El Lapsus 2015 decía que iba a ofrecer una velada estructurada como una sesión de dj… Y esta crónica certifica que fue mucho más que eso.
Preparemos el terreno para lo que viene, porque lo cierto es que hay varios antecedentes que deberías conocer antes de adentrarte en cualquier crónica del festival Lapsus 2015 que se celebró el pasado sábado 11 de abril en el Teatre del CCCB de Barcelona. El primero de ellos es que esta era la segunda edición de este festival organizado por Lapsus, colectivo que ve en esta cita anual el colofón a toda una década al frente de su propio sello (Lapsus Records) y su propia radio (Lapsus Radio). Lo segundo que debes saber es que el festival tuvo que colgar su cartel de «sold out» varios días antes del sábado, lo que provocó que durante las primeras horas del evento se acumulara en la puerta una buena masa de gente intentando comprar una entrada fuera como fuera a última hora. Y el último antecedente que debes conocer es una pista que el propio Albert Salinas ofrecía en esta entrevista: más que siguiendo la lógica interna de un festival, este Lapsus estaba pensado para ser disfrutado con la misma dinámica que una sesión de djs.
Con estos antecedentes bien asimilados, lo más normal sería entonces proceder a desgranar la evolución de la velada… Pero, oye, eso ya lo vais a encontrar en otras crónicas, así que lo que voy a hacer es algo totalmente diferente: abrir este texto con un panegírico al respecto de qué es lo que hace realmente especial al Lapsus, sobre qué es aquello que los que se quedaron a las puertas del Teatre del CCCB rozaron con la punta de los dedos pero no pudieron catar. Y es que el Lapsus fue el reencuentro del público barcelonés con algo que se echa de menos en esta Ciudad Condal que se ha demostrado contenedor pluscuamperfecto para festivales gigantescos: los eventos de capacidad media / reducida en los que se fomenta una sensación de comunidad, de estar todos los que son (/ somos) por mucho que no sean (/ seamos) todos los que están. El Lapsus reunió un granadísimo público en el que los hardcore users de la escena electrónica barcelonesa (esa gente que adora la electrónica y a los que ves SIEMPRE en las mejores sesiones, en los festivales más imprescindibles) se mezclaron con gran parte de la industria musical, promotores, artistas y periodistas. Una concatenación de caras conocidas tan acertada que sólo podía demostrar una cosa: que el Lapsus era el sitio en el que había que estar en aquel momento. No hay duda.
El espacio, además, se probó como recipiente pluscuamperfecto para la voluntad del festival de formalizar un evento accesible, sin aglomeraciones y, sobre todo, con un buen rollo sin igual flotando en el aire. El recinto se dividía en dos espacios: el propio Teatre del CCCB, donde transcurrieron las actuaciones más sonadas; y el Hall, en el que varios djs locales mantuvieron un chorreo continuo de musicón que amenazaba seriamente con comerse el protagonismo del escenario principal (de hecho, aquí también se cumplió esa planificación en forma de sesión de dj: abrió Bzzzbip poniendo toda la carne en el asador, le siguió un Pedro Vian en estado de gracia y acabó un JMII que, la verdad, resultó más interesante que Mouse on Mars en el escenario principal). De esta forma, asistir al Lapsus se convirtió en un continuo transitar entre estos dos espacios, en un dulce cancaneo en el que el inevitable afán (y las infinitas posibilidades) de socializar se trenzaba fuertemente con esos momentos inevitables en los que algún colega se te acercaba y te arrastraba hasta el escenario principal porque «las actuaciones duran poco y nos lo vamos a perder, tío«. En resumidas cuentas: el negativo fotográfico de ese trajín estresante y horrendo de otros festivales en los que todo es un ir corriendo de un lugar a otro para acabar sin disfrutar nada, ni los conciertos ni la gente.
Y ahora, sí, la música. Que, al fin y al cabo, es el verdadero corazón y motor del festival Lapsus. En esta ocasión, la velada abría fuego (amigo) con un triunvirato de propuestas nacionales que mostraban caras muy diferentes de una electrónica multi-céfala que tan pronto muestra paisajes primaverales en deshielo (Drömnu), construye ciudades digitales sobre las ruinas de las melodías del hip-hop clásico (Lost Twin) u ofrece visiones fugaces del hip-hop del futuro (Agorazein en una actuación esponsorizada por Reebok Classics). Y, a partir de ahí, un build-up en el que la intensidad se iba construyendo con la maestría de un arquitecto ideando un rascacielos: un Pye Corner Audio cuyos visuales casi (y sólo casi) engullen su impactante propuesta dieron paso al interludio de la velada, con Pina tendiendo sobre el público un manto de oscuridad en forma de viscosos tentáculos negros que te atrapaban, te apretaban… pero no te ahogaban. Ese es el secreto del dolor como placer y del placer como dolor, ¿verdad?
La sorpresa absoluta fue Patricia: a partir de las 10 de la noche, el hombre bigotudo desafiaba a la feminidad de su nombre artístico con una actuación en la que se dedicó a pintar retablos de un futuro apocalíptico en el que los androides han tomado posesión de los paisajes techno. La suya fue una propuesta que atrapaba en lo que tenía de rugoso, de arisco, de atentado contra quien escuchaba… Y fue, nadie lo dudó, el culmen de la velada. Aquí hay espacio para el debate: si el Lapsus estaba programado como una sesión de dj, ¿cómo ha de ser una buena sesión de dj? ¿Ha de tener el pico de intensidad en el centro, permitiendo un descenso suave y seguro? ¿O ha de guardar la traca para el final, dejando al público con ganas de más?
Si alguien me pregunta a mi, diré que el Lapsus 2015 fue más bien el primero de estos dos casos: Patricia fue un culmen delicioso al que le siguieron unos Mouse on Mars solventes pero para nada sorprendentes y un Kyle Hall que dejó al respetable muy arriba gracias a su techno-house de estilización negroide, sí, pero que fue incapaz de borrar la memoria del hombre eternamente pegado a un bigote. Eran las 2 de la madrugada y la promesa se había cumplido: el Lapsus 2015 había transcurrido como una sesión de dj, como la mejor sesión de dj posible. Una sesión de esas que acaba dejando totalmente satisfecha a muchos y que a otros les deja con ganas de más. Tranquilos: los impacientes tuvieron más en la fiesta post-Lapsus en el Moog… y los que sabemos esperar tendremos más (mucho más) en el Lapsus 2016. Señoras, señores, acabamos de dar por inaugurada la temporada festivalera, y no podríamos haber deseado mejor maestro de ceremonias que el Lapsus.