Vamos a hacer una cosa: vamos a hacer como si nunca hubiera existido esa soplapollez de «La vida es chula» y otras cosas por el estilo que han venido después y tomarnos el desfile del martes de Desigual en 080 Barcelona Fashion como lo que fue: una auténtica fiesta veraniega en la que se repartió hasta fruta para los asistentes. Y es que, aunque la firma española va encadenando patinazos en sus campañas publicitarias enarbolando claims para conseguir la empatía de gente con el encefalograma bañado en panacotta, no se le puede negar que en los últimos tiempos ha dado un cambio bastante positivo en el diseño de sus prendas y, sobre todo, en la puesta en escena de sus desfiles. Ya lo vimos en la pasada edición de invierno del 080, cuando presentaron la colección entre sonrisas y las curvas de Bar Refaeli: allí nos sorprendíamos del buen rollo y la buena sensación que transmite una ropa cuando es llevada por modelos que dan la impresión de pasárselo bien mientras la lucen.
La jugada del martes fue igual: mientras en el exterior se le daba lustre a la fiesta posterior que transcurriría entre haimas y alfombras, en el interior Adriana Lima lideraba la comitiva de modelos que saltaron a la pasarela con la mejor de sus sonrisas y las estrellas de la colección del próximo verano. Hubo pocas sorpresas y los protagonistas fueron como siempre los prints delirantes (también han introducido las inspiraciones navajo) y los tejidos de inspiración playera e ibicenca y con un punto neo hippy pero nada hortera (y eso es bien). Desigual va a la suya, y lo suyo es como lo de las lentejas, o lo tomas o lo dejas. Ahi ya, cada uno…