El jueves 29 de marzo de 2012 será recordado por haber sido el día en que parte de la población española paralizó su actividad cotidiana para salir a la calle con el fin de protestar contra la agresiva reforma laboral planeada por un partido en el (des)gobierno de la nación que de popular no tiene nada. En ese encendido ambiente de agitación social, al que había que sumar el calor reinante en una extraña jornada de primavera que parecía de verano, la actuación de Low (integrada en el ciclo Heineken Music Selector) en la Sala Capitol de Santiago de Compostela acabó conformándose como un bálsamo ideal para relajar los ánimos exaltados por la huelga general y el sofoco anticiclónico gracias al sonido pulcro, depurado, intenso y emocional de los norteamericanos y a su manera de describir y paliar los dolores (internos y externos) que azotan al ser humano.
Antes de que se hiciesen notar los efectos reparadores de la música de los de Duluth (Minnesota), Raúl Pastor, alma mater de Rauelsson, ejerció de perfecto maestro de ceremonia preparando a la audiencia de cara a lo que presenciaría posteriormente. Mano a mano con su amigo y compañero de andanzas Peter Broderick, confeccionó un mullido colchón del folk pastoral intimista que, desgraciadamente, se rompía por momentos por culpa del molesto ruido de fondo provocado por pequeñas conversaciones inoportunas. Con todo, los murmullos no impidieron que Pastor (armado con su guitarra clásica) y Broderick (virtuoso con el violín, la sierra con arco y el piano) conmoviesen al respetable a medida que desnudaban varios fragmentos de su disco conjunto, “Réplica” (HUSH, 2011), algunas piezas de “La Siembra, La Espera y La Cosecha” (HUSH, 2010) e incluso una composición recién sacada del horno (con sólo una semana de vida).
El poso de extrema sensibilidad y amabilidad dejado por Rauelsson sobre el escenario se vio alterado por el latigazo eléctrico que Alan Sparhawk, carismático colíder de Low junto a su esposa, Mimi Parker, dio con su guitarra al iniciar “Nothing But Heart”, tema que fue creciendo apoyado en la potente voz de él y en los adecuados coros de ella hasta mostrar un fulgor apabullante. En contraste, justo después emergieron la dulzura de “Try To Sleep”, “Nightingale” y la letanía épica de “Witches”, las cuales elevaban la figura de Sparhawk como sincero predicador de sentimientos a flor de piel y constataban dos hechos: que Low venían con la intención de desgranar los máximo posible su último álbum, el gran “C’mon” (Sub Pop, 2011); y que habían abandonado definitivamente la relativa esquizofrenia que se vivía en sus directos hasta no hace demasiado tiempo (tal y como afirmábamos en la reseña del citado disco) a favor de una mayor compactación y coordinación dramática.
No obstante, el actual trío (completado por su nueva incorporación, el bajista y teclista Steve Garrington) no renegó de su pasado discográfico y acudió a él frecuente y brillantemente, lo que aprovechó Sparhawk para seguir desplegando sus arpegios de cristal y sus crescendos de alto voltaje. En consonancia con la profundidad sensitiva que estaba alcanzando el concierto, “Monkey” y “Pissing” (de «The Great Destroyer” -Sub Pop, 2005-), “Sunflower” (de “Things We Lost In The Fire” -Kranky, 2001-) y la lejana “Words” (de “I Could Live In Hope” -Vernon Yard, 1994-) no desentonaron con la suavidad luminosa de las más recientes “Done”, “Especially Me” y, sobre todo, “You See Everything” (estas dos últimas interpretadas por la esplendorosa Mimi).
Aunque el repertorio que Low ofrecieron en la capital gallega no se centró exclusivamente en acariciar corazones, ya que se abrió hacia pasajes vigorosos como las muy apreciadas “Everyboy’s Song” y “Canada”, que se mostraron como un auténtico marasmo sónico que dieron paso, junto a “Silver Rider” y la áspera “Murderer”, a un breve paréntesis en el que los asistentes (menos de los esperados, dicho sea de paso) regalaron al grupo unos prolongados y enternecedores aplausos que sólo podían desembocar en un bis final a la altura de las circunstancias. En esa atmósfera de admiración, Low devolvieron a cambio “Sandinista” (apropiada por los acontecimientos vividos las horas previas), “(That’s How You Sing) Amazing Grace” y “Violent Past”, que retumbaron sobre las cabezas del público a modo de corolario del espíritu entre humano y divino de su slow-rock.
Eso sí, la parsimonia y la franqueza con la que Low trasladan su cancionero al directo no facilitan que su asimilación y su comprensión sean automáticas. En Santiago, aquellos que acudieron a la cita con el trío norteamericano sin una experiencia previa pudieron llegar a sentir cierta sensación de desorientación y hasta desencanto… El concierto de los de Duluth no estaba pensado para el enamoramiento a primera vista, aunque es probable que más de uno acabase disfrutando de algo semejante sin habérselo propuesto de antemano. Porque las casualidades no se buscan, se encuentran…
[FOTOS: Pilar Peleteiro]