Nuestra crónica de Latitudes 2022 confirma que, después de mucho tiempo huérfana, la ciudad de Vigo vuelve a contar con un gran festival de rock al aire libre.
El Latitudes cambió el Año de la Misericordia por el Año Xacobeo y las históricas losas de Santiago de Compostela por la esplendorosa costa de Vigo para volver a celebrarse tras seis años de ausencia, aunque no como ciclo de conciertos, sino como festival.
Ubicado en el Muelle de Transatlánticos de la ciudad olívica, el Latitudes 2022 recordó la idoneidad de ese emplazamiento -donde se habían realizado más de una década atrás las dos ediciones del aún añorado Vigo Transforma– para este tipo de eventos por ser un enclave insertado en un entorno urbano y con salida al mar. Esto permitió que, además de destacar por su comodidad, también lo hiciese por su aspecto coqueto y la belleza del decorado de la ría de Vigo, con las islas Cíes en el horizonte.
Vigo, mar y rock. Estos fueron los ingredientes de la fórmula del Latitudes 2022, a la que se añadía una peculiaridad: su cartel estaba compuesto por nombres internacionales y del área circundante. Es decir, que no había término medio estatal ni del resto de Galicia. Pero ese era precisamente uno de los propósitos del festival: resaltar la calidad y la fuerza del producto local, capaz de mirar cara a cara en varios momentos del fin de semana a determinados grupos foráneos que se presuponían absolutos protagonistas.
Por otro lado, el formato del Latitudes 2022, con inicio a media tarde y cuatro grupos diarios, facilitó vivir cada directo con mayor intensidad si cabe, evitando que el disfrute decayese por el cansancio que genera introducirse en los habituales maratones musicales que superan las ocho horas de duración. Será que el tipo de público medio que acude a estas citas es lo que demanda… Así, cada una de las dos jornadas transcurrió con un brío que ayudó a atravesar algún que otro momento plano intercalado entre los puntos culminantes del festival vigués.
Viernes 19 de agosto: Victoria local en Latitudes
La inauguración del Latitudes 2022 con Zålomon Grass iba a dejar claro que las bandas nativas no acudían al certamen como meras comparsas, algo que demostró el grupo vigués desde los acordes iniciales para derramar un rock clasicote, fiero y contundente con ramalazo y blues y stoner.
Por si fuera poco el impetuoso efecto del sol veraniego sobre el muelle -con la audiencia resguardada allá donde había sombra-, Zålomon Grass aumentaron la temperatura del recinto mediante poderosas descargas guitarreras entrelazadas con ritmos de velocidad variable, según conviniese para agitar a los fieles seguidores que se habían apostado frente al escenario. El primer punto ganador para las bandas que jugaban en casa lo habían conseguido Zålomon Grass sin discusión.
Aunque, claro, después llegaría el turno de Bala… Cuando Anxela coge su guitarra y Violeta se sienta tras la batería, hay que prepararse para recibir sus bombas cargadas de… llamémoslo brutalismo hardcore-punk. El dúo reventó, cual tormenta seca, vúmetros, amplificadores, voltímetros y todo aparato eléctrico que estuviese a su alrededor, incluidos los yates anclados a unos metros desde los que estaba prohibido ver el concierto.
Escucharlo ya era otra cosa: seguro que Abel Caballero sentiría las vibraciones de Bala si estuviera en su despacho del edificio del ayuntamiento, no muy lejos del muelle; y también le pitarían los oídos cuando Violeta lamentó que no se encontrara allí para bailar breakdance o lo que surgiese. Eso sí, con Bala no lo tendría nada fácil. Anxela y Violeta no se anduvieron con chiquitas para volar cabezas con sus cuellos en tensión permanente. Vamos, que lo dieron todo: afiladas punzadas heavy, riffs de granito y baquetazos como martillos pilones recibidos con pogos y mucho headbanging. Bala fueron un auténtico rodillo. Unas bestias indomables. 2-0 en el casillero a favor de los grupos domésticos.
