Resulta curioso, cuando menos, que una colección que venía inspirada por «El Príncipe» de Maquiavelo llegara subyugada y rendida totalmente al negro. La colección de Pablo Erroz fue la más oscura de la jornada, las más compleja de disfrutar y, posiblemente, la que más capas y lecturas pudiera tener.
El negro, como decíamos, fue el color predominante. Con él, un discreto juego de colores (principalmente el rojo y el marrón) que nunca le quitaba protagonismo y texturas que invitaban a los presentes a intentar discernir las costuras, los pliegues y las formas de las prendas. Para ello se valió de paño, de cuero, de piel noble, de algodón trenzado emulando el crochet… e incluso de plumas. Todo en esta colección parecía oscuro y complejo, estaba creada en base a imposibles e interminables superposiciones que a veces descansaban en curiosas formas que recordaban al origami (sobre todo en algunas faldas), que dejaban intuir que había un modelo debajo, pero que clamaban para llamar la atención sobre una ropa que, desde lejos, se entrevía de un corte cuidado y medido al máximo, y que por momentos nos regaló prendas de una majestuosidad de lo más llamativa.
[Fotos extraídas de YoDona]