«Laura Dean me ha Vuelto a Dejar» es el cómic que demuestra que las cosas han cambiado para la comunidad queer y que la normalidad era esto.
«Ya, sé que debería sentirme agradecida por tener la posibilidad de que me dejen y humillen públicamente igual que a mis amigos hetero. Soy un avance.» Estas son las palabras que Freddy Riley, la protagonista de «Laura Dean me ha Vuelto a Dejar» (editado por La Cúpula), dirige a Anna Vice, una especie de consultorio amoroso para adolescentes. Este cómic de Mariko Tamaki y Rosemary Valero O’Connell, de hecho, se estructura a partir de una médula espinal que no es otra que una confesión epistolar (bueno, todo lo epistolar que puede ser la era digital del e-mail) en la que la mencionada protagonista deja caer sobre la consultora amorosa su propia historia de desamor de instituto a modo de chorreo adolescente.
Lo interesante, o no, es que la obsesión de Freddy es otra chica, esa Laura Dean del título que, de hecho, bien podría emparejarse con otro Dean ilustre de nombre James. A ambos les une una actitud pendenciera y esa extraña capacidad que tienen algunas personas para dejarte bien claro con una simple mirada que nunca podrás poseerles. Ya no solo porque sean libres, sino porque se esfuerzan en serlo como si en ello les fuera la vida. Laura Dean es la típica persona que quiere que seas su pareja y te comportes como tal, pero que a la vez quiere que le dejes total libertad. Quiere tenerte atado corto, pero que le dejes corretear lo que le dé la gana. Y eso es algo totalmente respetable… Que cada uno haga lo que le dé la gana. Pero igual de respetable es no querer que alguien así te rompa el corazón.
Freddy, sin embargo, está bien arropada por un grupo de amigos unidos por el factor queer. Freddy es lesbiana. Buddy y Eric son gays y pareja. Y me odio a mí mismo por decir esto, pero es que este es también uno de los logros de «Laura Dean me ha Vuelto a Dejar«: Doodle, la mejor amiga de Freddy, suda bastante de los cánones de feminidad estética y, de hecho, a primera vista cualquiera podría pensar (y seguro que piensa) que la lesbiana es ella y no Freddy. A segunda vista cualquiera podría pensar (y seguro que piensa) que está totalmente colgada de su amiga. Pero repito: este es uno de los grandes logros del guion de Mariko Tamaki, que consigue jugar con las convenciones para restregarte la mayor de las naturalidades por la cara. En el caso de Doodle, con twist narrativo incluido que no voy a revelar para no incurrir en un odioso spoiler.
Porque de esto hace décadas que hablábamos, ¿no? De que la normalización buscada por la lucha de la comunidad LGTBIQ llegaría cuando el hecho de que la sexualidad de un personaje no convirtiera sus andanzas y su conflicto en algo especial y diferente. Cuando sus andanzas y su conflicto fueran iguales que los de una persona heterosexual… Y eso es lo que ocurre de forma totalmente magistral en «Laura Dean me ha Vuelto a Dejar«: que rebasa los límites del interés queer para caer directamente en el campo del interés general. Porque, en serio, ¿quién no ha vivido una historia de amor obsesivo (y no siempre adolescente, sino a veces también adulto) como el de Freddy Riley?
Usando el consultorio de Anna Vice como hilo conductor, Tamaki y Valero-O’Connell consiguen realizar un fascinante y sincero retrato de la realidad de los adolescentes a día de hoy. Adolescentes. Y punto. Sean o no queer. Adolescentes que lidian con sus fiestas de instituto, con sus locales de hamburguesas hipsters (¡con nombres de lesbianas ilustres!), con sus trabajos para sacarse un dinero extra, con sus movidas familiares… Y con ese momento tan extraño pero crucial en el que tenemos que tomar decisiones que afectarán a toda nuestra vida. Tenemos que decidir quién queremos ser. Y, muchas veces, decidir quién queremos ser pasa por decidir también quién no queremos ser.
Con un precioso dibujo a medio camino entre la hiper-estilización del manga y la capacidad para capturar la cotidianidad pluscuamperfecta de Adrian Tomine, Rosemary Valero-O’Connell consigue plasmar a la perfección el imaginario estético de una adolescente que se está alejando de la infancia por mucho que le hablen (literalmente) los muñecos que desmiembra y vuelve a montar para transformar en entrañables y achuchables monstruitos. No es una afición casual: este desmontar algo que aparentemente es perfecto para volver a montarlo en forma de algo imperfecto pero mucho más original e interesante es, sin lugar a dudas, una elocuente metáfora de cómo todo adolescente aborda su propio proceso de construcción de la identidad.
Y, al final del todo, claro, la gran moraleja: querer a alguien que no te quiere es no quererte a ti mismo. Querer a una Laura Dean de la vida significa no querer a mil Doodles que tanto podrían aportar a nuestras existencias. Porque la misma Freddy se lo dice a Laura hacia el final del cómic: «Eres una novia horrible. Pero, además, cuando estoy contigo soy una amiga horrible«. Y viviremos en un mundo mejor si con historias como «Laura Dean me ha Vuelto a Dejar» conseguimos que las nuevas generaciones aprehendan esta enseñanza mucho antes que las generaciones que tardamos varias décadas en darnos cuenta de que lo de James Dean era pura masculinidad (y emocionalidad) tóxica. [Más información en la web de la editorial La Cúpula]