Andrew Sean Greer se llevó el Pulitzer 2018 a la Mejor Novela con «Less», donde demuestra que la imposibilidad de escapar de uno mismo puede ser divertida.
Cuando era (post)adolescente, pasé una época profundamente obsesionado con los libros de Lucía Etxeberría. Y no recuerdo exactamente en cuál de ellos era (probablemente en «Beatriz y los Cuerpos Celestes«), pero había uno en el que la autora hablaba de la imposibilidad de huir de uno mismo. Venía a decir que da igual que cambies de piso, ciudad o país, porque los problemas los llevas dentro de tí y te los volverás a encontrar allá donde vayas. Esto es, de hecho, un cliché absoluto que más adelante me ha vuelto a asaltar en la prosa de otros autores.
Y no voy a decir que la mayor parte de ellos aborden el tema con mayor pericia que Etxebarría… Porque, qué sé yo, para afirmar tal cosa debería volver a leer a la autora en cuestión. Pero sí que diré que hay un motivo por el que creo que ya no hay vuelta atrás y que nunca podré volver a disfrutar de los libros de esta escritora de la misma forma que nunca jamás podré volver a disfrutar de las películas de Julio Medem o Isabel Coixet: porque se tomaban demasiado en serio los dramas de sus ficciones. Y, si algo aprendes con el paso de los años, es que la vida tiene más de comedia que de drama, así que incluso los grandes temas (y los grandes problemas) pueden y deben tratarse siempre con un toque de humor.
Es por eso mismo por lo que «Less» de Andrew Sean Greer puede convertirse en una obsesión de mi vida adulta de la misma forma en la que «Beatriz y los Cuerpos Celestes» (o cualquier otro libro de Etxebarría) lo fe un mi (post)adolescencia. Porque el tema de base es exactamente el mismo: la imposibilidad de huir de uno mismo. Pero el tono de «Less» no podría ser más cercano a esa socarronería cachondona con la que lo ves todo cuando se te han agotado los 30 y los 40 ya son una realidad rotunda.
El protagonista de «Less» es Arthur Less, y la elección del apellido ya da una medida de por dónde va el humor de Greer si tenemos en cuenta que «less» significa «menos» y que así es como se siente el personaje desde el principio de la novela. Después de haber pasado la juventud en una relación con un gran poeta americano, Less «perdió» ocho años con un chaval (hijo de su eterno archienemigo, para más inri) al que siempre pidió que no se encariñara de él… Cuando acabó ocurriendo lo contrario. Freddy Pelu, el chaval en cuestión, no solo llega un día en el que abandona a Less, sino que lo abandona para casarse con otro hombre.
Y aquí empieza el periplo de Arthur por el globo terráqueo: en una delirante maniobra escapista (para escapar de sí mismo, obviamente), Less acepta embarcarse en una concatenación de viajes alrededor del mundo para dejar de pensar en la boda de Freddy. Y para evitar tener que estar en la misma ciudad cuando esta se celebre. Eso también. El protagonista irá a Nueva York para presentar el último gran libro del autor de moda de ciencia ficción fantástica (un H.H.H. Mandern que no podría ser más directo en esa triple inicial como chanza a otros autores de ciencia ficción), viajará a México a ofrecer una charla sobre su amado poeta (que ya no puede volar debido a su avanzada edad), recalará en Italia para asistir a una entrega de premios que no pretende ganar, hará escala en París tan solo de pasada, pasará unos días en Marruecos en un viaje de cumpleaños (del cumpleaños de otra persona que, curiosamente, también coincide con su 50 Aniversario) y acabará en la India, en un retiro para escritores en el que pretende rematar su nueva novela.
Porque Arthur Less es escritor. Un escritor a la sombra del gran genio que fue su amado poeta. Un escritor que se acepta totalmente mediocre al lado de su ex-pareja y que, tras haber escrito dos novelas que pasaron -presuntamente- desapercibidas, encara la revisión de un tercer libro que su editor se ha negado a publicar. Otra muestra más de la falta de talento de Less que Andrew Sean Greer retrata de forma magistral: esa falta de autoestima que es consustancial a todo hombre que ronda los 50, pero sobre todo a todo escritor que dedique su vida a todo lo que no sea ciencia ficción o fantasía heroica.
El autor de «Less» se muestra despiadado con su protagonista. Pero es despiadado desde una lente tan divertida, tan real, tan como la vida misma, que nunca cae del lado de la crueldad, sino todo lo contrario. A las personas no las queremos por sus virtudes, sino pese a sus defectos. Y los defectos de Arthur Less no podrían conducir a una empatía más plena, por mucho que el lector no sea escritor… Ni lo pretenda. Porque, al fin y al cabo, el gran tema de esta novela es el amor: el amor a uno mismo y el amor a otra persona.
El amor a uno mismo sería el epicentro de todo el periplo literario de Arthur, de la misma forma que vendría a ser el periplo de todo escritor, un periplo intrínsecamente ligado a probarse lo suficientemente bueno a uno mismo, en exponer las debilidades propias, en airear la propia vida y a poner el cuello en la guillotina preparado para que las críticas y los juicios te arranquen la cabeza. En su interior, «Less» contiene toneladas de teoría de la literatura, pero de teoría de la literatura «bajada» a la vida cotidiana de cualquier escritor.
