspectos que entran en consonancia no sólo con el cuadro en cuestión, sino con la totalidad de la obra de su autor.
Esencialmente, «Mad Max: Furia en la Carretera» es una carrera, un búsqueda incesante en pos de un imposible, de una proyección hacia ese punto de fuga inalcanzable, a la consecución de ese objetivo utópico que dotaría de perspectiva, de profundidad al conjunto. Por ello los personajes parecen, más allá de su movimiento, flotar sobre el paisaje. Un entorno hostil, monótono, apenas cambiante, únicamente sujeto a la luminosidad y que constituye un elemento individual, ajeno a los otros cuya función sólo es reactiva. Como si no quisiera dejarse atrapar por el invasor (casi) humano.
De esta forma, los personajes transitan por ese paisaje como una sesión infernal del Cirque du Soleil. Sus apariencias grotescas, sin embargo, tienen algo de etéreo, de divino e inalcanzable, como el «More Human Than Human» de White Zombie. Son en cierto modo representaciones paródicas de una divinidad auto-otorgada. Curiosamente, y ahí interviene la referencia a «El Nacimiento de Venus«, de esta deformidad divina nace el ser femenino puro, de apariencia frágil y angelical. Una idea que se auto-refuerza en muchos sentidos, desde la paradoja de la divinidad nacida de la pose de lo falso divino hasta el contraste entre la apariencia de ángeles de Victoria’s Secret (el plano carwash from hell es de antología) y su actitud de ferocidad evolutiva.
Porque no nos engañemos: aunque «Mad Max: Furia en la Carretera» evoque al protagonismo de Max, este personaje no deja de ser un segundón, una mera bolsa de sangre primero y saco de adrenalina violenta después (el perro jokeriano que corre detrás de los coches persiguiendo fantasmas), ante el verdadero girl power que desprende la película. Y no, no se trata de la típica imagen de chica florero o su contrario, el de la action hero curvilínea y tía buena, ya de paso. No, aquí estamos en el territorio de la inteligencia emocional, de mostrar que las únicas que saben lo que quieren cuándo lo quieren y por qué lo quieren son ellas. Se trata de demostrar que el carácter no sólo no está reñido con las lágrimas, sino que son parte esencial de ello.
Agotadora y sudorosa, «Mad Max: Furia en la Carretera» se aprecia y se disfruta por el vértigo de su explotaiton, por la dinámica de velocidad y la potencia de su acción, pero al mismo tiempo ofrece la inteligencia necesaria para hacer del arco dramático una suerte de cinta de video VHS pasada en fast forward para darnos cuenta de que la escena que buscábamos estaba al principio y obligarnos a un erase and rewind muy útil para afrontar posibles secuelas. Barroco, Prerrenacimiento. Delacroix on drugs y muchos otros pintores y estilos se citan aquí, pero sin duda lo que la película de George Miller está más cerca de ser y provocar es «El Grito» de Munch.
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