Un disco (y medio), mucha pirueta promocional y estética y una gira estratosférica le bastaron a Lady Gaga para convertirse en el mayor fenómeno pop desde el principio del milenio… Mucha responsabilidad para tan delgados hombros. Tiempo ha pasado desde que, a finales de 2007, irrumpiera en youtubes y canales varios disfrazada a lo «Jem y los Hologramas«, haciendo guarreridas españolas con una orca hinchable en un vídeo («Just Dance«) que muchos pensamos que era una promo larga de Flaix Tv. Allí se veía el icono en ciernes, pero parecía imposible prever todo lo que ha pasado después. Cuando la Gaga nos invitaba sólo a bailar una hipoteca a treinta años todavía nos parecía lo mejor que nos podía pasar; pero tres años y un pico después, todo está en crisis, el universo financiero lo ahoga todo, los Mossos d´Esquadra son el enemigo a evitar, los pepinos españoles han pasado de ser letales a ser inocuos (y estupendos para los Gin Tonics) y el mundo entero es un poco más feo. Gaga lo ha visto venir todo este tiempo, ha pasado de ser la enfant terrible del dance comercial adicta a la purpurina facial a protagonizar la portada más fea de la historia y convertirse en la lideresa del feísmo y del esperpento post-moderno. Hasta el punto de que al mismísmo Valle-Inclán le entraría diarrea si viera el Muppet biónico en que se ha convertido la Germanotta en estos años.
Dejando atrás la filosofía afterera que la hiciera popular entre musculocas y garrulas de extrarradio reconvertidas (ambas) ahora en modernas asistentes a festivales masivos de música, Gaga ha optado para «Born This Way» (Streamline, 2011), su segundo disco, por un discurso pseudo religioso pretendidamente superficial (lo de “Jesus is the New Black” es para mear y-no-e-char-ni-go-ta) que, supongo, me imagino, debería alzarla como el mito pop que siempre ha querido ser: con su propio credo (la Fama mola pero cuesta, eres guay solo por ser tú, lo diferente mola, etc) y con sus propios feligreses, una masa de Little Hoygans que nunca se atreverán a cuestionarla. Con toda la parafernalia sado cristiana del vídeo de «Judas«, la Gaga se meaba en el «Like a Prayer» de Madonna (si eso es un homenaje, que me arranquen la cabeza y me la cuelguen en el faro de una moto); y con todo lo que contiene «Born This Way«, en definitiva, Gaga se mea en el propio caminillo que se había labrado como icono erótico festivo del pop para convertirse en un pseudo peñazo transgénico que apuesta por el tedio y lo feo.
La imagen que me viene ahora mismo a la cabeza después de darle unas cuantas vueltas a este disco es la de una Lady Gaga como anfitriona de una atracción de feria en la que ella va vestida de bruja con su pelo como una Vileda mohosa en la que va pegando hostiazos a sus fans con una escoba mientras ellos dan vueltas a su alrededor en vagoncillos a gran velocidad celebrando los escobazos y los improperios. El entertainment se llama el Tren de la Vergüenza…
El vídeo y la canción de «Born This Way» presagiaban un giro inexistente, un continuismo forzoso en el pop de subidones y melodías machaconas que la ha hecho tan popular. Forzoso si tenemos en cuenta que Gaga no ha tenido tiempo ni de cambiarse las bragas entre tanta gira y la grabación del nuevo disco. Posiblemente esté escrito de camerino en camerino, en algún oscuro rincón de los muchísimos tráilers que han llevado su Monster Ball por todo el mundo. Aunque mi impresión, a día de hoy, es que Lady Gaga no existe. Las canciones las crea un súper ordenador que quiere dominar el mundo (seguramente fabricado por Osama antes de morir) y que, mediante combinaciones limitadas, va sacando melodías, letras y estribillos a los que añade Ga-gas, uh-uhs, ra-ras, run-runs, dah-dahs y demás cacofonías hasta el infinito y más allá para hipnotizarnos y estupidizarnos. Unas veces le sale «Poker Face«, otras «Telephone» y otras «Bad Romance«. «Born This Way» es una actualización, como un Windows XP, que se supone que es mejor pero que al final es lo mismo pero peor y más odioso. Por eso ahora han salido «Judas» y «Highway Unicorn (Road to Love)«.
En esta nueva actualización, la Gaga ha introducido conceptos como “kitsch” y “humor”, y por eso en este disco hay maravillas de la lírica y la composición como «Americano» (lo que confirma que toda diva tiene su «Spanish Lesson» y su «MMM Papi«). En la nueva actualización del Gaga 9000 también hay hueco para lo bizarro y muchas ganas de innovar, por ello se añade el alemán (que ya se sabe que decir “froilein” siempre queda bien donde sea. Aunque, puestos a la bad pronunsiashion de idiomas foráneos, yo siempre me quedaré con el “Hay una discoteca por ahí” de los Pet Shop Boys) y el chumba chumba Maquina Total 9 («Scheibe«). Como Gaga 9000 quiere hacer el disco de pop definitivo, no escatima ni en recursos ni en algoritmos, y al kitsch y al humor (entendidos por una máquina: echadle un ojo a «Juegos de Guerra» y veréis el sentido del humor que tienen); y al alemán y al chumba chumba de Maquina Total 9 le añaden AOR de mercadillo («Bad Kids«), el pop ochentero a lo Bonnie Tyler («Hair«) y la opereta rock con electro a lo Kraftwerk pero con saxos que, como decir “froilein”, siempre quedan bien («Government Hooker«). Todo aderezado con eurodance noventas a cascoporro (este último recuperado de la última versión Gaga Poker Face 2008).
Para los directos, Gaga 9000 tiene un almacén lleno de Gagas androides y bailarines con mucho paquete que dirige a distancia, y yo estoy esperando a que llegue el día (y llegará, ya lo veréis) en el que coincidan dos conciertos en la misma fecha… ¡y los dos se celebren con normalidad! Será algo tan traumático como cuando supimos que Locomia era como una franquicia y que eran todo un ejército de adictos al abanico vestidos de satén de colores que hacían decenas de galas por España simultáneamente (y ahora me parece hasta terrorífico que coincidiera el estribillo de “moda Ibiza, Locomia, Locomia quichupare” en varias localidades españolas a la vez). Será traumático sí, pero también será el momento en el que nos demos cuenta de que K. Dick no andaba mal encaminado. Los androides pueden existir realmente. Pero no quieren vivir en Marte, ni se plantean su propia humanidad. Ellos solo quieren bailar y sacar discos y ponerse chuletones de carne como vestidos y salir de huevos de plástico y son adictos a la Fama.
Yo solo digo una cosa: Beware of Gaga.