Siendo este el duodécimo álbum de estudio de su carrera, poco podemos decir de Kylie Minogue que no se sepa. Una artista que ha sabido mantenerse durante tres décadas en la cumbre de un género tan masificado y estereotipado, donde el escándalo y la lucha por ver quién enseña más carne están a la orden del día y donde los elemento extramusicales son los que en la mayoría de las ocasiones cobran más importancia y determinan el éxito (o no) de este amasijo de divas y divos. Sin el uso excesivo de este tipo de recursos (y digo «excesivo» porque claro está que sigue haciendo uso de ello), la australiana ha sobrevivido a esta lucha por la supervivencia, asentándose en su puesto de componente de la realeza del pop disco tras disco. Pero no todo son elogios, ya que aunque eventualmente se marque discos que son una delicia de principio a fin (entre ellos tenemos a «Fever» -Parlophone, 2001- como máximo exponente), lo más habitual es que estos no lleguen a encajar por completo, arrastrando carencias año tras año y dando lugar a temas de gran calidad escondidos entre montones de paja y relleno sonoro.
Con «Kiss Me Once» (Parlophone, 2014), su primer lanzamiento con la Roc Nation de Jay-Z, todo hacía pensar que Kylie iba a dar una vuelta de tuerca a su estilo, siendo ella misma y Sia Furler las principales encargadas de la producción junto con un desfile de nombres entre los que podemos incluir a Pharrel Williams, Cutfather, MNEK, Ariel Rechtshaid o The Monsters & The Strangerz. Sin embargo, y como ya podíamos preveer teniendo en cuenta su trayectoria, esto no ha sido así y lo que nos encontramos es más de lo mismo… Lo que tampoco está mal porque, si hay alguien que sabe sortear las modas y aportar siempre su sello personal, es esta mujer. También lo podríamos considerar como una revisión de sus últimos discos, encontrándonos la exuberancia y toque dance que escuchamos en «Aphrodite» (Parlophone, 2010) o el filón electrónico de «X» (Parlophone, 2008).
«Into The Blue«, primer single y tema que abre el disco, es eminentemente dance, con un estribillo potente y pegadizo sumado a la típica parte «B» de la canción que supone un paréntesis y que suspende el tempo y nos tiene en vilo hasta retomar el estribillo. Correcto, aunque sin llegar al nivel de los singles que le preceden; puede que demasiado ratonero, con es arreglo de cuerdas y los «ey oh’s«. «Million Miles Away» ya ha sido catalogado como el «Get Out Of My Way» de este disco, y la verdad es que entra muy bien desde la primera escucha y es una apuesta segura muy en la línea de «Aphrodite«. Con un producción prácticamente impecable y un gran momento en el minuto 2:38, con ese completo parón en la música (que, sí, es un recurso muy visto pero que sigue quedando bien). «I Was Gonna Cancel» es un pepinaco, de los mejores temas del disco sin duda, y que merece más atención de la que se está llevando: es un híbrido con un groove funk que se mezcla con la electrónica más refinada y pequeños detalles muy cucos como las campanas o la voz lírica que se escucha de fondo. «Sexy Love» es más convencional y baja el listón, aunque no podemos pasar sin mencionar la parte del bajo (magnífica) y el regustillo tropical allá por el minuto 2:30. En cuanto a «Sexercise«, este es un tema realmente tórrido y sugerente, con letra de Sia y cierto regusto dubstep, diferente a las composiciones que llevamos escuchadas y que funciona tras un par de escuchas. El ecuador del disco lo ocupa «Feels So Good«, una versión del «Indiana» de Tom Aspaul y, sintiéndolo mucho por este señor, la versión ha superado al original.
«If Only» es una especie de balada futurista que se sustenta sobre un ritmo constante de palmadas, con un estribillo pseudo épico y de corte bastante experimental para lo que es Kylie, aunque siendo un tema donde Ariel Rechtshaid ha metido mano podríamos haber esperado muchísimo más. Vuelven las campanitas y una Kylie divertida y juguetona en «Le Sex«; y, obviando lo sexual (hay que ver lo guerrera que está esta mujer desde que se ha quedado soltera), encontramos un corte que nos atrapa desde el primer momento, que empieza con una delicada cajita de música sobre la que irrumpen sin ningún miramiento los sintetizadores. En la siguiente volvemos a encontrarnos con la colaboración de Sia, haciendo de «Kiss Me Once» el tema más cursi del disco: es agradable pero de ñoño, se hace un poco cargante.
Ahora necesitamos hacer un párrafo a parte… «Beautiful«, bien… ¿Qué podemos decir de este tema sin resultar groseros o empezar a soltar improperios a diestro y siniestro? Esta es una de las mayores cagadas en la carrera de Minogue: sencillamente atroz, inescuchable, horrible, soporífero, dan ganas de tirarse por la ventana más cercana, es un llamamiento a voces al suicidio. Y es que todo lo que toca Enrique Iglesias se convierte en mierda. Por favor, que alguien le cosa la boca y le prohíba acercarse a menos de cincuenta kilómetros de un estudio de grabación. Esta bazofia sonora sólo tendría un único uso: para ponerlo de fondo en el típico momento de amor total en las películas de los fines de semana de las cuatro de la tarde de Antena 3.
Con «Fine» echamos el cierre haciendo un recordatorio del sonido de inicios de los 90: podría haber sido mejor, pero con el bajón de «Beautiful» cualquier cosa nos parece bien. Y es que, como decía más arriba, «Kiss Me Once» es un disco con sus más y sus menos, con sus temas buenos y su relleno. Es acertado y tendrá su público, pero objetivamente se podría mejorar bastante… Aun así, bien por Kylie: sigue en la cresta de la ola.