Que le den por culo a tus amigos. Con estas, con un vídeo hilarante y con la portada de un disco español más fea ever (que me perdone Joaquín Reyes) presentaban Los Punsetes su segundo album. Teniendo en cuenta que toda la masa cerebral se la dejaron componiendo las canciones, lo titularon «Lp2» (Everlasting, 2010), para que el primero (simplemente «Lp«) no sintiera envidia. El debut de esta gente fue en su momento un auténtico revulsivo al tsunami de folk poser y soso que inundaba nuestras tierras allá por 2007. Hoy, el panorama es más heterogéneo, pero su música sigue sonando igual de anacrónica y atemporal. Con aquél no descubrieron ni la fórmula de la cocacola ni el chocolate instantáneo: sus canciones sonaban a garage adormecido, a pop lofi y descuidado, y el hecho de que Ariadna no se esforzara una mierda en cantar bien los situaba en una escena más bien punk noventera que poco tenía que ver con lo que se estaba cociendo en la capital del Reino por aquél entonces. Recordemos que todos los tíos mojaban los gayumbos con los parpadeos de Russian Red, las tías criticábamos su pose de Marisol fumada y los medios se debatían entre si el hecho de que pudiera abrazar el mainstream era bueno o no para la música independiente/andergróun/gafapasta en general.
La primera vez que oí un tema de Los Punsetes fue en su MySpace, y fue «Fondo de Armario«. Aluciné mucho con aquella entrada marcial, su riff cachondo, su bajo persistente su distorsión aguda y aquella letra tan superficial y cínica a la vez: “esta gente son buenos -pensé-, pero no se van a comer una mierda”. Con el disco en las manos, me dí cuenta de que ellos mismos levantaban un muro de prejuicios contra su música: la inexistente motivación de su cantante por entonar, unas canciones sucias, guarras, como grabadas en el sótano de algún local madrileño que nunca ha conocido una escoba, tan grunges a su manera, tan noventas, tan movideñas si te parabas a pensarlo y, sobre todo, con unas letras hirientes y mordaces, que oscilaban entre lo surrealista y lo macabro. Todo en un momento de bonanza musical, de gozo festivalero, de burbuja conciertística. El «Lp» de Los Punsetes parecía estar suspendido en el tiempo, no encajaba con lo que estaba pasando y, sin embargo, escondía una genialidad inversamente proporcional a sus malos modos. Y sí que triunfaron de alguna manera, por lo menos llamaron la atención. Pocas veces equivocarme me ha dado tanto gusto.
Hoy, España estaba más preparada para adentrarse en otro Lp igual de oscuro, de macabro y decadente. España esperaba otro disco guarro, lofi, cochino y malintencionado. Pero no. «Lp2» es otra cosa. Es más maduro aunque sigue siendo malintencionado. En él aflojan el acelerador que mantuvieron pisado durante todas las canciones del primero («Pinta de Tarao«, «Dos Policías«, «Fondo de Armario«, «Lo Natural«… todas growers indiscutibles) y se desmarcan con un disco de pop sin demasiadas aristas, con una leve capa de polvo, pero nítido y bien producido. Aunque lo presentaran mandando a tomar por culo a tus amigos. «Lp2» duele, pero el primero dolía más. Esto no es en absoluto negativo. No seré yo la tocapelotas que diga aquello de “el primero era mejor”, aunque lo piense. Este es un disco cojonudo y Los Punsetes son un gran grupo.
Para empezar, son únicos radiografiando una generación (la nuestra) de treintañeros engreídos que nos creemos el centro del mundo por tener una carrera y por habernos visto todas las pelis de Scorsese, pero que no dejamos de ir por la vida dando bandazos como adolescentes adormilados. Creo que de eso trata «Lp2«: habla de lugares comunes para sus seguidores pero de una forma antipática y sucia (por más que la producción de este disco haya pasado bien por chapa y pintura). Porque nosotros, en general, somos así, y no nos merecemos que nos retraten de otra manera. Yo, personalmente, creo que me voy a tatuar en la frente la letra de «Por el Vicio«: «Pásame por escrito las coordenadas del pasillo/ con el pedo que llevo me harán un buen servicio/ no me tengas en cuenta las veces que vomito/ lo hago por la causa más noble que se haya visto/ lo hago todo por el vicio«. Si aquí no está encerrada la idiosincrasia de nuestra generación, que venga Britney Spears y lo vea. En «Lp2» pillan todos: los modernos y los que van de no serlo («De Moda y Estilo«. con el estribillo más pegadizo en castellano de lo que llevamos de año: «Las formas y colores de esas camisetas / a las chicas los Ramones se les pegan a las tetas«); los artys que van de listos por la vida («El Artista«), los ratas y aprovechados («Dinero«) y a todos, en general, nos dan cera en «La Manera de Acertar» (tengo muchas ganas, pero no te las dejo). Mención aparte merece el trayecto final del disco, donde aparcan la crítica social (ejem) y se ponen ahora frikis con «Hospital Alchemilla» (dedicada al hospital de Silent Hill, y que se acerca a aquella estupendérrima «CI» en el gusto por el kitsch macabro), ahora estupendamente decadentes en «Cien Metros Para el Cementerio«, la mejor canción que han hecho hasta el momento y que deja vislumbrar el gran grupo en el que se han convertido Los Punsetes.
Es «Lp2«, en definitiva, un disco continuista pero más asentado. En el que se nota que se han esforzado por mejorar tanto la calidad del sonido como de sus canciones en general. No les otorgará nuevos fans ni les proporcionará nuevos enemigos, pero sus nuevas canciones siguen sonando vibrantes, personalísimas, deliciosamente oscuras y acertadamente decadentes. Es más, yo diría que si Valle-Inclán se planteara hacer un musical revisitando sus «Luces de Bohemia«, ambientado en el Madrid del siglo XXI, no dudaría en contactar con Los Punsetes para que le dieran forma.