Digámoslo alto y claro: este Primavera Sound 2015 ha sido el peor de su historia… Aun así, afinemos lo dicho con esta lista de lo mejor y lo peor del festival.
Es oficial: acabamos de cerrar la peor edición de la historia del festival Primavera Sound… O, por lo menos, la peor si la ponderamos en relación a sus precedentes y a lo que nos tenían acostumbrados. Tampoco es una enfermedad que haya irrumpido de forma abrupta y con una fuerza inesperada en el cuerpo del evento, sino que los síntomas han estado ahí, latiendo bajo la piel del festival cada vez con más fuerza en las últimas ediciones: cierta desidia a la hora de conformar el cartel (que parece ensamblado a partir de las ofertas recibidas lo antes posible, acuciados por la fardada de «lo presentamos todos a una», sin un trabajo patente a la hora de buscar posibles actos que el público primaveril desearía ver en Barcelona, como ese Morrissey que se les ha vuelto a escapar pero que sí que ha estado en el SOS 4.8 o el locurón que están montando Franz Ferdinand y Sparks, que se ha ido de cabeza al FIB 2015), lo desacertado de los horarios, la incapacidad de hacer «divertida» una música que en un tiempo sí que lo fue, la vocación cada vez más descaradamente masiva y comercial (algo que estaría bien si se mantuvieran ciertas formas), la supremacía de las marcas, el recinto impracticable…
Sí, todo eso ya estaba en el festival antes de este Primavera Sound 2015, pero nunca le habían chirriado tanto los engranajes a la maquinaria del evento de forma tan estruendosa como en la de esta edición. Ojo: esto no quiere decir que el festival haya sido un desastre, evidentemente. El nivel musical se ha mantenido ha dado algunos momentos de nivelón por mucho que faltaran reclamos verdaderos y que la mayor parte de asistentes nos topáramos demasiado a menudo con la sensación de que entre un concierto interesante y otro podían transcurrir horas en las que básicamente no sabíamos qué hacer. Pero algo falló: llamadlo espíritu, garra o Factor X, pero lo cierto es que este Primavera Sound 2015 ha valido la pena más por eso de encontrarte tus colegas que por lo de disfrutar de la música. Algo, por otra parte, totalmente injustificado en el precio de la entrada y en ese delirio que tienen el Primavera a la hora de ofrecer mil packs a sus usuarios a cada cual más caro (¿alguien recuerda cómo criticaba la organización primaveril al Summercase cuando hacía lo mismo?).
Pero no adelantemos acontecimientos: esto pretendía ser una introducción y ha acabado siendo un poco Apocalipsis. Disculpen ustedes el desliz y disfruten simple y llanamente de nuestra recopilación de lo mejor y de lo peor de este Primavera Sound 2015 que hemos vivido del 28 al 30 de mayo (y otros muchos días antes y después). Sabemos que algunas de las opiniones no serán a gusto de todo el mundo (y menos todavía a los fans fatales del festival), pero ¿cuándo nos ha amedrentado a nosotros eso?
LO MEJOR
Caribou. Sin duda, lo mejor de este Primavera Sound 2015 (aunque la aglomeración de gente fue cosa mala).
El conciertazo de Sleaford Mods… Y que, más tarde, Shellac dijeran en su concierto: «Who here thinks Sleaford Mods are the best band in the world? The rest of you are wrong«. Pues eso.
Que este año no lloviera ni hiciera un frío invernal que nos hiciera temer eso de morir por hipotermia durante el concierto más aburrido de nuestras vidas.
Los baños con acabados en roble de la zona VIP en el ala Mordor del festival. Un pipí (o lo que prefirieran ustedes) amortizando esos 50 euros extra.
Los Punsetes y un set imparable que, incluso reducido a formato festival, funciona como una perforadora aún más precisa.
