La evidencia dice que el undécimo disco de Lambchop se titula “Mr. M” (City Slang / PIAS Spain, 2012). La historia surgida en la trastienda del estudio de grabación cuenta que inicialmente iba a llevar por nombre “Mr. Met”, pero tuvo que ser desechado por problemas legales. Y la fábula romántica que envuelve la concepción de este trabajo relata que, en un acto de justicia poética, debería haberse llamado “Mr. V”, por Vic Chesnutt, apodado por algunos de sus allegados… ‘Mr. M’. Así se cierra el círculo metafórico en el que se inscribe el último paso dado por la banda de Kurt Wagner, el cual dejó claro desde el principio, con el corazón abierto de par en par, que su nuevo álbum llegaría motivado por la trágica muerte del bardo de Georgia, que había contado con los de Nashville como grupo de acompañamiento en “The Salesman And Bernadette” (Fiction, 1998). Sin embargo, “Mr. M” no es un simple homenaje dedicado a un amigo ya desaparecido en el sentido más estricto, sino que traspasa sus limitaciones artificiosas para convertirse en una obra que captura toda la delicadeza y la fragilidad de su fuente de inspiración.
Para la ocasión, Wagner volvió a contar con Mark Nevers en las tareas de producción, hombre clave en la dilatada historia de Lambchop y en el cambio de sonido que los llevó del alt-country diversificado al chamber pop introspectivo de sus dos referencias más recientes: “OH (Ohio)” (Merge, 2008) y “Damaged” (Merge, 2006), cuya ambientación cálida e intimista dieron pie a la atmósfera que se respira en “Mr. M”. No podía ser de otro modo, ya que el deseo de Wagner de prender una llama en recuerdo de Chesnutt así lo requería. Este acicate sirve en bandeja al de Nashville la excusa perfecta y necesaria para reflexionar sobre asuntos universales (el amor, la pérdida o la tristeza inherente al ser humano) de una forma más sincera y profunda que tiempo atrás, empujado por los mil y un pensamientos que surgen alrededor de la acción inapelable del destino.
Con todo, la tragedia y la rabia que se desprenden de las palabras de Wagner se ven compensadas por el envoltorio confortable y cautivador de cada una de las canciones, en las que su solemne voz (aquí más afectada y desnuda que nunca y muy próxima a la gravedad de Stuart Staples) se apoya en sutiles guitarras que le dan el contrapunto en el segundo exacto (“Nice Without Mercy”, “2B2”) o la sacan del pesimismo absoluto a pesar de que los sentimiento adversos sean evidentes (“Gone Tomorrow”). En un nivel más elevado se sitúan los pasajes alumbrados por los arreglos de cuerda y las notas de piano, que parecen situar a Wagner en la penumbra de un elegante salón en el que, copa en mano, recrea mentalmente (con una mezcla de orgullo y pesadumbre) pedazos de vida: en “If Not I’ll Just Die” se invoca al espíritu de Frank Sinatra para confeccionar una pieza repleta de sensibilidad; “Mr. Met” apela directamente a Chesnutt para destacar la importancia de las verdaderas amistades; y la instrumental “Gar” (con coros de Cortney Tidwell) aúna la esencia de los dos cortes anteriores sin tener que mencionar palabra alguna.
Dentro de este cuadro de pop clasicista, Lambchop se permiten la licencia de no perder las formas de sus inicios al acercarse al country-pop de raíces a través de “The Good Life (Is Wasted)”. Aunque lo que se impone es, inevitablemente, la suavidad del manto de las orquestaciones añejas, bajo las cuales se refugian las lágrimas del desencanto de “Kind Of” y de “Betty’s Overture”, puertas de entrada a uno de los hitos de este álbum: “Never My Love”, balada transparente en la que, por primera vez en su larga trayectoria, Lambchop utilizan esa palabra de cuatro letras que comienza por l y acaba en e, entonada con sumo cuidado a lo largo del tema. Soberbia manera de cerrar el epílogo de “Mr. M”, un tratado emocional único e intransferible que desgrana con desarmante naturalidad y sencillez las contradictorias sensaciones ante la muerte que hacen grande a un hombre, Kurt Wagner, que ya puede afirmar legítimamente que se encuentra en paz consigo mismo y con Vic Chesnutt, el amigo que tendrá eternamente en su memoria.