A su lado, Mando Diao parecieron un hatajo de blandengues. En plena presentación de su último EP, “Stop The Train, Vol.1”, los suecos comenzaron con el tema que da título a ese trabajo dispuestos a desplegar con prestancia y actitud su rock de alto octanaje. Nada que objetar a su planteamiento de partida. Sin embargo, por mucho que Björn Dixgård espoleaba constantemente al respetable, se movía sobre las tablas como un torbellino y sacaba sus armas de seducción nórdica, su actuación no acababa de cuajar. Y eso que la banda mostró tanto su cara más enérgica (“Bang Your Head”) como la más dulzona (“Mr. Moon”) y pop (“Gloria”), que podrían calificarse de accesibles o, directamente, para todos los públicos.
Lejos quedaban los tiempos en que Mando Diao exhibían con arrojo toda su rabia garagera, que intentaron recuperar con “Down In The Past”. Insuficiente. Para el desenlace quedó, como era previsible, su gran hit: “Dance With Somebody”, pelotazo con el que, a juzgar por la euforia provocada, les ha permitido situarse en un estatus más elevado del que les correspondería teóricamente. Pero esa traca final no consiguió cambiar el marcador, que seguía 2-0 para los equipos de casa.
Un resultado que no variaría a pesar del empeño de Two Door Cinema Club. Por si a alguien se le había olvidado o no conocía el dato, los norirlandeses llegaban a Vigo a punto de publicar nuevo álbum, “Keep On Smiling”. Con todo, su concierto pareció pertenecer más a 2012 que a 2022 porque a su pop-rock danzable y nuevaolero ya se le ha pasado la fecha de caducidad.
Vale, contar con temas como “Talk”, “This Is The Life” o “Something Good Can Work” ayudó a crear un ambiente refrescante y muy estival que, poco a poco, se fue apagando a medida que Two Door Cinema Club entraban en una fase anodina en la que perdieron la chispa del principio. Antes de terminar lograron remontar el vuelo -calcando la línea dibujada por Mando Diao– con “Sun” y “What You Know”, aunque no les dio tiempo a compensar las anteriores sensaciones agridulces. Por lo tanto, triunfo final para las bandas locales en el primer día del Latitudes 2022.
Sábado 20 de agosto: Una iguana anda suelta
Uno de los mejores ejemplos de la pujanza del rock gallego de la última década, capaz de llegar a audiencias diversas -y no solo a las nuevas generaciones por fecha de nacimiento- es Furious Monkey House, cuya evolución desde aquel grupo pre-adolescente que publicó su ópera prima (“RUN”) hace siete años hasta la actualidad ha sido imparable. Ahora, su núcleo fundacional -junto a Gonzalo (bajo)-, Mariña (voz), Irene (guitarra), Carlota (batería) y Amaya (teclados), ha alcanzado la mayoría de edad y ya no necesita tener visible al simio del que deriva su nombre.
Por otra parte, su estilo ha madurado, ha adquirido más punch que en sus inicios (aunque ya era vigoroso, todo sea dicho) y es más maleable. Justo lo que se apreció en vivo, basculando entre la melodía clara y los latigazos eléctricos que iban del emo-rock al (post)grunge noventero. Y Mariña exhibió firmeza ante el micro para guiar a una banda (de siete miembros) bien engrasada y compenetrada. Furious Monkey House son jóvenes y van sobradas de ímpetu y nervio. Lo tienen todo para seguir creciendo a velocidad supersónica.
APHONNIC llevan mucho más tiempo en el mundillo musical, algo que se notó en la destacable parroquia que alentó al grupo vigués a pesar de que aún era media tarde. Su sonido recordó tanto al nu metal como a Rage Against The Machine, de quienes regurgitaron su contundencia discursiva para disparar letras como puntiagudas esquirlas que, como afirmó su vocalista Chechu, llamaban a la kale borrokanroll por un contenido inflamable que explotaba en estribillos épicos para gritar a pleno pulmón. De nada vale construir un muro sónico apabullante si, al final, no se tiene nada que decir (sobre todo si es contra el fascismo, el racismo, la homofobia y otras lacras que nos amenazan), y APHONNIC resolvieron la ecuación a la perfección.