Jon Hopkins partiendo la pana en un escenario que muchos pensaban que se le quedarían grande: sus trallas de percusión y sus bajos minimals te petaba en el estómago… y las locas del chichi con hula-hops de luces multicolores brillando en la oscuridad te petaban la cabeza (si el alcohol y otros aditivos no lo habían hecho ya a esas horas de la madrugada).
La hora sin cámaras dedicada al hedonismo sinvergüenza que debe incluir todo festival y que aquí contó con Jungle como adalides.
Las rrriot girls como The Julie Ruin (viva Kathleen Hanna) y las bandas de chicas como Ex Hex, Japan and I y Sleater-Kinney. Las chicas son guerreras, y molan todo. Mención especial para las coristas de Foxygen y sus bailes locos.
Belle & Sebastian demostrando que puedes llegar al festival con un disco regulero pero marcarte una de las mejores actuaciones ever. ¿El secreto? El equilibrio entre jitazos clásicos y lo mejor de lo nuevo. Y tener un público inter-generacional.
The KVB. Pese a que algún desalmado decidiera programarlos a las seis de la tarde.
El concierto divertidísimo de Mac DeMarco… Y encontrarlo después paseando por el festival.
Run The Jewels + Tyler, The Creator: ¿lo mejor de este Primavera Sound ha sido este sonido menos Primavera Sound y más Sónar, que es donde suelen brillar este tipo de propuestas más avanzadas y menos viejunas? Eso sí, ni que decir tiene que el público medio del Primavera no entendió un pijote qué estaba ocurriendo sobre el escenario.
El conciertazo de The Soft Moon: nunca nos cansaremos de recordar la jodida locura que su post-punk con toque trallazo desató a altísimas horas de la madrugada.
Sleater-Kinney. Si todos los revivals fueran como el suyo, hasta valdrían la pena.
Las sesiones de clausura de Mike Simonetti y Marc Piñol. Eso sí: manda cojones que una de las mejores sesiones de electrónica se las marque alguien de la Ciudad Condal.
Los fuegos artificiales… Aunque, si no estabas en DJ Coco, no entendías a qué cuento venían.
El Red-Bull Tropical.
«Can’t Hardly Wait» de The Replacements y todo lo que implica haber estado en ese momento cara a cara ante un pasado no tan pasado.
Llorar tanto con Patti Smith como con Damien Rice.
Mourn. Sabemos de muchos (pero muchos) guiris que lo fliparon como si no hubiera un mañana con nuestras niñas.
En un cartel que estuvo marcado por el aburrimiento, lo de Foxygen y Ariel Pink fue como un festival propio de locura que se agradecía como si no hubiera un mañana.
El Heineken Hidden Stage: allá pudimos ver en petit comité a The Pastels o The Vaselines, y las características del propio escenario les hizo sonar mejor de lo que lo habrían hecho al aire libre. .
Tori Amos cortando la respiración con «Silent All These Years» o «Crucify«. Si vas a llorar este año, que sea por algo así.
Thee Oh Sees. Que toquen cada año y destrocen todo lo que quieran, por favor.
The Soft Moon, tocata y fuga de lo extremo, rock preciso y bastardo de mil padres. Hito bañado en luces estroboscópicas.
La lucha contra los elementos y victoria final de Tobias Jesso Jr, demostrando que sensibilidad y sorna pueden ir de la mano.
[/nextpage][nextpage title=»LO PEOR» ]LO PEOR
Que ESTO haya sido el 15 aniversario de uno de los festivales que más queremos.
El aburrimiento generalizado durante todo el festival. De verdad, ha sido el #mostboringfestivalever. Para irme de fiesta con los colegas, lo hago cualquier fin de semana y me sale más barato.
Los dos escenarios grandes contrapuestos o, como solemos llamarles todos: MORDOR. De verdad, decisiones como esta son las que han matado al festival (y así, hablamos ya en pasado y no en presente, porque dudamos que esto tenga solución).
Que un colega que acaba de venir de Coachella te diga que caminó y se cansó menos allá que en el Primavera.
