Lower Dens es una banda extraña. De profundos tintes oscuros, incluso cuando suenan luminosos se trata de una brillantez opaca, impenetrable. Formados por Jana Hunter, cantautora que procedía de la línea excéntrica del folk norteamericano, debutaron con “Two-Hand Movement” (Gnomonsong, 2010), un disco que a pesar de su vena rockera compartía con gente como Chromatics o The xx su gusto por atmósferas nocturnas, ideales para conducir por una ciudad desierta a altas horas de la madrugada. Con “Nootropics” (Ribbon Music, 2012) no renegaron de la noche, pero sí que ampliaron su paleta sonora. Esta vez, su gran influencia fue Kraftwerk y Brian Eno y voilà: un nuevo mundo se abrió bajo sus pies. Como una misteriosa película, la historia no era lo más importante, sino el paisaje, la textura del fotograma, la emoción tras la imagen. La épica “Brains” es una canción sin estribillo, sin destino final, como una carretera perdida en el crepúsculo.
“Escape From Evil” (Ribbon Music, 2015) no se desvía de ese aire cinematográfico, pero ahora es menos David Lynch y más Sofia Coppola. Lower Dens son la enésima banda en emprender el viaje en búsqueda de la canción pop, sustituyendo la psicodelia y la experimentación por estructuras más rígidas en pos de la accesibilidad. Y más accesibles son, pero menos fascinantes también. En ocasiones, la fórmula funciona de maravilla, como en el fantástico primer single “Ondine”, en cuyo estribillo Hunter canta doliente “I will treat you better” en un claro intento por buscar un lenguaje más abierto al público. “Escape From Evil” es el trabajo en el que se atreve a destapar su corazón. Como siempre, destaca su voz, honda e imponente. No dejo de imaginar que si la esfinge de Gizeh pudiera cantar, lo haría como ella. Esa solemnidad que transmite se resiente en temas como “Quo Vadis”, cuyas afiladas melodías hacen tambalear sus cimientos. Quizá el mejor tema de “Escape From Evil” y, quizá, de toda su carrera sea “To Die In L.A.”, pero esos momentos de excelencia los combinan con otros de intrascendencia y, a veces, el resultado fracasa estrepitosamente (“Your Heart Still Beating”).
Lower Dens no se olvidan de sus atmósferas (“I Am The Earth”) ni de su motor made in krautrock (“Company”) pero exhibiendo menos ambición que en su anterior trabajo. Proceden de Baltimore como Beach House y comparten productores, y el parecido con ellos termina siendo a veces demasiado evidente. En lugar de expandir su sonido han optado por apostar a una sola carta: la carta del new-wave-dream-pop. Lo cual no tiene nada de malo, pero eso les ha hecho perder parte del misterio. Por otra parte, esta vez apelan a la emoción pero sin conseguir desprenderse de su imagen cerebral, distante, casi sci-fi hermafrodita rollo Annie Lennox. Esa ambigüedad les hace todavía interesantes aunque, por desgracia, cada vez menos.