“Quién lo iba a decir…” Frase típica que, en el último año y medio, se viene escuchando con asiduidad en los conciertos de Los Planetas y que poco tiene que ver con los pensamientos pasados que venían a la cabeza del aficionado medio cuando intentaba introducirse en el cerebro de J para sacar conclusiones de alguna de sus actuaciones. Algo ha cambiado: antes lo normal era maldecir la irregularidad sobre las tablas de la orquesta química granadina; ahora no queda más remedio que rendirse a la contundencia en directo de este grupo de expertos. Esto mismo fue lo que sucedió en Vigo, en el auditorio al aire libre del Parque de Castrelos, emblemático espacio (por él desfilaron Oasis, Primal Scream, Franz Ferdinand o Arctic Monkeys, entre otros) en el que hasta hace nada se haría extraño ver a Los Planetas… Pero esa nueva manera en que se observa las andanzas de los granadinos debió de influir en el hecho de que, por fin, se haya situado a la banda en ese gran escenario después de que cada una de sus visitas a la ciudad olívica se desarrollase en locales de aforo reducido.
Poco importó que, a pesar del calor veraniego, la climatología no acompañara lo suficiente por culpa del traicionero orballo galaico. Precisamente, esa circunstancia hizo que los encargados de abrir la noche musical, los vigueses Munich, tuviesen que lidiar con la apatía de un público que fue accediendo al recinto con cuentagotas y con la clara intención de degustar principalmente el plato fuerte de la sesión. El joven quinteto presentó algunas de las canciones que formarán parte de su próximo debut en largo, intentando conservar impoluto su oscuro y potente sonido post-punk deudor tanto de Joy Division como de Interpol, pero no llegó a atraer toda la atención de los asistentes. Tal estampa no les hacía demasiada gracia, ya que jugaban en casa, aunque puede que la causa de ello fuera que su estilo sea tan marcado y esté tan trillado a estas alturas…
Se apreciaba que lo que importaba para la mayoría era la aparición de la formación protagonista del evento. Una vez que J y los suyos se dejaron ver, el aspecto del graderío y del foso del auditorio había adquirido mejor tono. De ese modo, entre ecos que parecían invocar a algún espíritu flamenco ancestral, los granadinos arrancaron su set con la intención de desvestir sus dos últimos trabajos (“La Leyenda Del Espacio” -RCA / Sony BMG, 2007- y “Una Ópera Egipcia” -Sony BMG, 2010-) y enseñar al completo su cuerpo andaluz tradicionalista. Así, los acordes de la instrumental “La Llave De Oro” y el frenesí kraut de “Romance De Juan De Osuna” dieron paso a una fase lisérgica (y litúrgica, dada la imaginería religiosa de fondo) con las profundas “Ya No Me Asomo A La Reja”, “Señora De Las Alturas”, “Virgen De La Soledad” o “Atravesando Los Montes”, que funcionaron a la vez como banda sonora de una especie de exorcismo emocional que empezó a poner nerviosa a la facción de la parroquia planetera que deseaba más dinamismo y movimiento (es decir: lo habitual en los conciertos de Los Planetas de la temporada 2010-2011). Sin embargo, antes de que la impaciencia aflorase, “Una Corona De Estrellas”, “Soy Un Pobre Granaíno”, “Reunión En La Cumbre”, “La Verdulera” y “Alegrías Del Incendio” pusieron las cosas en su sitio.
Si no fuera porque debían despachar algunos de sus clásicos, se podía afirmar que Los Planetas ya habían cumplido. Pero faltaba por ver la segunda mitad del show, toda una explosión de hits que sirvió para que los más fieles rescataran sus mejores recuerdos indie. Eso sí, antes caería la primera sorpresa de la noche: la colaboración de Isa de Triángulo de Amor Bizarro poniendo el contrapunto femenino en “No Sé Cómo Te Atreves”. Y después, un par más: hasta un segundo y un tercer bis en el que picotearon de casi toda su discografía. Como si tuvieran que saldar alguna deuda (no era el caso) con la audiencia viguesa, Los Planetas se sacaron de la manga todas sus cartas ganadoras sin titubeos: “Rey Sombra”, “Segundo Premio”, “Devuélveme La Pasta”, “Santos Que Yo Te Pinté”, “Corrientes Circulares En El Tiempo” o “Pesadilla En El Parque De Atracciones”. ¿Alguien daba más? Sí, ellos mismos, con Eric pletórico tras la batería, Florent sólido con su guitarra y J… Bueno, J un tanto irregular en cuanto a la parte vocal pero firme en su peculiar manera de entonar sus hirientes (y heridas) letras. No fue extraño, por tanto, que en el momento en que detonaron “Un Buen Día” el estallido de júbilo fuese masivo, a pesar de que el guiño futbolístico que se veía en los LEDs traseros recordaba (con una imagen de este instante) que el equipo de fútbol de sus amores, el Granada C.F., había apartado del ascenso a primera división al propio Celta de Vigo… La sangre no llegó al río futbolero (aunque sí surgió algún que otro indignado), con lo que el broche de oro con “De Viaje” caló hondo en todas aquellas almas que habían conseguido, justamente, a través de una encapotada noche viguesa, viajar por el sol, en una nueva dimensión… ¿Qué podría haber sido mejor?