También contiene una maravillosa crítica a cierto talibanismo literario gay. En cierto momento del libro, alguien -que no es Less– abre una entrega de premios -que no es la italiana- con el siguiente parlamento: «Esta noche me resultaría decepcionante que premiásemos a los asimilacionistas, los que escriben a la manera en que escriben los heterosexuales, a los cuales tienen por héroes de guerra; esos que hacen sufrir a los personajes homosexuales y los obligan a navegar a la deriva en una marea de nostalgia que pasa por alto la opresión que seguimos sufriendo hoy«. Obviamente, Arthur se identifica de inmediato con un asimilacionista. Y se odia a sí mismo.
Pero lo interesante es que todo lo que vive el protagonista en sus viajes acaba alejándole de ese asimilacionismo: la vida contra la literatura. O mejor todavía: la vida para enriquecer y humanizar la literatura. Porque hay algo que todavía no he dicho pero que cualquier lector con dos dedos de frente habrá intuido ya: ninguno de los viajes de Less acaba saliendo como él esperaba. Por suerte para él, y también para el lector. En estos viajes, el escritor descubrirá que el epicentro de su vida (y de toda vida humana que se precie) no es otra cosa que el amor hacia otra persona.
Ese amor del que está huyendo y del que lleva toda la vida huyendo. Hacia el final de «Less«, el narrador (que no es el protagonista, por cierto) rememora un sueño que le explicó Arthur: «Estoy caminando a través de un bosque oscuro, como Dante, y una vieja se me acerca y me dice: “¡Qué suerte tienes, lo has dejado todo atrás! Has terminado con el amor. Piensa en la cantidad de tiempo que tendrás ahora para cosas más importantes”. Y entonces la señora me deja y yo continúo mi camino, creo que en ese momento estoy montando a caballo. Es un sueño muy medieval. Tú no sales, por cierto, por si te estás aburriendo. -Yo le repliqué que ya tenía mis propios sueños-. Bueno, el caso es que sigo cabalgando a través de ese bosque oscuro y salgo de repente a una gran planicie blanca con una montaña a lo lejos. En ella hay un agricultor, que me saluda con la mano y dice algo parecido. “¡Te esperan cosas más importantes!” Subo la montaña a caballo. Sé que no estás escuchándome ya, pero espera, ahora viene lo bueno. Subo la montaña a caballo y en la cima hay una cueva y en la cueva un cura. Es como un dibujo animado. Le digo al cura que estoy listo. Y él me pregunta para qué. Y yo le digo que para pensar en cosas más importantes. Y él me pregunta que más importantes que qué. “Más importantes que el amor”, respondo yo. Y él me mira como si estuviera loco y me dice: “¿Qué puede existir que sea más importante que el amor?«.
Nada. No puede existir nada que sea más importante que el amor. Y ese es el mensaje que queda después de la lectura de esta «Less» que no por casualidad se llevó el Pulitzer a Mejor Novela en el año 2018. La prosa de Andrew Sean Greer es de altos vuelos, con un estilo elocuente a la hora de analizar (y despedazar) los sinsentidos de la vida moderna y hacerlo con una lengua afiladísima y un ritmo trepidante. Y su logro no podría ser más sublime, ya que no hace otra cosa que disertar sobre el mencionado cliché literario eterno, el de la imposibilidad de huir de uno mismo, pero con el único tono posible en pleno año 2019: una visión humorística que demuestre que la comedia no está reñida con la profundidad conceptual. Algo así como si el tono de Nick Hornby envolviera los retratos masculinos de Michael Chabon pero con un toque de pluma gay (perdón por el chascarrillo) tan contemporánea -pero menos dramática- como la de Alan Hollinghurst o la de David Leavitt.
“Uno lee poemas, escucha historias, oye a los sicilianos hablar de que les cayó un rayo. Pero todos sabemos que no existe el amor de tu vida. El amor no es tan terrorífico. Es pasear al perro para que la otra pueda quedarse durmiendo, es hacer la declaración de la renta, es limpiar el baño sin guardar rencor. Es tener un aliado en la vida. No es fuego, no es un relámpago. Es lo que ella siempre tuvo conmigo. ¿No? Pero ¿y si tiene razón, Arthur? ¿Y si los sicilianos tienen razón? ¿Que el amor de tu vida es esa cosa que ella ha sentido y que lo pone todo patas arriba? Algo que yo nunca he sentido. ¿Y tú? ¿Lo has sentido?”, le pregunta un personaje a Arthur hacia el final de «Less«. Pero también es lo que probablemente te hayas preguntado tú mismo durante toda tu vida: «¿y tú? ¿Lo has sentido?» Y que conste que Greer no ofrece respuesta alguna. Pero, aquí más que nunca, lo importante es y ha sido el viaje. [Más información en la web de Andrew Sean Greer y en la de la editorial AdN]