Nuestra nueva entrega de La Liga (para dummies) no sólo aborda lo bochornoso del último Barça-Madrid… También habla de escándalos políticos.
Las últimas semanas en la Liga ha sido muy extrañas… Claro, muchos aficionados han sentido un gran vacío existencial una vez disipado el revuelo causado por la fiesta de cumpleaños de Cristiano Ronaldo celebrada después de que el Real Madrid hubiera sido vapuleado por el Atlético en el derbi madrileño por 4-0. ¿Dónde se quedó Kevin Roldán, el artista (ejem) electrolatino que animó el cotarro con sus vídeos de la juerga? Seguro que confinado en alguna prisión de su Colombia natal, tras vivir sus quince minutos de gloria. Lo mejor del asunto es que nos hemos librado de su cancioncita de marras, “Si no te Enamoras”… ¡Oh, dios del balón, gracias!
Sin embargo, uno de sus mayores fans, el propio Ronaldo, ha estado cabizbajo desde entonces. No tanto por el destierro de Kevin Roldán o las consecuencias mediáticas de su fiesta, sino por su ruptura con Irina Shayk. Todos somos humanos; y el portugués, también: su corazón se rompió y el desengaño afectó a su juego y acierto de cara el gol, lo que hizo que su depresión amorosa se convirtiera en cuestión de estado para la parroquia merengue. Aunque, ojo, Irina no se ha callado y ha ido soltando algunas perlas al respecto confesando la verdad de la relación con su ex:
A estas palabras respondió con dureza la hermana mayor del luso, Elma Aveiro, como buena cuñada irritada:
En medio de este ambiente más propio de “Sálvame Deluxe”, tanto Cristiano Ronaldo como su equipo comenzaron un descenso que se intentó arreglar con, sorpresa, otra cena-fiesta que no conocía su entrenador, Carlo Ancelotti. Se suponía que era una conjura para levantar el ánimo y acabó pareciendo otra salida nocturna de los jugadores madridistas que desembocó días más tarde en el empate del Real Madrid en casa ante el Villarreal (1-1), en la derrota en Bilbao ante el Athletic (1-0) y en la clasificación de milagro para los cuartos de final de la Champions League perdiendo en el Santiago Bernabéu con enorme pitada del respetable incluida. Entre unas cosas y otras, Cristiano Ronaldo decidió actuar como un chiquillo negándose a hacer declaraciones hasta el final de la temporada y gesticulando sin parar en cada partido (incluso contra su público); y Ancelotti se ganó a pulso el apelativo de manoblanda. La casa blanca convertida en la casa de los horrores.
Siguiendo la teoría de los vasos comunicantes, en el Barcelona se vivió en este tiempo una situación mucho más plácida. Quién lo iba a decir unos tres meses atrás… Primero, se certificó su pase a la final de la Copa del Rey ante el Athletic de Bilbao: una noticia que ha generado varias polémicas sobre el estadio donde se jugará (¿el estadio Santiago Bernabéu? Noooo…) y los más que probables silbidos al himno español y al rey Felipe VI antes del arranque del partido, con Esperanza Aguirre como máxima defensora de la españolidad más pura:
Y, segundo, el equipo cogió carrerilla en la Liga hasta colocarse líder con un Messi enchufadísimo como asistente y goleador que hizo olvidar el rumor que afirmaba que su irregular temporada pasada se debió a su excesivo gusto por las pizzas…
Con el Real Madrid yendo de culo y cuesta abajo y el Barcelona subiendo como la espuma, se acercaba el segundo enfrentamiento liguero entre ambos, en otra edición del Clásico que paralizaría el mundo. De ahí que Ancelotti, sabedor de los gustos de sus discípulos, organizara ¡otra comida! para unir al equipo de cara a su visita al Camp Nou. Para la ocasión el ágape consistió en una mariscada, aunque más bien tenía pinta de ser la cena de fin de año. ¿De verdad era necesario vestir esmoquin? Según Pepe, sí.
No se sabe si alguno de los allí presentes hizo alguna clase de ritual mágico con las patas de una cigala, pero de ser así funcionó durante la primera parte del choque frente al Barça, en la que los blancos neutralizaron el gol culé inicial con un tanto del entristecido Cristiano Ronaldo, que lució su acostumbrado repertorio gestual:
https://www.youtube.com/watch?v=WdWmz27KXAs
A partir de ahí y hasta el descanso, el Barcelona desapareció del campo y el Real Madrid pudo irse a los vestuarios con una ventaja holgada.
El allí presente pequeño (aunque ya no tanto: la buena vida le pierde…) Nicolás y el graderío eran conscientes de que el Real Madrid había resucitado, al menos, durante media hora. Pero las tornas cambiaron cuando el juego se reanudó y el Barça se adelantó por medio de un certero remate del otrora mordedor Luis Suárez, que provocó que los blaugrana pudiesen golear a su rival en un partido enloquecido y demasiado agitado. Finalmente, el marcador que quedó en un 2-1 que permite al Barcelona escaparse en la cabeza de la Liga con cuatro puntos de ventaja sobre su inmediato perseguidor, el mismo Real Madrid. Una circunstancia que varios jugadores barcelonistas celebraron con ¿elegancia? Policía de la moda, por favor, dónde está cuando se la necesita…
Lo curioso del caso es que el sector madridista sacó conclusiones positivas del patinazo en el Camp Nou, hasta el punto de que daba la sensación de que los vencedores habían sido los merengues por su manera de salir reforzados del terreno enemigo. “Dulce derrota” la llamaron, al más puro estilo de los políticos que en aquel momento deglutían los resultados de las elecciones autonómicas andaluzas. Pero en el fútbol el politiqueo no suele funcionar, tal y como comprobaron los jugadores blancos de vuelta a Madrid cuando un par de desalmados se dedicó a insultarlos con nocturnidad y alevosía.
https://www.youtube.com/watch?v=AbBnje2iCLc
Tampoco el politiqueo vale cuando la corrupción mancha el mundo del balompié y la justicia actúa. A la mañana siguiente de la disputa del Clásico, el fiscal de la Audiencia Nacional pedía más de dos años de prisión para el presidente del Barcelona, Josep Maria Bartomeu, y más de siete para su predecesor en el cargo, Sandro Rosell, por el desfalco cometido en el fichaje del brasileño Neymar. Aunque semanas antes también se descubría que su homólogo en el Real Madrid, Florentino Pérez, estaba salpicado por la trama Púnica; y que Enrique Cerezo, mandatario del Atlético de Madrid, aparecía implicado en caso del ático de Ignacio González.
Por mucho que desagrade, esta también es la realidad de la Liga, más allá de corazones rotos, comidas de conjura y Clásicos. Miedo y asco.