Lo que Loreena McKennitt ofreció en el O GOZO Festival 2024 de Vigo no fue un concierto… fue un hechizo con todas las de la ley.
Cuando se escribe, se habla o se piensa sobre la música de Loreena McKennitt, automáticamente surge un concepto manoseado desde hace décadas y que, en pleno siglo 21, ha quedado totalmente desgastado: new age.
No hay problema en aceptar la etiqueta como la vía más facilona para catalogar los sonidos de la brillante multiinstrumentista y cantante candiense. Sin embargo, dado que por sus venas también corre sangre irlandesa y escocesa, lo más adecuado sería desechar ese hilo que la relaciona indefectiblemente con Enya para cambiarlo por el que la une con la música tradicional celta y el folk ancestral. Para entendernos: si Enya apareció en su momento como un hada que trasladaba a sus oyentes a un bosque legendario, Loreena McKennitt se erigió a medida que fue vendiendo ciento de miles de discos por todo el mundo en una druidesa que reunía a sus receptores alrededor del fuego para revelarles la verdad de los misterios de la mitología céltica.
El pasado 10 de julio, en el escenario del prácticamente lleno Auditorio Mar de Vigo, las llamas avivadas por Loreena McKennit se concentraban con suavidad (artificialmente, por supuesto) en las velas de cinco grandes candelabros que otorgaban al decorado un aspecto tan solemne como cálido diseñado para multiplicar el efecto espiritual, cuasi litúrgico, de sus composiciones. Sobre todo, las pertenecientes a “The Mask And Mirror”, su disco más célebre y el que había llevado a la canadiense a la ciudad olívica dentro de la gira de celebración del 30 aniversario de su publicación en el marco del O GOZO Festival 2024.
Que McKennitt llegara a Galicia festejando precisamente esa efeméride no era casual: durante la época de preparación de “The Mask And Mirror”, había viajado a España y, entre otros lugares, al noroeste peninsular para empaparse de la cultura autóctona. De hecho, el álbum cuenta con una pieza titulada “Santiago”, pero esta vez le correspondía a Vigo el honor de recibir a una cantautora que, por lo visto en la platea, es capaz de atraer a audiencias de diversas generaciones con sonidos alejados de las corrientes mainstream y, en principio, escuchados mayoritariamente por oídos veteranos que buscan paz, armonía, pureza y sensibilidad.
Loreena McKennitt entregó esos elementos con delicadeza sentada al comienzo al piano y rodeada de un quinteto que exhibió, al igual que ella misma, una destreza instrumental apabullante con el violín, el cello, la flauta, el contrabajo, la percusión, la guitarra eléctrica o la mandolina, aportando múltiples matices al algodonado colchón sonoro sobre el que se reposó la primera parte del concierto. En ella, la canadiense repasó varias fases de su extensa trayectoria a través de temas hechizantes como “On A Bright May Morning” (adornada con su arpa) o “Spanish Guitars And Night Plazas”, cuyo toque flamenco mostraba su amalgama de influencias, que abarcan del norte de África hasta Oriente Medio, como igualmente dejó patente en este tramo de la noche.
Y, tras un descanso a la vieja usanza, que sería impensable presenciar en otro tipo de citas musicales en directo, Loreena McKennitt destapó al completo y en idéntico orden que en formato disco “The Mask And Mirror”.
Desde la apertura con “The Mystic’s Dream”, el público cayó rendido a la riqueza sonora y al impresionante rango vocal de McKennitt, que volvió a desplegarse como las alas de un cisne blanco posado sobre las aguas de un lago cristalino en la emocionante “The Bonny Swans”, con una fase final que recordaba a los desarrollos melódicos de su amigo Mike Oldfield. La esencia cosmopolita -y con un punto exótico- de la canadiense resplandeció en “Marrakesh Night Market”, un tema embrujador con un envoltorio de world music si lo metiésemos en ese tótum revolutum… Pero no lo vamos a hacer.
Mientras Loreena McKennit conmovía el alma y las entrañas aplicando dulzura a su interpretación, venía a la cabeza el influjo que su figura pudo haber ejercido en otras artistas, tanto coetáneas como contemporáneas. Por ejemplo, Weyes Blood, quien seguro que ha escuchado más de una vez “Full Circle”, cuyo fondo atmosférico se elevó gracias al canto angelical de McKennitt. Lo mismo que sucedió durante “The Two Tress” para embellecer la mágica conjunción que se produjo entre el piano, el cello y el violín.
Aunque no todo fue ensimismamiento e hipnosis bajo la tenue luz del Auditorio Mar de Vigo. Inevitablemente, también salió a relucir el brío festivo típicamente celta en la celebrada “Santiago”, que se acompañó con animadas palmas. Y, ya en el bis, con “The Mummer’s Dance”, el momento más pop (e irlandés) de una velada repleta de poesía y belleza.
Justamente, esos son dos de los componentes primordiales del estilo de Loreena McKennitt, tan personal como reconocible y que le ha permitido resistir incólume el paso del tiempo y el efímero empuje de las modas. [FOTOS: Stephanie Whybrow] [Más información en la web de Loreena McKennit]