Si eres de los que siempre han envidiado a los franceses por su hedonismo gourmet, ya tienes nuevo restaurante favorito en la ciudad de Barcelona: L’Escale.
¿Sabes eso que se dice por ahí de que, cuando estás embaraza, lo único que haces es ver otras embarazadas por la calle? ¿Y que, cuando te compras un coche nuevo, de repente lo único que haces es ver una y otra vez ese mismo modelo en la carretera? Pues algo similar me ocurrió hace poco cuando llegué a L’Escale a comer con unos colegas y me dijeron que la vía en la que se encuentra, el Passatge Lluís Pellicer, es la nueva zona gastronomista por excelencia de la ciudad de Barcelona. En las semanas posteriores, no sé muy bien por qué, empezaron a caer en mi radar todo un conjunto de restaurantes francamente interesantes que precisamente están en este pasaje (a un tiro de piedra de la Diagonal) o en las calles circundantes.
Por ahora, sin embargo, si alguien me pregunta, tendré que afirmar lo siguiente bien clarito: el rey absoluto de la zona es, sin lugar a dudas, L’Escale. Al fin y al cabo, en una ciudad como esta, que coge una tendencia gastronómica y la quema en dos días, es de agradecer que alguien decida funcionar a su propia bola… y respondiendo tan solo a sus propias raíces. Me explico: L’Escale la abrieron hace unos meses tres colegas franceses. Julien Rivoiron, chef que vendría a ser el corazón del restaurante, se ha curtido en las cocinas de lugares como Sketch (Londres), donde trabajó junto a Pierre Gagnaire, además de en restaurantes barceloneses como Osmosis o La Bellvitja. Empezó, es sí, cocinando en Têtedoie, en su ciudad natal Lyon, y allá fue donde conoció a su mano derecha en la cocina: Christophe Almodovar. El equipo se completa con André Despacha, encargado de la sala de L’Escale.
Siendo los tres franceses, resulta del todo natural y comprensible que abrieran un local en Barcelona con la sanísima intención de homenajear un concepto tan interesante (y tan poco explorado en la Ciudad Condal) como el bistrot. Ya sabes: esas casas de bebida y picoteo que en nuestro país vecino también ofrecen platos de mercado a precios económicos. Este sería, entonces, el corazón de L’Escale: cocina de base francesa (accesible y económica, nada de preparaciones ultra complejas y emperifolladas dignas del Bocuse D’Or) pero con toques de ostras gastronomías internacionales.
Curiosamente, este espíritu transversal se respira incluso en el propio espacio de L’Escale, estructurado en dos estancias diferenciadas… A un lado, el salón para las comidas tranquilas y reposadas, con mesas de tamaños diferentes (ideales para albergar grupos con cantidades variables de comensales) y una amplia cristalera con vistas al pasaje. El otro lado del local está presidido por una barra en la que se puede picotear y optar por un menú mucho más informal a base de quesos y tapas como, por ejemplo, las croquetas de reblochon, la rillette de carrillera de cerdo con cebolla roja y alcaparras en vinagre o el hummus de apionabo y eneldo.
Tú eliges: te sientas a la mesa para disfrutar del festín de L’Escale sin prisa pero sin pausa o, por el contrario, optas por una fórmula más informal y rápida. En el primer caso, podrás gozar de unas propuestas gastronómicas en las que Rivoiron apuesta por hacer brillar al producto en preparaciones alquímicas que parecen sencillas… pero no lo son. Para nada. Ahí quedan platos imprescindibles como el prensado de cochinillo Bibaz de Navarra con nabo al horno, pasas sultana y su jugo, el tartar de ternera con papada curada, aceite tandoori y pan crujiente o las vieiras salteadas con aceite de romero, puré y chips de chirivía y comté. Eso por no mencionar uno de los grandes fuertes de L’Escale: una carta de postres gloriosa en la que brillan platos como el praliné de nueces con lentejas, yogur y comino o el fondant de castaña con crujiente de avellana y helado de tomillo limonero.
Elijas lo que elijas, lo que está claro es que dejarse caer por L’Escale para comer o cenar (hay opción de menú al mediodía, y carta y menú degustación sorpresa por la noche) es lo más parecido a abrir una especie de agujero espacio-temporal y pasar un rato la mar de agradable en un lugar que es puro homenaje al hedonismo gourmand francés, a esa capacidad para concebir el plato como fuente de placer compartido con amigos en comidas que se alargan más de lo debido. Ah, claro, y que están regadas por una carta de vinos realmente estimulante… Pero eso dejo que lo exploréis vosotros cuando descubráis L’Escale y entendáis por qué digo que es el rey absoluto del Passatge Lluís Pellicer. [Más en la web de L’Escale]