A Iggy Pop no se le pedía tal cosa. La suya es una historia diferente, legendaria, por encima del bien y del mal. Diga lo que diga y haga lo que haga, el simple hecho de que este hombre siga en pie con todo lo que se ha metido en el cuerpo, los tugurios que ha frecuentado y los fluidos que ha intercambiado es un milagro. Pensándolo bien, ese frenético ritmo de vida ha funcionado como el formol que lo ha conservado durante décadas para que por sus marcadas venas todavía corra la sangre del punk, del garage y del hard rock que él contribuyó a fundar.
De acuerdo, en cuanto se quitó la americana que vestía al aparecer como un perro desbocado se comprobó que su piel ya no está tan tirante como antaño, sus músculos se han desinflado y que su cadera le jugaba malas pasadas cuando ejecutaba algunos pasos. Pero a James Newell Osterberg, Jr. no le importó: se movió sobre las tablas hambriento de dar una lección musical sin contemplaciones, entre algún que otro escupitajo y varios fuckings. Por algo es un mito, aunque algunas personas en Vigo no comprendieran por qué se había montado tanto revuelo con ese tal Iggy… Si hubieran estado en el Muelle de Transatlánticos, habrían sido testigos de un fenómeno de la naturaleza sin parangón apoyado por una robusta banda en la que sobresalía una sección de metales muy del gusto de Iggy Pop pero que, a veces, sobraba al rebajar su primitiva garra punk.
Cuando la Iguana enseñó el culo casi integralmente al son de “T.V. Eye”, no había duda de que su lado provocador se mantenía tan intacto como la pegada de tres clásicos imbatibles que no tardaron demasiado en caer, “I Wanna Be Your Dog”, “Lust For Life” y “The Passenger”; y de su voz, vehemente, cortante y también cavernosa cuando transitaba por tramos pantanosos y narcóticos. Iggy Pop roció de gasolina el escenario y lanzó la cerilla con “Search And Destroy” justo antes de encarar el bis, coronado por una versión extendida de “Fun House”, canciones que parece mentira que hayan visto la luz a principios de los 70… En un momento dado, Iggy se puso melancólico al recordar su juventud y una banda a la que pertenecía, The Stooges, para confesar que su canción favorita de aquella época era, antes de interpretarla, “I’m Sick Of You”. El tiempo no pasa en balde, pero Iggy Pop rompió cualquier lógica al respecto. Solo él podía hacerlo.
Ante lo visto y oído con la Iguana, The Vaccines iban a tener una difícil papeleta para cerrar los conciertos del Latitudes 2022. Corrían el peligro de que se metieran en la misma dinámica de montaña rusa por la que habían pasado Mando Diao y Two Door Cinema Club en la víspera. Sin embargo, Justin Hayward-Young y compañía cumplieron al entregar un directo que no bajó el listón desde su arranque.
Y eso que había una diferencia notable entre el impacto de las canciones de su debut en largo, “What Did You Expect From The Vaccines?”, recibidas con mayor algarabía y entusiasmo, y el resto de su repertorio. Pero los londinenses repartieron un puñado de temas que, pese a que invitaban a abusar de recursos facilones como las palmas o las posturas de Justin, caldearon la noche. De hecho, The Vaccines fue el grupo con el que más bailó y se divirtió el público a lo largo del fin de semana. Así que, misión cumplida.
El Latitudes 2022 logró de idéntica manera otro de sus objetivos: que Vigo volviera a tener un festival internacional de rock al aire libre. Y no solo eso, sino que también fuera atractivo. Ahora únicamente falta que no se quede en flor de un Xacobeo y que se prolongue en el futuro. [Más información en la web de Latitudes 2022]