Lido Pimienta, Malena Zavala y Buscabulla han lanzado tres discazos que capturan a la perfección los nuevos (y estimulantes) sonidos latinos.
Los sonidos latinos contemporáneos han marcado a nivel global la transición musical de la primera a la segunda década del siglo 21. No solo por su dominio en las listas de éxitos, en la radiofórmula y en las plataformas de escucha y visualización en streaming, sino también por su manera de impregnar otros estilos, desde el pop hasta la electrónica, pasando por todos sus derivados. La prueba más evidente de esa influencia se encuentra en la expansión del reggaetón, el trap o la nueva cumbia, que han roto etiquetas.
Pero, más allá de lo que sucede en las capas más superficiales de este boom latino, también existen modelos que expresan ese movimiento siguiendo vías más experimentales y, en muchos aspectos, más interesantes. Tal es el caso de Lido Pimienta, Malena Zavala y Buscabulla, tres muestras paradigmáticas de hibridación tanto sonora como cultural entre tradición y modernidad, ya que ejemplifican la asimilación creativa de sus experiencias en la diáspora. Sus respectivos últimos discos reflejan a la perfección un cruce caminos que traspasa fronteras artísticas y geográficas sin perder de vista las raíces.
COLOMBIA > CANADÁ
Pocas personas podían imaginar que, en 2017, un álbum compuesto en español por una artista salida de Colombia (aunque también con pasaporte canadiense) se llevase el Polaris Music Prize, el galardón al mejor disco de Canadá. Eso fue lo que logró Lido Pimienta con su segundo LP, “La Papessa” (ANTI-, 2016), que sorprendió a la audiencia de su país de adopción y a medio mundo, tanto hispano como anglosajón. Así se catapultó su figura y su estilo, con alma indígena (como descendiente de la etnia Wayuu) insertada en sonidos africanos y latinos (cumbia, samba, porro, reggaetón o champeta) y música electrónica.
El producto resultante de esta mezcla resume el concepto de música glocalista: raigambre ancestral + espíritu cosmopolita + mestizaje + esencia transnacional, ingredientes aplicados con imaginación para interpretar un discurso de simbolismo y significado profundos. Este es, precisamente, otra de las virtudes de Lido Pimienta: su narrativa con reminiscencias transgresoras y activistas, conectada tanto con su identificación feminista y queer como con su compleja relación con Colombia, tierra que no idealiza a través de su mirada emigrante.
De hecho, su tercer álbum, “Miss Colombia” (ANTI-, 2020), es una reacción a la desigualdad que sufre la mujer que parte de sus vivencias personales de niña y de adolescente, cuando era observada como una chica rara poco femenina. En este sentido, “Miss Colombia” se caracteriza por sus propiedades introspectivas, evocadoras y místicas y no rehúye la tristeza ni la conciencia crítica. Por algo su título proviene de la situación que se produjo en la gala de Miss Universo 2015, en la que se anunció como vencedora a la representante colombiana por error en lugar de la ganadora final, la concursante filipina. Todo ello levantó una polémica polvareda dentro y fuera de Colombia.
Esa anécdota elevada a discusión nacional condujo a la reflexión que Lido Pimienta plantea en “Miss Colombia”: sus sentimientos encontrados en torno a la actual Colombia, devorada por el neoliberalismo, cuyos valores muchas veces no encajan con su visión del mundo y de la vida. Desde la lejanía, la colombiana protesta contra el racismo, la violencia, la homofobia y la pobreza en tensión con su país de origen, aunque siempre defendiendo su identidad nativa.
“Para Transcribir (SOL)” y “Para Transcribir (LUNA)” abren y cierran el tracklist al tiempo que Lido Pimienta ofrece en ambas su declaración de principios y el contexto en el que se sitúa el disco. El sintetizador colorista de “Eso que Tú Haces”, el sonido autóctono (con Li Saumet de Bomba Stéreo) de “Nada”, el reggaetón minimalista de “Te Quería” o el pop electrónico con aroma latino de “No Pude” alimentan una constante apelación a una segunda persona que, ampliando el horizonte de cada pieza, es la misma Colombia, a la que Lido Pimienta se dirige directamente y de la que, a pesar de los sentimientos encontrados, recuerda con calidez en “Quiero que me Salves” (con intervención del Sexto Tabalá) y su preludio explicativo.
Desplazándose de lo privado a lo universal para realizar un viaje sonoro de Canadá a Colombia, Lido Pimienta ha conseguido con “Miss Colombia” su consagración definitiva. [Más información en la web de Lido Pimienta // Escucha «Miss Colombia» en Apple Music y en Spotify]
ARGENTINA > GRAN BRETAÑA
La travesía realizada por Malena Zavala guarda varios paralelismos con la practicada por Lido Pimienta, aunque la argentina aterrizó en Gran Bretaña, adonde llegó también en su niñez. En el circuito independiente de Londres, su ciudad de residencia, se fogueó musicalmente como vocalista de Oh So Quiet, la banda de su hermano Lucas que se granjeó cierta fama underground por su forma de aunar rock latinoamericano e indie-rock inglés. Ese mismo camino seguiría Malena cuando decidió lanzarse en solitario (en su condición de cantautora y multi-instrumentista) tras descubrir los métodos creativos de Kevin Parker / Tame Impala, faro guía en su música y en su tarea compositiva una vez iniciada su aventura individual.
