Tener conocimiento de complejas teorías sobre probabilidad, cuerdas temporales y demás parafernalia capaz de alterar el continuo espacio tiempo no asegura, a priori, que seas capaz de exponer con claridad semejantes conceptos. Vamos a más: tener conocimientos sobre todas estas teorías no implica que su aplicación sobre una estructura narrativa cinematográfica vaya a saldarse con éxito. Jaco Van Dormael, en el caso de su “Mr. Nobody”, no es que se quede enmarañado en la (teórica) tela de araña que proyecta como estructura de su film, sino que, sobre todo, al llegar al final del camino (un camino apasionante, eso sí) decepciona que semejante parafernalia esté al servicio de… la nada.
“Las Vidas Posibles de Mr. Nobody” (que en su título español ya denota una urgencia por arrojar luz explicativa sobre el metraje) narra la historia de Nemo Nobody (Jared Leto), un personaje que desde su nombre ya remite a una deriva submarina por parajes desconocidos: en este caso, más que simas oceanográficas, Nemo se ve apaleado por diferentes olas temporales. Cada “ola” es una línea cronológica en la que el protagonista vive una vida diferente: al lado de una mujer esquizofrénica (una Sarah Polley en su registro habitual de tarada emocional), viviendo una vida de éxito profesional o en un futuro hípertecnificado en el que es el hombre más viejo del planeta… Como una espiral caótica, las líneas temporales se van entrelazando levantando la duda en el espectador: ¿estamos delante de un time-traveler involuntario muy en la línea (salvando las distancias abisales) de “Matadero 5” de Kurt Vonnegut, “La Mujer del Viajero en el Tiempo” de Audrey Niffenegger o incluso del ya míticoo Desmond Hume de “Lost”? ¿O más bien se tratan de diferentes líneas temporales que se conjugan en diferentes planos de probabilidad? Lo cierto es que, al llegar a los títulos de crédito, tanto da que estas preguntas queden sin respuestas: la sensación predominante es que, sea lo que sea, esta técnica narrativa no está al servicio de ningún bien mayor. No aporta nada al personaje. No aporta nada a la trama. Es, simple y llanamente, un efecto de pirotecnia más a sumar en un film repleto de fuegos de artificio.
Lo dicho, sin embargo, no tiene por qué ser algo negativo. No hay duda alguna de que Van Dormael sabe imprimir un acabado brillante a su película: las escenas se engarzan unas con otras con elegancia, mientras que el empaque visual del conjunto se queda en la retina con una fuerza estilizada y colorida. En conjunto, “Las Vidas Posibles de Mr. Nobody” es un film que transcurre con sobresaltos que afectan a la epidermis del espectador… pero nunca a la segunda piel. Por no hablar de algo más profundo. Jaco Van Dormael se esfuerza en una forma deslumbrante bajo la que se echa a faltar, sin embargo, una intencionalidad de fondo que acabe de conferir sentido a unas teorías que, sin finalidad, acaban resonando como exhibicionismo, pura fardada de barra de bar en la que se intenta deslumbrar a un posible ligue con teorías fantacientíficas que sabemos que no comprenderá.