Nunca he tenido ni repajolera idea de qué es lo que quería o quiere ser Lady Gaga, pero está claro que en el lanzamiento de «The Fame» (Universal, 2008) en el año 2008, a la mujer se le revistió de un aura divina (en el sentido homosexualo de la palabra) de esas que sabes que serán un problema futuro para la artista. En aquel momento, con temazos como «Just Dance» o «Poker Face» remetidos en el escote como billetes sobre el cuerpo de una striper de bar de carretera, muchos vimos la posibilidad de que hubiera nacido la diva definitiva que mezclara el pop bailable de vocación gay con la cohartada hipster inmaculada que va de arte cuando lo que quiere es ser la protagonista del «2 girls 1 cup» musical. La coda que supuso «The Fame Monster» (Universal, 2009), con los icónicos videoclips de «Telephone» y «Bad Romance» a la cabeza, hicieron olvidar las apuestas anteriores e hicieron pensar más bien en un nuevo icono estético destinado a definir las reglas del siglo XXI. Pero entonces llegó «Born This Way» (Universal, 2011) y yo, personalmente, ya no tenía ni idea de qué pensar ni ganas de averiguarlo. Que sí, que decían por ahí que podía ser una nueva Madonna que se reinventara con cada nuevo disco, pero siempre me pareció que allá había muy pocas propuestas concretas (es decir: apostar por un único concepto y convertirlo en icono, como los vaqueros de la Ciccone) y mucho jugar a dar palos de ciego a ver si golpeaba con la piñata (¿alguien recuerda cuando se vistió de hombre? WTF?). Y aquí estamos, con el tercer disco de Lady Gaga en la mano, titulado «Artpop» (Universal, 2013) en un intento de acunar aquellas dos vertientes de las que he hablado al principio (el arte como cohartada, el pop como guarrada) y con la artista todavía que no sabe qué quiere ser de mayor. Mira, al menos Madonna tenía claro que para ser Santa antes había que ser puta y decidió ser las cosas. Pero en el caso de Lady Gaga no sé dónde quiere llegar después de ser choni, hombre, proto-hipster, engendro del espacio exterior y otras muchas cosas indefinidas que seguro que tienen un círculo del infierno reservadas para ellas solitas.
Lo primero que te viene a la cabeza cuando escuchas «Artpop» es que Lady Gaga quiere ser choni. Y, qué queréis que os diga, pero tan sólo hace un par de meses que el «Work Bitch» de Britney Spears se ha erigido como el equivalente choni al avión que derribó las torres gemelas y dejó a su paso aquella zona cero tan parecida a un polígono esperado a ser habitado por una legión de kids of chunda-chunda. Y así no se puede, Gaga, si intentas jugar en el terreno de Britney, vas a salar con el chichi escocío y con todas las de perder. Y eso que la artista pone toda la carne en el asador y copia los golpes de efecto que lanzaron Justice hace años y que el EDM ha malinterpretado de una forma aberrante (¡cómo le gustan las aberraciones a Lady Gaga!). Tengo que reconocer que la apertura con «Aura» me pone palote por mucho que sea puro deja-vu a 2011 (¿y existe algo peor que recordar a 2011? Bueno, sí, recordar a 2012). Pero acto seguido llega «Venus» y la repetición de los esquemas le quita toda la gracia. Al alcanzar «Swine«, cerca ya del tramo final, la cosa ya es alarmante por mucho que incorpore sirenas (chata, revisa el «Flesh Tone» -Interscope, 2010- de Kelis, que es del 2010). Y ya está. Me niego a decir que el resto de canciones poligoneras son basura, porque me da pareza hasta mirar sus nombres y volver a escucharlas. Hasta aquí el intento indefinido y fracasado de Lady Gaga de ser una choni. Vamos a por el siguiente…
Lo segundo que te viene a la cabeza cuando escuchas «Artpop» es que Lady Gaga quiere ser una diva del electropop más durillo. Y esto tampoco nos pilla de nuevas. Tú y yo lo sabíamos. Pero, qué queréis que os diga, en 201o tenía algo de gracia, pero ahora estamos saturados de tiparracas que están asimilando los aromas a humo de discoteca bakala para darle un hervor a sus canciones de baile de toda la vida. En los últimos años, hemos tenido a Ke$ha, Rihanna, Ellie Goulding, Nicki Minaj, Icona Pop… Y al ver todos estos nombres juntos lo único que me vienen es ganas de encerrarme en mi casa y escuchar folk de los Apalaches, porque vaya hartura. En temas como «G.U.Y.«, «Sexxx Dreams«, «MANiCURE» (de nuevo, chata, si quieres jugar con las palabras en los títulos de las canciones revisa cualquier disco de M.I.A.), «Donatella» o «Fashion» (que malinterpreta por completo la propuesta del «Random Access Memories» -Universal, 2013- de Daft Punk), un espíritu al que catalogamos de avantgarde suena «ya lo he escuchado mil veces». Se suponía que Lady Gaga no iba de esto. ¿O es que fue un error mío de percepción? Hasta aquí el intento fracasado de Lady Gaga de ser una diva del electropop de extrarradio. La cosa pinta mal, ¿eh?
También tengo que reconocer que no se me vienen demasiadas otras cosas que quiera ser Lady Gaga escuchando este «Artpop«… O, más bien, que me vienen muchas, demasiadas, pero todas con una falta de concreción que asusta. De nuevo, la imagen de dar palos de ciego para buscar una piñata. De nuevo, lo que más me vienen es ganas de ponerme el «Work Bitch» de Britney (algo que, de hecho, ya hice hace rato). Porque lo que nadie puede negar es que la Spears siempre ha tenido claro lo que quería ser (al principio quería ser un putón con piel de lolita, y ahora simplemente quiere ser un putón que viste piel de lolita cuando desde la discográfica le obligan a hacer baladones para que a las quinceañeras se les caigan los tampones). Y, al fin y al cabo, en este mundillo se trata de saber quién eres, definir lo que quieres conseguir y acto seguido ponerte a trabajar duro en ello. Así que llámenme ustedes talibán, pero voy a acabar esta crítica con una letra de Britney Spears que, más que una letra es una catedral del sonido tipo Scorpia. Pero es que viene que ni pintada: «You wanna hot body. You wanna Bugatti. You wanna Maseratti. You better work bitch. You wanna Lamborghini. Sip martinis. Look hot in a bikini.» Y ahora, todos conmigo: Lady Gaga, cari, «you better work bitch«.