Su LP de estreno, “Aliso” (Yucatan Records, 2018), confirmó ese punto de fuga hacia el pop entre psicodélico y vaporoso anglosajón. Sin embargo, su sucesor, el autoproducido “La Yarará” (Yucatan Records, 2020), se redirigió hacia Sudamérica con absoluta claridad. O lo que es lo mismo: Malena Zavala puso sus pies entre las dos orillas del Atlántico en un proceso transoceánico con el propósito de indagar -al igual que Lido Pimienta– en el concepto de identidad tomando el hogar (el más próximo y el más alejado) como núcleo vital.
El título de “La Yarará” también posee un importante valor: es el nombre de una serpiente venenosa argentina que se utiliza como sinónimo de chica descarada y como metáfora de la fuerza de la mujer, matiz que completa el trasfondo de sus textos. “Identity” y “La Yarará” condensan el fondo argumental del LP bajo una atmósfera sugerente que cubre todo su contenido sin difuminar el influjo latino que se vincula simbióticamente con un dream-pop de amplia gama cromática.
Malena Zavala se mueve con naturalidad de la ensoñación a lo Lana del Rey transformada en pop sintetizado similar al de Empress Of o Chairlift (“What If”), al synthpop insinuante con toque cumbiero (“En la Noche”), al bolero (“Compay”) y al tropicalismo festivo (“Ritmo de Vida”). En “La Yarará”, Zavala lleva a su terreno el realismo mágico característico de la literatura sudamericana con sensualidad y hechizo espectral, sin despojarse de la nostalgia que siente toda persona que busca su lugar en el mundo. O, más bien, en algún punto intermedio entre los sueños y la realidad. [Más información en la web de Malena Zavala // Escucha «La Yarará» en Apple Music y en Spotify]
PUERTO RICO > ESTADOS UNIDOS > PUERTO RICO
Al contrario que Lido Pimienta y Malena Zavala, Raquel Berríos y Luis Alfredo del Valle, los miembros de Buscabulla, sacaron billete de vuelta a su tierra, Puerto Rico, tras una prolongada estancia en Nueva York. Ese regreso se produjo en 2018, poco después de que los huracanes Irma y María sacudieran con fuerza la isla. A priori, aquella no era seguramente la época más idónea para volver a su hogar natal, pero al mismo tiempo sirvió a la pareja para tomar impulso no solo a nivel personal, reencontrándose con sus raíces -añoradas en la lejanía debido a la morriña del que abandona su casa-, sino también en el plano artístico.
Con todo, Buscabulla ya habían adquirido anteriormente una buena inercia gracias a “EP” (Kitsuné / Discos Diáspora, 2014) y “EP II” (Baby Making / Discos Diáspora, 2017), pertenecientes a una etapa en la que habían contactado con el sello francés Kitsuné y Dev Hynes (Blood Orange). Pero retrocedamos -o, mejor dicho, avancemos- hacia el gran punto de inflexión de Berríos y del Valle, ya instalados otra vez en Puerto Rico. El primer tema que escribieron en aquel momento fue “Vámono”, con forma de electropop boricua -acompañado de un videoclip de estética colorida y ánimo jubiloso– que define la esencia del estreno en largo del dúo: “Regresa” (Ribbon Music, 2020).
Ese diáfano título se relaciona con la respuesta -tan arriesgada como valiente- de Buscabulla a la llamada de sus orígenes, el modo en que afrontaron la inseguridad y la incertidumbre y cómo sortearon las difíciles circunstancias sociales, económicas y políticas del país. Así pues, por un lado, “Regresa” discurre sobre una montaña rusa emocional; y, por otro, funciona como un documento sonoro que captura tan intensa travesía, que desembocó en la propia reconstrucción de la pareja y en la de su comunidad. A estos elementos centrales se añade la visión que Buscabulla tienen del amor y sus declinaciones.
Grabado en Puerto Rico, el álbum se distingue por un estilo de apariencia contemporánea que intenta preservar el espíritu puertorriqueño esquivando clichés musicales de su país -véase el omnipresente reggaetón- desde la óptica del synth-dream-pop caribeño y el neo R&B, cuyo flow se advierte en la exuberante “La Fiebre”. Eso sí, Buscabulla no se olvidan de su pasado, recuperado en la hipnagógica “Nydia” a través de la influencia de Nydia Caro, histórica artista local que sirvió de motivación e inspiración para el disco. La pátina chillwave que envuelve a este corte se extrapola a buena parte de “Regresa”, que parece la banda sonora de un sueño arrullado por la sugestiva voz de Raquel en una idílica playa puertorriqueña bajo la luz de la luna compuesta por sintetizadores cósmicos, ritmos sedosos y melodías algodonadas.
“Regresa” es un disco de belleza hipnótica que moderniza el acervo cultural boricua y, pese a su tono melancólico y agridulce, debe interpretarse como la celebración del comienzo de una nueva vida. [Más información en la web de Buscabulla // Escucha «Regresa» en Apple Music y en Spotify]