Que el Primavera Sound haya pasado de ser ese festival que concentra a los fans irredentos de una música que son respetuosos y majos y van a ver conciertos pero no a posturear a ser, por el contrario, ese otro festival repleto de guiris en el que nadie se calla la puta boca durante las actuaciones y en los que el público «de calidad» escasea y no puede decirle nada a los gremlins invasores por miedo a perder la vida en el intento.
El hecho de que el Primavera Sound 2015 se haya convertido en «uno de los festivales con más sponsors comerciales en todo el mundo» (dicho por un promotor musical inglés). En esas estamos: la marca antes que la música.
Los sombreros rojos de Firestone. Y que exista en el mundo gente lo suficientemente hortera como para ponérselos.
Que este año no pudimos hacer bromas con lo de «Winter is coming» porque, oye, hizo un tiempo de puta madre.
La cerveza: mala y carísima. Lo de mala suponemos que fue culpa de Heineken… Pero ¿lo de carísima?
El hecho de que los horarios los hizo el mismo chaval que te hacía bullying en el instituto.
El sonido. Que Ada Colau haga algo para solucionar de una vez por todas los continuos problemas de sonido del escenario Primavera. Lo de The Black Keys fue para llorar.
Que el festival se haya enfocado tan descaradamente a que necesites ser VIP (y pagues el «extra» de rigor) para tener un mínimo de calidad de vida, para comer algo que no te dé cáncer o para mear en unos WCs en los que no pilles ladillas.
La media de edad del festival. ¿Tiene el Primavera Sound el mismo target que «Cine de Barrio«?
La sesión de clausura de DJ Coco. ¿Qué ha pasado con aquel Coco que siempre nos ponía del revés en el ATP?
Las pintas de la gente. No sé. Arréglense ustedes un poco… Que Patti Smith tenga un serio problema de higiene no justifica que ustedes también lo tengan. Y que Julian Casablancas sea un hortera de bolera tampoco justifica la imposibilidad del 87, 91 % de los asistentes de combinar una camiseta y un pantalón.
Los palos para hacerse selfies.
Los franceses. Por Dios, ¿cuántos han venido? ¿Y por qué?
Ese ser sobrenatural, multicolor y con sobrepeso que se ha comido a Julian Casablancas.
Más todavía: ¿de verdad The Strokes era lo más grande que había este año en el festival? ¿Su actuación de mierda valía el dinero que la organización ha pagado?
De nuevo: el ratio de dealers en el festival era de 1 camello por cada 3 asistentes. Y esto molaría si no fuera porque seguramente lo que estaban ofreciendo te iba a dar el Sida en el mejor de los casos.
La división de opiniones respecto a Antony & The Johnsons: todos estamos de acuerdo en que ese escenario inmenso y desangelado no le hacía ningún favor… Pero por lo menos fue el concierto que mejor sonó en todo el festival.
La alarmante falta de un «plan de música electrónica» coherente e interesante. En comparación con otros años, acabar este festival de subidón sintético (pero sintético por la música… o, para qué te vamos a engañar, por lo que te dé la gana) era tan difícil que dudamos que los millones de dealers hicieran un mínimo negocio.
La organización de taxis. Es completamente inaceptable que un festival como este no tenga a NADIE responsable de gestionar los taxis las noches en los que no hay metro.
Alt-J. De aquí a diez años nadie se acordará de ellos.
La brillante idea de programar rock estruendoso en el adidas Originals mientras en el escenario adyacente (Pitchfork) se ejecutaban las propuestas más delicadas, véase lo de Tobias Jesso versus White Hills.
La más bien pobre opción gastronómica de la zona VIP en el escenario ATP: salchipapa o cangreburger.
Que es martes y todavía nos duelen los pies. Y no de bailar, sino de andar.
[Raül De Tena + David Martínez de la Haza + Miriam Arcera + Patri di Filippo + Jordi Iglesias + Cris Fernández + Ainoha Marzol] [FOTOS: Dani Cantó + Xarlene + Eric Pamies + Pere Masramon] [/nextpage]