Ya lo advertíamos en la crítica que le dedicamos al «Fleshtone» de Kelis: una nueva era para las disco divas ha empezado. Y ella misma nos lo indicaba en la segunda canción de su disco diciéndonos «Welcome to the 22nd Century«, con uno de los fondos más simples de la historia pero con una forma que no podía ser más convincente. Señores, se lleva el chumba chumba, la tralla, el trance o muere, la gente lo que quiere es fiesta y dejarse de hostias. El alcohol y las drogas son demasiado caros como para desaprovecharlos. Por ello, las divas, chonis, chatis y guarrillas del dance en general tienen dos únicas salidas. La primera es tirarse al cerdeo made in Timbaland como hiciera Madonna en su fallídisimo «Hard Candy» (Warner, 2008), con el fin de facturar politonos que se vendan como churros en los intermedios de Fama! A Bailar. Otras variantes son el chonismo de world music que encarna M.I.A.: el perrea perrea orientado a las partes bajas de los tres último discos de Britney Spears y garruladas varias. La otra salida es darle al dance 90s elevado a la enésima potencia. Ya sea en su versión «Discovery» (Virgin, 2001) de Daft Punk (perfectamente pasado por el filtro de la actualidad made in Justice, solución que muy acertadamente escogió la autora de «Milkshake«) o en la versión tralla discotequera con alguna reminiscencia eighties para las mentes más pretendidamente cool o trendies o lo que sea.
La novia de Andrés Velencoso (ese hombre que no se hace fotos con grupis borrachas), ha optado por la segunda vía en su última entrega. Y aunque habrá a quien le podía poner bastante perraco imaginársela a sus bien llevados forties en plan Cammy de «Street Fighter. La película«, con bien de reggaetón y versículos a lo Calle 13, la musa de «Neighbours» ha optado por la vía fácil. El camino llano. La pastilla azul. Tiene un novio que está buenísimo y con el que pasar las horas haciendo lo que tú y yo estamos pensando ahora; entonces, ¿para qué cascarse el coño en el estudio buscando la fórmula de la Coca Cola musical? Si total, eso ya lo hizo en 2001. Así que, sin más, ha mirado la página final de su Sudoku particular, ha calcado las soluciones y ha parido «Aphrodite» (Astralwerks / Emi, 2010). Que es «Fever» (Emi, 2002) en versión 2.0, que a su vez era «Light Years» (Parlophone, 2000) en versión Redux, extendida y mejorada. Nada nuevo bajo el sol: Kylie sigue cantando como una corista de «Alvin y las Ardillas» y se plastifica en unos cuantos himnos veraniegos perfectos. Insustanciales y efectivos. Tralla en vena. 100% hits, no trash. En diciembre, ni nos acordaremos de él. Pero con la que esta cayendo, es gloria pura. «Aphrodite» en general suena a chiringuito. A discoteca sin aire acondicionado. A sexo en lavabos públicos. A M marrón como el azúcar moreno. A noches interminables empapadas en sudor. A mojitos de medio litro. A fiesta y a folleteo. Nada más y nada menos.
En su periplo estival, Kylie no ha estado sola, obviamente. El sonido de «Aphrodite» se lo debemos en parte a Stuart Price, que no consigue darle el puntillo morboso que sí hiciera Calvin Harris en aquél «X« (Parlophone, 2007), que ahora se antoja demasiado heterogéneo, ciego e inconsistente. El padre de «Acceptable in the 80´s» colabora de nuevo con la Minogue, sin embargo, como también lo hace Jake Shears de Scissor Sisters, así como todo un compendio de luminarias de la fiesta hedonista de los últimos tiempos, y en cuya compañía Kylie ha querido dejar claro que si hay una diosa del Amor en el sentido más ibicenco del término, es ella. Por ello escogió la muy obvia «All the Lovers» como primer single. El que debiera de ser himno de inexistentes futuras Love Parades celebraba el dance simplón de principios de siglo con una melodía fácil y pegadiza. Too low para hablar de quién estamos hablando. Con el siguiente single, «Get Outta My Way«, la ex de Nick Cave ya calienta motores y se ensaña en lo que mejor sabe: el electro trotón y elegante que sube como el popper, rápido y fugaz. De estos momentos hay varios en «Aphrodite«, alcanzando la cumbre con «Cupid Boy» (aunque por momentos se pueda pensar que la que canta es la Pitufina Makinera) y «Can´t Beat the Feeling«, el tema que cierra el disco. El único que podría estar a la altura de aquel «Your Disco Needs You«, que es el auténtico jit de Kylie Minogue. No vale la pena perderse en medios tiempos (la canción que da nombre al disco) o sosadas varias (como «Everything is Beautiful«) .
Total, que once discos después, Kylie sigue ahí, en el candelero, más buenorra que nunca, con un cáncer superado, con un novio con el que el resto de humanas solo podemos soñar y abordando periódicamente los primeros puestos del podio de las Divas con mayúscula, reciclándose lo justo para no herniarse. Y no, ella no necesita achancarrarse y mearse encima de nadie. Es es para las Otras.